Desde hace un mes, el Mercado del Ninot, en Barcelona, luce nueva fisonomía. Su rehabilitación ha corrido a cargo del estudio de Josep Lluís Mateo, que ha sabido adaptar el inmueble a las actuales necesidades urbanísticas de la ciudad
Publicado el martes 14 de julio de 2015 en el diario ABC
El edificio del Mercado del Ninot, que comenzó a prestar servicio en 1894, fue diseñado por los arquitectos Antoni de Falguera y Joaquim Vilaseca. Dos años antes, el Ayuntamiento de Les Corts (que por entonces no estaba aún unido a la ciudad de Barcelona) decidió su construcción, bautizándolo oficialmente con el nombre de «Mercado del Porvenir» para asociarlo a la idea de la prosperidad atribuida a esa zona. No obstante, siempre ha sido conocido por esa denominación popular, que se debe a la proximidad de una conocida taberna homónima que ofrecía vino a un muy buen precio por estar exenta del impuesto de entrada a la ciudad.
Concebido inicialmente como un mercado de abastos al aire libre, fue reformado en los primeros años de la década de los treinta para convertirlo en un recinto cerrado mediante la construcción de una estructura de encaballadas metálicas formada por tres cuerpos. Uno central, más elevado, y dos laterales subdivididos en dos cubiertas a dos aguas. El conjunto está cerrado por un muro de fábrica y piedra de unos tres metros de altura, y, el resto, con un cerramiento de lamas.
En el corazón de la urbe
El edificio se encuentra hoy emplazado en una zona céntrica y vital de la ciudad, en el distrito del Eixample. Ejecutado entre 2010 y el presente año, el proyecto de rehabilitación planteado por el estudio dirigido por Josep Lluís Mateo ha tenido como eje preservar el carácter del inmueble y su presencia urbana, y ha partido de «la consideración primera de los valores presentes en el mercado existente» y la interpretación de las grandes dimensiones del equipamiento como una gran plaza para uso público. «No cambiamos el volumen, que se percibe; cambiamos las superficies que lo cierran para mejorar las condiciones espaciales y de uso», explica Mateo. En torno a la singularidad de «su volumetría e imponen te estructura metálica», la rehabilitación propuesta recalca esas cualidades del proyecto original e incorpora toda una serie de mejoras estructurales y adaptaciones para las necesidades actuales de uso del mercado (tanto a nivel interno como externo). Las acciones esenciales llevadas a cabo han sido cuatro: el mantenimiento de la estructura original; la reactivación de la piel del edificio y el rediseño de la fachada y las cubiertas; una intervención en los puntos urbanos adyacentes para facilitar el acceso de viandantes y vehículos, con la recuperación de dos plazas laterales; y el aprovechamiento del subsuelo mediante la creación de dos niveles para instalar un supermercado, un aparcamiento, almacenes y espacios de logística.
La planta de mercado se organiza mediante dos núcleos funcionales y de comunicaciones: un nuevo acceso por la calle Mallorca, concebido como «gran espacio-hall abierto», y un cuerpo de oficinas, servicios e instalaciones en el límite sur-interior del edificio. Esto permite liberar todo el espacio para disponer los puestos de venta, acentuando la individualidad de cada uno. «El interior es como una ciudad», dice Mateo.
Importancia de la luz
El recubrimiento externo utilizado –un sistema de lamas perforadas– dota al ámbito interior de una iluminación natural suave con el propósito de reducir el nivel de radiación solar directa (perjudicial para la conservación de los alimentos). Es igualmente fundamental la intervención realizada en la fachada, que ha «recortado» el zócalo para integrar los puestos exteriores, encastándolos. La solución ha permitido ordenar el aspecto visual externo del mercado, a la vez que despeja el espacio de acera. «El mercado se relaciona con la ciudad comunicando su uso; las calles y las plazas ganadas son lugares de intercambio y no sólo de paso». Pocos días después de su inauguración en mayo, el mercado vibraba de actividad, confirmando que su recuperación para la vida local se ha logrado. La veloz apropiación de los vecinos del remozado equipamiento pone de manifiesto que este es el camino: en una capital cuyas políticas urbanas han dado prioridad durante mucho tiempo a la arquitectura de marca, con edificios espectáculo (que en muchos casos han fallado), el Mercado del Ninot corrobora cómo el éxito radica en las decisiones de proximidad, enfocadas por arquitectos sensibles a los ciudadanos y a la ciudad.
Foto de portada d’Adrià Goula