El futuro de nuestro patrimonio arquitectónico de las últimas décadas tendrá que encontrar fórmulas creativas público-privadas para protegerlo y revitalizarlo.
Como venimos denunciando semanalmente desde Arquitectes per l’Arquitectura de un tiempo a esta parte, mediante el proyecto ‘Entre l’Agressió i l’Oblit’, el futuro de nuestro patrimonio arquitectónico de las últimas décadas tendrá que encontrar fórmulas creativas público-privadas para protegerlo y revitalizarlo.
Publicat el dilluns 19 de febrer de 2018 a La Vanguardia| Anna Fabra Raduà
El tiempo pasa inexorable y las alarmas se empiezan a encender en relación a casas emblemáticas de la Cataluña de los 60 y 70 cuyo estado de degradación les augura lo peor.
Barcelona
La organización Iconic Houses considera la casa Gomis o La Ricarda un icon at risk.
La casa Gomis o La Ricarda, enclavada en el Delta del Llobregat, fue construida entre el 1949 i el 1963 por Antoni Bonet Castellana (1913-89) con la complicidad de sus propietarios. Una casa sofisticada, experimental, orgánica, modular, de una belleza pragmática digna de los grandes arquitectos racionalistas. Además de ser una casa única e irrepetible, La Ricarda fue un espacio abierto a artistas y acompañó propuestas vanguardistas durante los años oscuros del franquismo.
Aun así, la organización Iconic Houses , la red internacional de casas icónicas del siglo XX i XXI, la considera un icon at risk. La familia, consciente del patrimonio que custodia, hace años que busca soluciones con la administración –de momento sin resultado- y mantiene la casa con los ingresos de visitas, alquileres para rodajes y sus aportaciones personales. Sin embargo, La Ricarda es mucho más que una residencia familiar y podría ser un centro cultural de primer orden.
Los Ángeles
En California las iniciativas para preservar y promocionar este patrimonio son principalmente privadas o mixtas.
California fue fértil para el movimiento Mid-Century Modern de diseño y arquitectura (el reflejo estadounidense del estilo Bauhaus, años 1933-1965). Por su forma de entender el patrimonio cultural y su concepción de la filantropía, las iniciativas para preservar y promocionar este patrimonio son aquí principalmente privadas o mixtas.
Dos ejemplos: la Eames House, un hito de la arquitectura residencial, en 2004 se constituyó como fundación, cuenta con el asesoramiento del Getty Conservation Institute, un plan estratégico a largo plazo, un programa de amigos y recibe diez mil visitas al año (la mitad estudiantes); o la James Goldstein House de John Lautner, discípulo de Frank Lloyd Wright, la primera casa que en 2016 quedó asignada por herencia al LACMA, que a largo plazo prevé abrirla al público así como utilizarla para organizar exposiciones, conferencias y actos de captación de fondos.
Qué podemos hacer
El futuro de nuestro patrimonioarquitectónico tendrá que encontrar fórmulascreativas público–privadas para proteger y revitalizar los edificios singulares.
El tiempo pasa inexorable y las alarmas se empiezan a encender en relación a casas emblemáticas de la Cataluña de los 60 y 70 cuyo estado de degradación les augura lo peor. A pesar de que la situación actual no sea favorable, el futuro de nuestro patrimonio arquitectónico de las últimas décadas tendrá que encontrar fórmulas creativas público–privadas para proteger y revitalizar estos edificios singulares y rupturistas —algunos de ellos excepcionales como La Ricarda— que, al fin y al cabo, pertenecen a la historia; nos pertenecen.
Quizás la perspectiva histórica todavía no nos ayuda, pero es nuestro deber tener un papel activo en la preservación de este patrimonio para que lo disfruten las generaciones futuras. Y para eso hará falta protección de las administraciones, sí, buenas políticas fiscales y una Ley de Mecenazgo, también, pero sobre todo divulgación y reconocimiento.
Imagen de archivo de la casa Gomis o la Ricarda (Mané Espinosa)