Ante la desesperante falta de viviendas asequibles, bienvenidos sean algunos parches
Publicado en El Periódico el 20 de octubre de 2022 | Imagen de Leonard Beard
Digan lo que digan las estadísticas sobre qué problemas acucian a los barceloneses, el principal es la vivienda. Por encima de la inseguridad o la limpieza. Ni siquiera son comparables. Pero como está asumido que no tiene remedio, ya ni cuenta. Y así van pasando las décadas, sin que se revierta este gravísimo problema. Se está expulsando a los propios ciudadanos, saltándose a la torera un derecho constitucional, pero sobre todo vital. Las administraciones no están cumpliendo la ley.
Algunos datos significativos: en 20 años se ha doblado el precio medio del piso de alquiler en Barcelona, mientras los sueldos han disminuido el 1,1% (precios constantes). Apenas tenemos un 30% de viviendas en alquiler (61% en París, 85% en Berlín). La vivienda de protección no llega aquí al 1,7%, en Viena es del 25%, donde el precio medio del metro cuadrado en 2020 era de 9,9, €, aquí de 16,2 €. Y en contra del bulo de que en Barcelona hay muchos pisos vacíos, apenas hay unos 12.000, por debajo del remanente técnico. Si eres joven y no has heredado un piso de propiedad, lo tienes crudo. Y si quieres alquilar, sométete a un duro casting.
En España tenemos 0,9 viviendas sociales por cada 100 habitantes, en Holanda 12, en Francia 7,5. La inversión del PIB español en vivienda social no llega al 0,1%.
Ante tal problemática, no hay fórmulas mágicas. Lo mejor, es copiar estrategias de países y ciudades que nos llevan ventaja. Y como estamos en emergencia habitacional, tomar medidas variadas, como los alojamientos Aprop (alojamientos de proximidad provisionales) o las cooperativas. En París también se aplica el 30% de vivienda protegida a las nuevas promociones. Pero, sin ir tan lejos, en Euskadi es del 40% desde su Ley del Suelo de 2006, con resultados envidiables.
La conversión de plantas bajas en viviendas es una medida paliativa más. No muy relevante, pues en Barcelona de los 85.500 bajos comerciales solo 16.400 están sin actividad. Ahora bien, los nuevos hábitos de compra on-line auguran un progresivo declive. Los grandes ejes comerciales serán cada vez más caros, pero en las localizaciones alejadas los comercios irían menguando. Convertir una tienda en vivienda es factible y legal, conseguirlo se hace casi imposible. En los últimos cinco años, lo han logrado menos de 1.000 viviendas en Barcelona. Al menos siguiendo el proceso legal, que debe pasar por una petición de cambio de uso, verificar la densidad de la manzana, conseguir permiso de la comunidad, y por supuesto adecuarse a diversas normativas. Como mínimo, tener más de 30 metros cuadrados, al menos cuatro metros de fachada para poder ventilar sala de estar y dormitorio, altura de 2,5 metros, evacuación de cocina y baños, etc. Y eso es difícil en locales estrechos y profundos, a menudo sin fachada posterior ni patios. Puede ser interesante para usos mixtos, como vivienda taller o estudio, útil para profesionales creativos y liberales. Una tipología que había existido, la tienda con vivienda trasera y se fue extinguiendo. Y es ideal para viviendas totalmente accesibles. Comunidades como Castilla y León, Murcia o Valencia están desarrollado normativas específicas para este cambio de uso. En Euskadi, incluso hay subvenciones en determinados emplazamientos. La planta baja de las calles no puede quedar muerta.
Pero también surgen inconvenientes. Está claro que salpicar calles comerciales con viviendas sería un disparate. Genera problemas para viandantes, comerciantes y para los propios inquilinos. Estar a nivel de calle conlleva conflicto. Solo puede hacerse el cambio donde haya encaje en la trama del barrio.
De momento, muchos de estos cambios de uso, debido a la complejidad que comportan, se está haciendo de forma ilegal, creándose verdaderos zulos. Algunos se anuncian con el eufemismo de “ambiente único singular”, “ideal parejas” o el consabido “loft de diseño”. Un espacio desolado y apenas equipado. Y, por supuesto, sin cédula de habitabilidad. En Madrid, en el barrio de Lavapiés, los propios vecinos acaban de detectar más de 350 locales reconvertidos ilegalmente en apartamentos turísticos destrozando la vida comunitaria.
Aparte de parches, el reto es conseguir una política de vivienda que considere como hogares y no como meros productos los lugares donde vivimos.