Esta periodista, escritora y comisaria lleva tres décadas mediando entre la arquitectura y el público, dos mundos que no siempre se han sabido entender y que ella reconcilia a base de rigor, cultura y sensatez
Publicat a el País el 15 d’agost de 2019
Hablar de Anatxu Zabalbeascoa (Barcelona, 1966) es hablar de una rara avisen el mundo del diseño y la arquitectura. Sus libros (más de una docena), su labor como presidenta del jurado del premio internacional Loewe Craft Prize o como comisaria de exposiciones en el Museo Reina Sofía o el MACBA, sus artículos en EL PAÍS e incluso sus columnas para esta revista son hitos que jalonan su mayor logro hasta la fecha: ser una voz crítica y al tiempo respetada por el sector.
Licenciada en Periodismo y en Historia del Arte, acaba de ser nombrada Colegiada de Honor por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, un reconocimiento que recibe con sorpresa, “con respeto hacia la profesión de los arquitectos y con orgullo de que rompan su endogamia para considerar nuestro trabajo en relación al suyo”, explica. “Yo empecé escribiendo mi primer libro, The new Spanish architecture(1992), sabiendo muy poco y lo terminé con mucha información. Tengo el privilegio de aprender cada día con mi trabajo”.
¿Cómo acogieron los arquitectos la idea de que una persona ajena al gremio escribiera sobre ellos? Siempre me ha interesado mucho la parte personal de la arquitectura. En arquitectura, el contexto solía ser físico: la calle o el paisaje que rodea un edificio. Pero se despreciaba el contexto personal de los autores, que es algo que se estudia en casi todas las disciplinas. La biografía de los autores la consideraban cotilleo. Y yo defiendo que no es casualidad que Louis Kahn fuera el primer arquitecto moderno que vivió en un piso de protección oficial. Kahn dedicó la primera década de su vida a hacer vivienda social. Eso le permitió madurar como arquitecto y, cuando pudo hacer grandes edificios, domesticó la modernidad, la dotó del aire atemporal que tienen los grandes monumentos del mundo.
Los arquitectos no siempre se han esforzado en hacerse entender. ¿Están cambiando las cosas? Sí. Ya no hay obras menores: nadie desprecia un baño o una reforma. Eso da un sentido de la realidad muy potente, es un ejercicio de cuidado, humildad y respeto al esfuerzo ajeno por pagar las obras. La mayoría de arquitectos son muy responsables, pero se suele hablar de los especiales, de los arrogantes, como si esa actitud estuviera generalizada, y lo que se les afea son anécdotas que se cuentan como chistes. Por ejemplo, cuando a Frank Lloyd Wright le dijeron que había una gotera sobre la mesa del comedor, y dijo: “Pues mueva la mesa”. Cuando te entra agua por una ventana lo que quieres es que deje de entrar y que el arquitecto no se desentienda. ¿No?
¿Qué tal se lleva la arquitectura con los medios? Ahora se habla más de arquitectura. Antes solo eran noticia los hitos y las desgracias. Por ejemplo, el edificio HSBC de Norman Foster es una obra maestra, pero a mediados de los ochenta salió en los medios porque era el más caro del mundo. Esa arquitectura de récord Guinness hizo que en las escuelas se enseñara a ser arquitecto estrella, en lugar de arquitecto. Las cosas han cambiado mucho. Hay una ambición de ayudar muy generalizada.
¿Puede haber crítica de un edificio sin visitarlo? No lo creo. Puedes hacer información. Criticar sin visitar es desinformación.
¿Qué debemos aprender de los arquitectos? Pueden enseñarnos muchísimo, porque su formación es extraordinaria. Tienen una cultura muy amplia y perspectiva para actuar a largo plazo. Lo positivo sería poner todo ese conocimiento al servicio de la sociedad. Hay arquitectos que cambian la manera de vivir de la gente.
¿Cuáles son sus favoritos? A veces, los arquitectos se olvidan de responder las preguntas básicas. Por ejemplo, cómo se limpia un edificio, que es algo que yo me pregunto cada vez que paso por la ampliación del Reina Sofía de Jean Nouvel. Mis arquitectos favoritos son los que prevén el uso y el mantenimiento. Como Herzog & De Meuron. He conocido dos estudios españoles absolutamente sobresalientes: Enric Miralles y ahora Selgascano. Entienden la naturaleza y la industria, la tradición, la escasez y la importancia de los símbolos. Su arquitectura es una celebración.