Siza, sitio distinto | Reportaje por Luís Alemany

Siza, sitio distinto | Reportaje por Luís Alemany

‘SizaXSiza’ explica la obra del arquitecto portugués a través de seis proyectos y de una larga conversación de 12 horas con Carlos Seoane. Editado por la Fundación Arquia y con prólogo de su discípulo, Souto de Moura, el volumen cuenta con fotografías de Juan Rodríguez y, sobre todo, multitud de dibujos del propio Siza.

Publicado el lunes 23 de noviembre de 2015 en el diario EL MUNDO

Todo el mundo quiere a los chicos que dibujan bien, a los que cogen el rotulador y tienen la mano fácil para pensar garabateando.

Alvaro Siza ya no es un chico, es un señor de 82 años razonablemente bien llevados, pero cualquiera puede buscar sus dibujos y sentir un golpe de simpatía juvenil por él. También aquellos que detestan la arquitectura contemporánea, el esnobismo, la extravagancia y el derroche, sonreirán con los papeles de Siza. En algunos de ellos, él mismo aparece fumando, bebiendo cerveza, dibujandose ante un espejo. Otros representan volúmenes, espacios, paisajes, rayones con tendencia al caos… Cuando Siza habla en español y quiere decir «boceto» utiliza alguna palabra portuguesa que suena algo así como «esquizo». La confusión suena graciosa en la boca del arquitecto, tan sensato, tan antienfático. Esta semana, Siza recibió el homenaje de sus colegas en forma de un libro, SizaXSiza, editado por la Fundación Arquia. Sus esquizos son el hilo conductor en ese relato. «Entré en la Escuela de Arquitectura sin querer ser arquitecto», explicaba Siza el viernes, en Madrid. «Entregué mi primer ejercicio y mi profesor me dijo: ‘Está claro que usted no entiende absolutamente nada de Arquitectura. Vaya a una librería, compre revistas y vea si puede aprender algo’. Y eso hice. Compré una revista de Neutra, otra de Gropius, otra de Aalto y una más en la que no entendí nada. En la de Aalto había un pequeño texto que era una maravilla. Ahí, Aalto explicaba que, cuando se atascaba, empezaba a dibujar sin pensar y así llegaba el click, el momento en el que sabía cómo afrontar el proyecto. El dibujo».

En SizaXSiza también hay fotografías, obra de Juan Rodríguez, y una larga entrevista, 12 horas de entrevista en realidad, dirigida por el arquitecto Carlos Seoane, antiguo empleado del estudio de Siza en Oporto. Seis proyectos, sólo seis, hilan la conversación. «Creo que he hecho 1.500 proyectos. Y de todos ellos, me parece que he construido unos 200». ¿Suficiente para ser un arquitecto feliz? «La felicidad es la otra fase de la infelicidad. También en la arquitectura. Algunos han ido muy bien, son los proyectos que conocemos. Te encuentras de repente con que el cliente era la viuda de un pintor, encantadora, el constructor era maravilloso, el ingeniero, el carpintero, los albañiles… todos buenísimos. Otras veces, las condiciones eran pésimas. Pero bueno, todo se olvida y el recuerdo es
bueno».

Seis proyectos decíamos. El primero es el restaurante de Boanova, una casita con tejado que se levanta en una rocareda sobre el mar. «Tenía 25 años, fue mi primer proyecto público. Era un lugar bellísimo y fue una gran experiencia para mí». El segundo es el conjunto de piscinas de Leça de Palmeira, que también está en el borde del Atlántico. «En parte era una crítica al proyecto anterior, donde había querido ser tan mimético con el paisaje». Siguiente: las casas de Malagueira, un conjunto muy humilde de viviendas para trabajadores en Evora. «Era la época de la Revolución de los Claveles. Allí aprendí a trabajar con los vecinos, a evitar que la arquitectura fuese algo hermético». Y de ahí a Santiago de Compostela: «Fue el primer museo que dibujé y construí. Era una época en la que estaba cansado. Me había caído el sello de ‘arquitecto de viviendas sociales’ y eso no me gustaba mucho. Me acuerdo de que el alcalde era arquitecto, trabajé en un clima de mucha receptividad». Nos quedan dos proyectos: la FAUP, la Escuela de Arquitectura de Oporto, «era la escuela en la que había enseñado. Sabía que habría mucha crítica, mucha exigencia y eso fue un estímulo para mí». Y, por último, la iglesia en Marco de Canavazes. «Decían que cómo iba a hacer un ateo una iglesia. Y yo pensaba: ‘no sé. Tampoco sé si soy ateo’. Investigué mucho: la ciudad, el paisaje, la liturgia. El padre era una persona excelente. Ahora ya no es padre».

La historia de Siza se puede contar a través de sus dibujos, a través de seis proyectos o a través de unas cuantas ideas: una de ellas es la transmisión del conocimiento de maestros a discípulos. Primero fue Fernando Tavora, después fue Siza y después Souto de Moura, el otro pritzker portugués, autor del prólogo de SizaXSiza. «¡Siza me echó de su estudio!», cuenta a menudo Souto y volvió a repetirlo el viernes en Madrid. No debió de ser exactamente así, pero su colega acepta la broma. Ahora, sus dos estudios son vecinos en el mismo edificio: «En Siza no importa la forma, importa la manera, los mecanismos que tiene para resolver los problemas». Souto insiste también en que su maestro ha hecho mucho por Portugal, tanto como «Pessoa, Saramago y Cristiano Ronaldo». Y ojeando SizaXSiza cualquiera entiende que sí, que hay algo de precariedad en sus obras que también conmueve. Casitas de pobres, iglesias de pueblo, restaurantes para domingueros… Entre el proyecto de Boanova y la iglesia del sacerdote en crisis pasaron 31 años: de 1965 a 1996. Ese año, Siza cumplió 63. Ahora, con alguna frecuencia llegan rumores que anuncian que se retira, que lo deja, pero el pasado viernes por la mañana su secretaria atendía al teléfono y, por la tarde, en el anciano arquitecto se reconocía fácilmente al chico de los dibujos.