Hubo un tiempo en que la seña identitaria de nuestra ciudad era la manera colectiva cómo se construía. En los últimos años, hemos pasado del urbanismo que planifica a la gestión que tan sólo imposibilita
Publicado en La Vanguardia el 11 de marzo de 2020
El Ayuntamiento de Barcelona anunció una suspensión de licencias en el ámbito urbanístico del 22@, acotada en el tiempo y en el espacio, cuatro meses y una afectación de la quinta parte de la superficie del distrito urbanístico. La acupuntura aparente de la actuación municipal urbanística compensa las maneras de sus predecesoras: el batiburrillo documental del Plan Especial de Alojamientos Turísticos (Peuat) y la reserva del 30% de vivienda protegida en suelo consolidado sin un reglamento claro que permita desarrollarla.
La improvisación de la política urbanística de Colau acabó afectando indiscriminadamente a proyectos y desarrollos urbanísticos buenos, malos y regulares para la ciudad. Los dogmas ideológicos se antepusieron a la viabilidad de las nuevas normativas. El 30% aprobado definitivamente se convirtió en el 0% de viviendas desarrolladas en la ciudad, y el Peuat, más allá de ajusticiar parte de las irregularidades de la marea de apartamentos turísticos ilegales, paralizó el desarrollo del sector hotelero de la ciudad.
Existe, de nuevo, una enorme contradicción entre los eslóganes políticos y las prácticas urbanísticas que se acometen
Sin embargo, si profundizamos en la última medida y atendemos a sus consecuencias inmediatas, vemos que la hipotética suspensión acotada de licencias del 22@, ha paralizado multitud de desarrollos urbanísticos que en su gestión posterior hubieran generado ese techo residencial que tanto se echa de menos en los márgenes del sector tecnológico.
Existe, de nuevo, una enorme contradicción entre los eslóganes políticos y las prácticas urbanísticas que se acometen. ¿En qué lugares del 22@ ha desarrollado el gobierno local el techo residencial fruto de la cesión del 10% de las operaciones aprobadas los últimos 5 años? ¿Estamos suspendiendo licencias urbanísticas para actualizar la mixtura de usos del sector tecnológico o tranquilizando las conciencias de nuestros gobernantes que se rinden ante los vecinos gentrificados del 22@ que jamás vivieron allí?
El populismo político con que se actúa en todo lo referente a la vivienda ha elegido equivocadamente la gestión urbanística como brazo ejecutor de medidas tan rimbombantes como ineficientes que además han acabado por bloquear una parte importante de la economía productiva de nuestra ciudad.
Tal vez ha llegado el momento en que nuestros políticos asuman con valentía que los problemas de acceso a la vivienda no tienen una solución inmediata que pueda basarse en el urbanismo. No puede ni debe suceder que la próxima medida que tome el gobierno municipal en relación a este tema sea una paralización indiscriminada de todo el sector. Porque de este modo, no solo se habrá perjudicado el desarrollo urbanístico del 22@, sino que en los próximos años no se va a construir allí ni una vivienda más.
Hubo un tiempo en que la seña identitaria de nuestra ciudad era la manera colectiva como se construía. En los últimos años, hemos pasado del urbanismo que planifica a la gestión que tan sólo imposibilita y ese es un lujo que una ciudad pequeña como la nuestra no puede permitirse.