Reproduim aquí una entrevista de Borja Guerrero al nostre associat Patxi Mangado, publicada el passat 5 de juny al diari CincoDías.
¿Cómo calificaría la situación de la profesión en España?
Es una situación agobiada, porque es muy difícil desde el punto de vista estrictamente económico. Esto, que es importante, no lo sería tanto si no se tradujera en una situación de desánimo y culpabilidad completamente injusta, pero hay mucha gente que la asume como si hubiéramos tenido la culpa de este desastre económico. Tengo que decir que la arquitectura como disciplina y los arquitectos poco tienen que ver con los desastres económicos, dirigidos normalmente por el apetito exagerado del beneficio o por la ineficacia, cuando no la corrupción política. Por lo tanto, son tiempos difíciles, pero lo más importante es el estado anímico de los arquitectos y cómo esto incide en algunas de las generaciones mejor preparadas de la historia. Siempre la generación que viene es mejor que la anterior. Están más formados, es un drama que no se encuentren con las oportunidades que nosotros tuvimos. Pero también es una oportunidad para el optimismo. Estamos tan mal que todo lo que nos queda es mejorar.
¿Hay algo positivo en la emigración masiva de jóvenes arquitectos?
Hay una lectura dramática, hay una generación estupenda, bien formada, en la que se ha invertido mucho dinero como para que tenga que marcharse a otro país. También hay otra lectura positiva, y es que en esos países nuestros arquitectos están reconocidos como los mejores del mundo. En Suiza son extraordinariamente aceptados, igual sucede en Alemania. Es cara o cruz. ¿Cuál será el resultado final de la operación? El tiempo lo dirá, pero de esta emigración no todo es negativo ni positivo.
Usted predica la arquitectura de lo común. ¿Quedaron atrás las grandes obras icónicas?
Siempre ha existido la arquitectura de lo común. No se trata de un tránsito, se trata sencillamente de la afirmación de la arquitectura de lo común, que ha permitido servir mejor a la sociedad, resolver mejor nuestras ciudades, nuestros espacios públicos, edificios institucionales, los barrios donde vivimos de manera habitual… Esta arquitectura de lo común no había sido muy importante en los últimos años. No se trata de denostar, destruir o renegar de toda esta gran arquitectura icónica, sino que es una afirmación de lo permanente, de lo sustantivo, de lo que ha hecho que la arquitectura sea importante.
¿Cómo ve la formación de los nuevos arquitectos a raíz de la implantación del Plan Bolonia?
Soy muy crítico con Bolonia. Lo que es apoyo a la falta de exigencia es malo. La universidad se tiene que basar en dos cosas. Primero, en la igualdad de oportunidades. Segundo, en la exigencia. Y Bolonia es la generalización de la formación universitaria sin exigencia. Me parece que las escuelas tienen que volver a orientarse en función de unos criterios que han de ser la exigencia y la investigación. El 80% de las escuelas no tiene ningún sentido, muchas de ellas privadas, surgidas al albur de la especulación inmobiliaria, que no tienen más objetivo que el beneficio económico y donde la inmobiliaria, que no tienen más objetivo que el beneficio económico y donde la formación de los arquitectos no es baja, es bajísima. Creo que esto es negativo para la arquitectura. El 80% tiene bajo nivel, no me interesan. Hay otro 20% muy buenas, muy importantes, con profesores muy comprometidos. Es importante intensificar la formación técnica.
¿Qué papel han de tener los colegios profesionales?
Lo realmente importante está en la formación académica. Me preocupa más que el papel de los colegios profesionales. Podríamos hacer de ellos una valoración muy controvertida. Si esa formación es sólida, el papel de los colegios profesionales es menos relevante. Creo que es importante que haya asociaciones que impliquen el contacto entre arquitectura y que tengan como objetivo la mejora de la arquitectura en la sociedad. Los colegios se han convertido en una suerte de grupos de presión, defendiendo no la calidad de la arquitectura, sino simplemente determinados intereses profesionales. Está bien que existan, pero tienen que acometer una reforma importante.
“Ha primado la imagen sin contenido”
Mangado sostiene que las escuelas de arquitectura “se han equivocado, han confundido investigación seria, intensa, profunda y adaptada a los tiempos con imaginería, con estilo, sin sentido y sin contenido, cuyo objetivo único era ponerla en el mercado como si de una franquicia se tratara”. Por ello, considera que hay “que volver a la arquitectura no de la apariencia, sino del contenido”. “Que, por cierto, es una arquitectura mil veces más exigente, porque exige rigor, investigación, formación y seriedad. Mientras que muchas arquitecturas de los últimos tiempos han sido solo de la apariencia y muy fáciles, a ver quién hacía la cosa más excitante desde el punto de vista de la imagen. Y eso ha producido poco fruto. Que las escuelas de arquitectura cambien su criterio, que los profesores sigan un camino más exigente como docentes y más riguroso académicamente. Esto exige estar muy bien formado. Muchos profesores de las escuelas han confundido arquitectura solo con imagen de arquitectura”, sentencia el arquitecto navarro. Mangado explica que la Fundación Arquitectura y Sociedad hace hincapié en transmitir a los jóvenes “que son gente muy formada, extraordinaria, y prepararles para que cuando la economía se recupere sean los mejores”. “Habrá momentos en que podrán demostrar que son los mejores”, sentencia.