El arquitecto británico, asociado con el yerno de Slim, se hará cargo de una infraestructura que costará 9.000 millones de dólaresEl arquitecto británico, asociado con el yerno de Slim, se hará cargo de una infraestructura que costará 9.000 millones de dólares
Publicado el jueves, 4 de septiembre en EL PAÍS
JAN MARTÍNEZ AHRENS | La etapa de Enrique Peña Nieto en México ya tiene un símbolo para el futuro: el aeropuerto de la Ciudad de México. Y su autor será uno de los genios de la arquitectura contemporánea: el británico Norman Foster, premio Pritzker, y creador de obras como el Puente del Milenio (Londres), la cúpula del Reichstag (Berlín) o el aeropuerto de Pekín, el mayor del mundo. La decisión fue hecha pública en un solemne acto institucional presidido por Peña Nieto justo al día siguiente de anunciar la puesta en marcha de un potente plan de infraestructuras para reactivar la economía. El aeropuerto está destinado a ser el emblema de esta nueva era de inversión pública. No sólo será la obra de mayor coste y visibilidad, sino que tiene la virtud de encajar como anillo al dedo en la semántica de modernidad y transformación que acompaña los últimos actos gubernamentales y que el presidente ha glosado en el lema “México se mueve”.
La elección de Foster llegó tras un concurso de ideas en el que participaron arquitectos como Zaha Hadid, Richard Rogers o Teodoro González de León. El británico trabajará en asociación con Fernando Romero, yerno del magnate Carlos Slim. La traza de la obra, inspirada en la simbología mexicana del águila y la serpiente, se caracteriza por su amplitud de volúmenes y ligereza de líneas. En la presentación del proyecto, Foster destacó la influencia del exiliado republicano español Félix Candela (1910-1997), cuyas desafiantes estructuras han marcado a generaciones de creadores.
La construcción tendrá un coste inicial de 10.000 millones de dólares (7.600 millones de euros). El objetivo final, a 50 años vista, es que disponga de seis pistas y una capacidad para 120 millones de pasajeros al año (cuatro veces más que el actual). Pero en una primera etapa, la instalación, de una sola terminal, se limitará a dos pistas paralelas, con una separación 1,2 kilómetros, suficientes para dar servicio a 50 millones de viajeros al año y que permitirán despegues y aterrizajes simultáneos. Su apertura, según el secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, requerirá entre cinco y seis años de trabajos, es decir, será posterior a la finalización del mandato de Peña Nieto. La inauguración implicará el cierre del antiguo aeropuerto, cuyos terrenos se reciclarán en jardines y espacios para viviendas. Un aspecto clave del aeropuerto será su respeto medioambiental (emisiones mínimas de dióxido de carbono, producción propia de energía y bajo consumo de agua).
El espacio elegido para el nuevo aeropuerto está situado junto al actual y se extiende desde el Distrito Federal hasta el Estado de México. La superficie es de 12.500 hectáreas, todas ellas de propiedad federal. Para evitar la oposición vecinal, que en la etapa del presidente Vicente Fox (2000-2006) tumbó otro intento similar, el nuevo proyecto prevé no sólo que la instalación esté rodeada de una amplia zona verde que sirva de pulmón y espacio de esparcimiento para la megalópolis, sino también de complejos residenciales y empresariales y hasta una universidad.
Para financiar la construcción, el Ejecutivo mexicano dispone de 4.000 millones de dólares provenientes de recursos fiscales. Los otros 6.000 millones procederán de deuda captada en los mercados. El flujo de capital generado por el actual aeropuerto, a través de las tarifas de uso, cubrirá el servicio de la deuda.
La obra es la joya de la corona del ambicioso plan de infraestructuras que ha planteado Peña Nieto para acabar con la anemia que padece la economía mexicana. Este programa de inversiones supondrá en los próximos cuatro años una inyección de 590.000 millones de dólares (449.000 millones de euros), un 63% procedentes de las arcas públicas. Se trata de uno de los mayores paquetes de inversión de Latinoamérica. Gran parte de este capital se destinará a la mejora de comunicaciones y transportes, sobre todo, carreteras, trenes y puertos.
Este masivo chorro de dinero en obra pública ha atraído la atención de gobiernos y empresas de todo el mundo, entre ellos, el español. La ministra de Fomento, Ana Pastor, de visita en México junto a los presidentes de Renfe y AENA, recordó el interés de España por participar en el plan y la fortaleza de sus empresas públicas y privadas en los sectores implicados. En Fomento se sigue con especial atención el desarrollo del nuevo aeropuerto, cuya parte operacional es codiciada por AENA, que ya participa junto a la Administración mexicana como socio operador de la zona del Caribe, una de las tres en que se divide México.
Foto portada extraida de El País | Foster, el segundo por la izquierda, le explica a Peña Nieto el proyecto / Foto: Efe | Vídeo: Reuters Live!
Publicado el jueves, 4 de septiembre en EL PAÍS
JAN MARTÍNEZ AHRENS | La etapa de Enrique Peña Nieto en México ya tiene un símbolo para el futuro: el aeropuerto de la Ciudad de México. Y su autor será uno de los genios de la arquitectura contemporánea: el británico Norman Foster, premio Pritzker, y creador de obras como el Puente del Milenio (Londres), la cúpula del Reichstag (Berlín) o el aeropuerto de Pekín, el mayor del mundo. La decisión fue hecha pública en un solemne acto institucional presidido por Peña Nieto justo al día siguiente de anunciar la puesta en marcha de un potente plan de infraestructuras para reactivar la economía. El aeropuerto está destinado a ser el emblema de esta nueva era de inversión pública. No sólo será la obra de mayor coste y visibilidad, sino que tiene la virtud de encajar como anillo al dedo en la semántica de modernidad y transformación que acompaña los últimos actos gubernamentales y que el presidente ha glosado en el lema “México se mueve”.
La elección de Foster llegó tras un concurso de ideas en el que participaron arquitectos como Zaha Hadid, Richard Rogers o Teodoro González de León. El británico trabajará en asociación con Fernando Romero, yerno del magnate Carlos Slim. La traza de la obra, inspirada en la simbología mexicana del águila y la serpiente, se caracteriza por su amplitud de volúmenes y ligereza de líneas. En la presentación del proyecto, Foster destacó la influencia del exiliado republicano español Félix Candela (1910-1997), cuyas desafiantes estructuras han marcado a generaciones de creadores.
La construcción tendrá un coste inicial de 10.000 millones de dólares (7.600 millones de euros). El objetivo final, a 50 años vista, es que disponga de seis pistas y una capacidad para 120 millones de pasajeros al año (cuatro veces más que el actual). Pero en una primera etapa, la instalación, de una sola terminal, se limitará a dos pistas paralelas, con una separación 1,2 kilómetros, suficientes para dar servicio a 50 millones de viajeros al año y que permitirán despegues y aterrizajes simultáneos. Su apertura, según el secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, requerirá entre cinco y seis años de trabajos, es decir, será posterior a la finalización del mandato de Peña Nieto. La inauguración implicará el cierre del antiguo aeropuerto, cuyos terrenos se reciclarán en jardines y espacios para viviendas. Un aspecto clave del aeropuerto será su respeto medioambiental (emisiones mínimas de dióxido de carbono, producción propia de energía y bajo consumo de agua).
El espacio elegido para el nuevo aeropuerto está situado junto al actual y se extiende desde el Distrito Federal hasta el Estado de México. La superficie es de 12.500 hectáreas, todas ellas de propiedad federal. Para evitar la oposición vecinal, que en la etapa del presidente Vicente Fox (2000-2006) tumbó otro intento similar, el nuevo proyecto prevé no sólo que la instalación esté rodeada de una amplia zona verde que sirva de pulmón y espacio de esparcimiento para la megalópolis, sino también de complejos residenciales y empresariales y hasta una universidad.
Para financiar la construcción, el Ejecutivo mexicano dispone de 4.000 millones de dólares provenientes de recursos fiscales. Los otros 6.000 millones procederán de deuda captada en los mercados. El flujo de capital generado por el actual aeropuerto, a través de las tarifas de uso, cubrirá el servicio de la deuda.
La obra es la joya de la corona del ambicioso plan de infraestructuras que ha planteado Peña Nieto para acabar con la anemia que padece la economía mexicana. Este programa de inversiones supondrá en los próximos cuatro años una inyección de 590.000 millones de dólares (449.000 millones de euros), un 63% procedentes de las arcas públicas. Se trata de uno de los mayores paquetes de inversión de Latinoamérica. Gran parte de este capital se destinará a la mejora de comunicaciones y transportes, sobre todo, carreteras, trenes y puertos.
Este masivo chorro de dinero en obra pública ha atraído la atención de gobiernos y empresas de todo el mundo, entre ellos, el español. La ministra de Fomento, Ana Pastor, de visita en México junto a los presidentes de Renfe y AENA, recordó el interés de España por participar en el plan y la fortaleza de sus empresas públicas y privadas en los sectores implicados. En Fomento se sigue con especial atención el desarrollo del nuevo aeropuerto, cuya parte operacional es codiciada por AENA, que ya participa junto a la Administración mexicana como socio operador de la zona del Caribe, una de las tres en que se divide México.