Publicat el 9 d’abril del 2014 a La Vanguardia
Repensar la praxis arquitectónica 17 Escuelas y facultades alientan programas innovadores Publicado el 9 de abril del 2014 en La Vanguardia
Repensar la praxis arquitectónica 17 Escuelas y facultades alientan programas innovadores
Otro de los factores clave para la renovación de la praxis de la arquitectura radica en los experimentos pedagógicos en las escuelas. Repasando la historia, gran parte de la arquitectura pública de la sociedad industrial del siglo XIX pudo hacerse gracias al sistema compositivo racional que el arquitecto J.N.L. Durand inventó para formar ingenieros civiles en la École Royale Polytechnique de París en la primera década del siglo. La escuela de la Bauhaus, con sus tres sedes consecutivas en Alemania, aglutinó gran parte de la renovación conceptual, formal y estética de la primera mitad del siglo XX, con las directrices pedagógicas vanguardistas de arquitectos y artistas como Walter Gropius o Lászlo Moholy-Nagy.
Durante las últimas décadas se ha comprobado el efecto renovador de la imaginación arquitectónica a partir de escuelas como la Cooper Union de Nueva York, dirigida por John Hejduk desde 1975 hasta su muerte en el 2000, y de la que han salido arquitectos como Elisabeth Diller, Ricardo Scofidio o Laurie Hawkinson. También durante décadas se ha visto la influencia de la Architectural Association de Londres, en especial en los 70 y 80, cuando estaba dirigida por Alvin Boyarsky y había profesores como Bernard Tschumi y Zaha Hadid.
De todas maneras, el ejemplo más emblemático en EE.UU. es el del Rural Studio, por plantear una vanguardia arquitectónica relacionada con la realidad social del contexto próximo. Rural Studio fue iniciado en 1993 por el arquitecto Samuel Mockbee, con la colaboración de Dennis K. Ruth, en la zona rural pobre y pantanosa del Misisipi, dentro de la Universidad de Auburn, en Alabama. Tras la muerte de Mockbee en el 2001 la escuela, basada en el reciclaje y la cooperación social con el entorno, ha continuado en una segunda etapa.
También en Argentina han proliferado las experiencias renovadoras, de gran influencia, como la de la Escuela de Arquitectura de Tucumán, creada a fines de los 40, durante la eclosión del peronismo, como una nueva Bauhaus en Sudamérica. Uno de los más destacados profesores en Tucumán, Enrico Tedeschi, procedente de Italia, se afincó en Mendoza para fundar en 1961 una nueva Facultad de Arquitectura, atenta a la escala urbana y al medio ambiente; la decisión era adecuada al radicarse en un territorio en el que los pocos oasis creados por el ser humano son fuente de riqueza agrícola y asentamientos urbanos. Ya en los 90, el Instituto del Diseño, en la Facultad de Arquitectura en la Universidad Católica de Córdoba, creado por César Naselli, discípulo de Marina Waisman, ha seguido el objetivo de estos laboratorios pedagógicos necesarios; en este caso de Córdoba, profundizando certeramente en los orígenes de las ideas y procesos creativos generadores del diseño, y estimulando una amplia escuela de profesores y arquitectos, como Mónica Bertolino e Inés Moisset.
Uno de los países más prolíficos en materia de ensayos pedagógicos es Chile. Su ejemplo de renovación pedagógica más emblemático ha sido la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, creada a partir de una línea autónoma de enseñanza, ideada por el arquitecto Alberto Cruz Covarrubias, junto a un grupo de profesores que, a partir de 1952, impulsaron dicho experimento. En 1965, el poeta argentino Godofredo Iommi creó el poema Amereida, recreando una Eneida fundacional para América, iniciándose las travesías por el paisaje interior. Y en 1970 se fundó la Ciudad Abierta, una serie de edificios autoconstruidos aislados y semienterrados para la enseñanza, la creatividad y la residencia, sobre la arena, en la costa, sin trazado urbano ni calles. También la influencia durante décadas de esta escuela conceptual, basada en una visión poética de la realidad y en un reciclaje inspirado en la vivienda popular de Valparaíso, se ha notado en gran parte de la arquitectura chilena.
Esta experiencia pionera y fundacional ha tenido continuidad en otras escuelas chilenas de arquitectura, también basadas en el reciclaje, la imaginación y la acción social, como las de Talca y Bio Bio. La Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, fundada por Juan Román en 1999, quien estudió arquitectura en Valparaíso, acaba de publicar un libro sobre su modelo: Talca. Cuestión de Educación. Matter of Education (2013). En Talca se promueve una arquitectura en diálogo con el paisaje, desde una condición rural y con voluntad de servicio a las comunidades, intentando que los proyectos finales de carrera se puedan construir, con presupuestos ajustados.
Encontramos, en definitiva, dos tipos de experiencias que han concentrado el esfuerzo pedagógico de ciertas escuelas: renovaciones desde la experiencia de la forma (Architectural Assotiation, Cooper Union, Instituto de Diseño en Córdoba) y una actividad dirigida a las mejoras sociales del entorno (Rural Studio, Talca).
Entre ambos polos también es posible que escuelas de mayor tamaño y más larga trayectoria dediquen parte de sus estudios y proyectos a experimentar con la realidad y la acción. En la Facultad de Arquitectura de la UBA (Universidad de Buenos Aires), el compromiso social y político de ciertos arquitectos les lleva a actuar desde sus cátedras, proponiendo estudios de la realidad más depauperada, de la que deriven alternativas de acción a escala urbana, como es la propuesta para la transformación de la Villa 31, unas de las mayores y céntricas villas miseria de Buenos Aires, realizada por la cátedra dirigida por Javier Fernández Castro; o la propuesta académica del Taller Proyecto Habitar, dirigido por Eugenia Jaime y Julián Salvarredy, que implica un compromiso personal al ser una materia optativa para los estudiantes, en la que se estudian las realidades habitacionales de las poblaciones más necesitadas, ofreciendo soluciones. O como algunas asignaturas optativas y líneas de proyectos final de carrera en la Escuela de Arquitectura de Barcelona (ETSAB), en las que se visibilizan las relaciones con la política, se implementan objetivos sociales de cooperación o se fomentan proyectos de rehabilitación y arquitectura sostenible. Destacan las optativas dictadas por la arquitecta Sandra Bestraten, de la que ya se ha hablado en esta serie: a partir de proyectos de cooperación, con apoyo del Centro de Cooperación para el Desarrollo de la Universidad Politècnica de Catalunya (UPC), se ha intervenido en realidades de América, África y, en Barcelona, en Ca la Dona.
En cualquier caso, incluso para las escuelas antiguas, y no digamos las de reciente creación, el panorama de experimentos de docencia está abierto y puede ser la base de la arquitectura futura.
Otro de los factores clave para la renovación de la praxis de la arquitectura radica en los experimentos pedagógicos en las escuelas. Repasando la historia, gran parte de la arquitectura pública de la sociedad industrial del siglo XIX pudo hacerse gracias al sistema compositivo racional que el arquitecto J.N.L. Durand inventó para formar ingenieros civiles en la École Royale Polytechnique de París en la primera década del siglo. La escuela de la Bauhaus, con sus tres sedes consecutivas en Alemania, aglutinó gran parte de la renovación conceptual, formal y estética de la primera mitad del siglo XX, con las directrices pedagógicas vanguardistas de arquitectos y artistas como Walter Gropius o Lászlo Moholy-Nagy.
Durante las últimas décadas se ha comprobado el efecto renovador de la imaginación arquitectónica a partir de escuelas como la Cooper Union de Nueva York, dirigida por John Hejduk desde 1975 hasta su muerte en el 2000, y de la que han salido arquitectos como Elisabeth Diller, Ricardo Scofidio o Laurie Hawkinson. También durante décadas se ha visto la influencia de la Architectural Association de Londres, en especial en los 70 y 80, cuando estaba dirigida por Alvin Boyarsky y había profesores como Bernard Tschumi y Zaha Hadid.
De todas maneras, el ejemplo más emblemático en EE.UU. es el del Rural Studio, por plantear una vanguardia arquitectónica relacionada con la realidad social del contexto próximo. Rural Studio fue iniciado en 1993 por el arquitecto Samuel Mockbee, con la colaboración de Dennis K. Ruth, en la zona rural pobre y pantanosa del Misisipi, dentro de la Universidad de Auburn, en Alabama. Tras la muerte de Mockbee en el 2001 la escuela, basada en el reciclaje y la cooperación social con el entorno, ha continuado en una segunda etapa.
También en Argentina han proliferado las experiencias renovadoras, de gran influencia, como la de la Escuela de Arquitectura de Tucumán, creada a fines de los 40, durante la eclosión del peronismo, como una nueva Bauhaus en Sudamérica. Uno de los más destacados profesores en Tucumán, Enrico Tedeschi, procedente de Italia, se afincó en Mendoza para fundar en 1961 una nueva Facultad de Arquitectura, atenta a la escala urbana y al medio ambiente; la decisión era adecuada al radicarse en un territorio en el que los pocos oasis creados por el ser humano son fuente de riqueza agrícola y asentamientos urbanos. Ya en los 90, el Instituto del Diseño, en la Facultad de Arquitectura en la Universidad Católica de Córdoba, creado por César Naselli, discípulo de Marina Waisman, ha seguido el objetivo de estos laboratorios pedagógicos necesarios; en este caso de Córdoba, profundizando certeramente en los orígenes de las ideas y procesos creativos generadores del diseño, y estimulando una amplia escuela de profesores y arquitectos, como Mónica Bertolino e Inés Moisset.
Uno de los países más prolíficos en materia de ensayos pedagógicos es Chile. Su ejemplo de renovación pedagógica más emblemático ha sido la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, creada a partir de una línea autónoma de enseñanza, ideada por el arquitecto Alberto Cruz Covarrubias, junto a un grupo de profesores que, a partir de 1952, impulsaron dicho experimento. En 1965, el poeta argentino Godofredo Iommi creó el poema Amereida, recreando una Eneida fundacional para América, iniciándose las travesías por el paisaje interior. Y en 1970 se fundó la Ciudad Abierta, una serie de edificios autoconstruidos aislados y semienterrados para la enseñanza, la creatividad y la residencia, sobre la arena, en la costa, sin trazado urbano ni calles. También la influencia durante décadas de esta escuela conceptual, basada en una visión poética de la realidad y en un reciclaje inspirado en la vivienda popular de Valparaíso, se ha notado en gran parte de la arquitectura chilena.
Esta experiencia pionera y fundacional ha tenido continuidad en otras escuelas chilenas de arquitectura, también basadas en el reciclaje, la imaginación y la acción social, como las de Talca y Bio Bio. La Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, fundada por Juan Román en 1999, quien estudió arquitectura en Valparaíso, acaba de publicar un libro sobre su modelo: Talca. Cuestión de Educación. Matter of Education (2013). En Talca se promueve una arquitectura en diálogo con el paisaje, desde una condición rural y con voluntad de servicio a las comunidades, intentando que los proyectos finales de carrera se puedan construir, con presupuestos ajustados.
Encontramos, en definitiva, dos tipos de experiencias que han concentrado el esfuerzo pedagógico de ciertas escuelas: renovaciones desde la experiencia de la forma (Architectural Assotiation, Cooper Union, Instituto de Diseño en Córdoba) y una actividad dirigida a las mejoras sociales del entorno (Rural Studio, Talca).
Entre ambos polos también es posible que escuelas de mayor tamaño y más larga trayectoria dediquen parte de sus estudios y proyectos a experimentar con la realidad y la acción. En la Facultad de Arquitectura de la UBA (Universidad de Buenos Aires), el compromiso social y político de ciertos arquitectos les lleva a actuar desde sus cátedras, proponiendo estudios de la realidad más depauperada, de la que deriven alternativas de acción a escala urbana, como es la propuesta para la transformación de la Villa 31, unas de las mayores y céntricas villas miseria de Buenos Aires, realizada por la cátedra dirigida por Javier Fernández Castro; o la propuesta académica del Taller Proyecto Habitar, dirigido por Eugenia Jaime y Julián Salvarredy, que implica un compromiso personal al ser una materia optativa para los estudiantes, en la que se estudian las realidades habitacionales de las poblaciones más necesitadas, ofreciendo soluciones. O como algunas asignaturas optativas y líneas de proyectos final de carrera en la Escuela de Arquitectura de Barcelona (ETSAB), en las que se visibilizan las relaciones con la política, se implementan objetivos sociales de cooperación o se fomentan proyectos de rehabilitación y arquitectura sostenible. Destacan las optativas dictadas por la arquitecta Sandra Bestraten, de la que ya se ha hablado en esta serie: a partir de proyectos de cooperación, con apoyo del Centro de Cooperación para el Desarrollo de la Universidad Politècnica de Catalunya (UPC), se ha intervenido en realidades de América, África y, en Barcelona, en Ca la Dona.
En cualquier caso, incluso para las escuelas antiguas, y no digamos las de reciente creación, el panorama de experimentos de docencia está abierto y puede ser la base de la arquitectura futura.