La Barcelona imaginada| Silvia Angulo

La espectacular escultura de Plensa en la playa del Bogatell domina la visión del litoral

Publicat a La Vanguardia el 3 de gener de 2020

Estos días de magia y de ilusión me gusta empezar la jornada en plaza Catalunya. Rodeada de la iluminación navideña que tiñe las calles más comerciales de la ciudad observo la sombra de los dos rascacielos que flanquean el centro barcelonés por excelencia. En la esquina con las calles Pelai y Príncep de Bergara, donde se podría haber construido cualquier centro comercial sin identidad, se alza el edificio de 130 metros de altura proyectado en 1918 por los norteamericanos John Mead Howells –ganador, cuatro años después, del concurso para la construcción de la sede del Chicago Tribune – y James Gamble Rogers. Como los grandes rascacielos de ciudades de Estados Unidos la estética de esta torre, que se levantó gracias al empeño del promotor barcelonés Ramon Selles i Miró, no pasa nunca de moda. A pocos metros de allí, en la misma plaza, admiro también las líneas del otro edificio en altura que se construyó en los años sesenta del pasado siglo, este de 140 metros, del arquitecto barcelonés Josep Maria Bosch i Aymerich.

De allí, dando un largo paseo, llego hasta la gran plaza de las Arts que la arquitecta Zaha Hadid diseñó para resolver los problemas de comunicación entre dos de los equipamientos culturales más importantes de la ciudad. El Teatre Nacional de Catalunya (TNC) y L’Auditori se daban la espalda hasta que se creó este gran espacio público conectado con la plaza de las Glòries. La arquitecta también construyó en el Campus del Besòs un singular edificio, una especie de espiral que acoge oficinas de la universidad. Los barceloneses no acuden a este rincón de la ciudad a ver este edificio. Lo que realmente les atrae desde hace unos años en el Fòrum es la nueva isla artificial que acoge el estadio del Barça. El nuevo Camp Nou, del arquitecto Emili Vidal, tiene capacidad para 150.000 personas y dispone hasta de un helipuerto. La pasarela de acceso muestra unas vistas espectaculares de la escultura de Jaume Plensa instalada frente a la playa del Bogatell. La altura de la figura domina la visión que los barceloneses tienen del Mediterráneo y da la bienvenida a la ciudad a quienes llegan en avión.

Mi paseo suele acabar en la nueva estación de la Sagrera. Es más pequeña de lo que en un principio se dijo, pero después de tantos años de espera ya nadie piensa en eso. El ir y venir de gente que entra y sale del edificio desde el parque construido sobre la playa de vías es continuo. Ha sido un acierto habilitar este gran jardín que separaba históricamente los barrios de Sant Andreu. Es el más grande de Barcelona. Lástima que no se haya encontrado aún la solución para llevarlo más allá del municipio, ya que la zona verde queda cortada súbitamente en el nudo de la Trinitat. En esa nueva área de Barcelona es de visita obligada el museo del Transporte situado debajo del Triangle Ferroviari, que esconde unas joyas históricas que vale la pena ver. Está debajo de la novia , el rascacielos de 143 metros de altura de Frank O. Gehry cubierto de acero inoxidable. El reflejo en él de los rayos de sol lleva a la ensoñación y a pensar en aquellas Barcelonas que pudieron ser y que no son.