El uso de la tecnología puede transformar sectores como el del reparto de mercancías para reducir la contaminación
Publicado en La Vanguardia el 31 de octubre de 2020 | José Polo
Tres de cada cuatro personas del continente viven en ciudades, pero en la rifa de los fondos europeos de recuperación son los estados y las regiones los que tienen el derecho a pujar. Los grandes ayuntamientos levantan la mano para reivindicar su papel y los sectores económicos que tienen su razón de ser en las acumulaciones urbanas buscan la manera de aprovechar una oportunidad que nadie quiere dejar escapar.
“Está demostrado que cada euro invertido en innovación en una ciudad tiene más retorno que si se hace a nivel de región”, indica Daniel Serra, del EIT Urban Mobility, el laboratorio de innovación de más reciente creación de la Unión Europea, instalado en Barcelona desde hace dos años y cuya misión es “transformar las ciudades en lugares neutros en carbono actuando sobre la movilidad”.
Tomando como punto de partida el objetivo de conseguir unos lugares más habitables y conectados, las aproximaciones posibles a los fondos europeos desde el sector de las ciudades inteligentes son muy diversas. “La smart city es un concepto poliédrico. Hablamos de movilidad, pero también de amabilidad, de participación ciudadana…”, define Esteve Almirall, director del centro de innovación en ciudades de Esade, para quien “hay cosas mucho más interesantes que incorporar sensores en todos lados”.
Los sensores fueron los protagonistas del sector cuando emergió hace una década. En la primera edición del salón Smart City Expo World Congress de Fira de Barcelona, en el 2010, los expositores mostraban con orgullo los aparatos que pretendían instalar por toda la ciudad. Con el paso del tiempo, la industria de los sensores dejó paso a las soluciones. Ahí está ahora la cuestión, en la aplicación. Los datos (el petróleo del siglo XXI) y lo que se hace con ellos es la verdadera clave de las ciudades inteligentes. El qué se impone al cómo. Para Tomás Díez, director del Fab Lab de Barcelona, “las smart cities son como el sexo en la adolescencia, todo el mundo habla de ello, pero nadie lo ha hecho de verdad, y esto se debe a que no hay un concepto, sino interpretaciones del mismo”.
Del sensor a los datos
Los proyectos que marcan la pauta en el sector de las ‘smart cities’ son aquellos que aportan soluciones concretas a retos comunes a partir de la explotación de los datos
Dentro de ese halo de indefinición mucho más etéreo que las anteriores temáticas tratadas en esta serie de reportajes de La Vanguardia , el sector de las smart cities puede enmarcar gran parte de sus propuestas en los grandes cajones de sastre de la transición ecológica y la digitalización, dos de los principales ámbitos que estructuran los fondos del plan europeo de recuperación.
“La mejora de Rodalies, por ejemplo, es una cuestión crucial desde el punto de vista de las ciudades inteligentes porque permitiría solucionar el complicado problema de la movilidad en la región metropolitana y eso ayudaría a avanzar hacia el objetivo de una ciudad climáticamente neutra”, ejemplifica Pilar Conesa, directora general de la consultoría de ciudades inteligentes de Anteverti, dejando claro que cuando se habla de este tema se va mucho más allá de las fronteras administrativas de la capital. Se hace imprescindible tener visión metropolitana para afrontar los retos del presente.
La movilidad urbana es una de las cuestiones centrales que optan a financiación europea. La construcción de nuevas infraestructuras es la vía fácil y más visible, pero hay otras aproximaciones que le pueden dar la vuelta a las ciudades sin necesidad de poner en marcha una tuneladora. “Necesitamos pensar menos en infraestructuras y más en servicios”, resume Daniel Serra. El ejemplo más claro es la logística urbana. Las calles se están viendo desbordadas por las furgonetas que van llevando paquetes hasta la puerta de las casas de los compradores. Representan el 20% de la circulación en Barcelona y un porcentaje aún mayor de la contaminación derivada del tráfico. La ejecución de proyectos de reparto de la llamada última milla mediante nuevos nodos de distribución y vehículos ecológicos es una de las opciones con mayor capacidad de transformación de las urbes. Es un aspecto en el que lleva trabajando el Ayuntamiento de Barcelona desde hace años pero sin acabar de darle el empujón necesario para hacerlo realidad pese a tener todos los estudios.
La presencia del EIT Urban Mobility en Barcelona puede ayudar de manera importante al cambio planteado por Bruselas. Desde el laboratorio europeo de movilidad urbana acompañan a empresas emergentes que aportan soluciones en el campo de la movilidad y, a la vez, trabajan con las grandes compañías en materia de innovación, así como con las administraciones competentes. Tanto con las grandes empresas como con las emergentes, la clave pasa por la capacidad de tener datos e interpretarlos de forma adecuada. Serra considera que la combinación del big data y la inteligencia artificial puede dar grandes resultados en cuestiones de calado urbano.
Un concepto válido en cualquier apartado
Las mejoras en las ciudades pueden incluirse en cualquier aproximación a los fondos, ya que van desde la potenciación del transporte público hasta la digitalización del pequeño comercio
El problema es que los datos de mayor calidad actualmente los tienen Amazon o Google en lugar del Ayuntamiento. Para ello, el director de innovación del EIT barcelonés insta a “llevar la colaboración público-privada a muy alto nivel y acordar nuevos modelos de cogobernanza que permitan a la administración disponer de los datos necesarios para tomar las decisiones de mejora”. Hablamos por ejemplo de conocer al detalle los puntos en los que se produce una mayor demanda de comercio electrónico y no hay suficiente espacio de carga y descarga, o de la información que aportan las tarjetas de crédito sobre la actividad comercial de una calle en la que se ha hecho una actuación urbanística para ver si favorece o perjudica al tejido comercial.
Aunque la gestión de la información es un aspecto importante, también se postulan para los fondos europeos actuaciones más visibles. La renovación de las flotas de las empresas de autobuses es un camino en el que ya se está avanzando desde compañías como Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). En cambio, no se va a la misma velocidad con el vehículo privado. “Hay que impulsar la electrificación con puntos de recarga”, pide Esteve Almirall. Como pasa en muchos otros campos, hay proyectos que ya están estudiados, simplemente necesitan una inyección de capital privado para convertirse en realidad, además del visto bueno de la administración. Los fondos europeos pueden facilitar las cosas a los primeros y convencer a los segundos. “Que en Barcelona no haya servicio de coche compartido es demencial. No es que estemos a la cola, sino lo siguiente”, subraya el profesor de Esade, que considera que “Barcelona todavía goza de una buena posición, sobre todo por el trabajo de la Smart City Expo, pero últimamente va muy a remolque y falta que la administración acompañe”.
Ese diagnóstico se puede aplicar a la movilidad urbana pero también al resto del universo que conforman las ciudades inteligentes. Al fin y al cabo, el concepto fundamental alrededor del que gira tanto el sector de las smart cities como los fondos europeos es la transformación digital. Pilar Conesa ve grandes posibilidades para el pequeño comercio, que puede hacer frente a los gigantes de la venta digital, así como a la transformación de la industria. También apunta al sector de la vivienda “hacia una mayor eficiencia energética” y a la evolución del mercado laboral. “Es transformación digital pero también un cambio de cultura de las empresas y de la administración pública, que deben ayudar a un mayor equilibrio territorial”, señala Conesa, poniendo como ejemplo la posibilidad de habilitar distintos edificios en la región metropolitana para que los funcionarios trabajen desde el más cercano a su domicilio.
En este sentido, el director del Fab Lab de Barcelona, Tomás Díez, asegura que es “fundamental cambiar el modelo de producción y consumo en las ciudades a través del uso de nuevas tecnologías como la fabricación digital, biología sintética, el blockchain o la inteligencia artificial”. Díez, que también es profesor permanente del Instituto de Arquitectura Avanzada de Catalunya (IACC), asume que estos retos necesitarán “décadas de trabajo” y remarca que se debe avanzar en “infraestructuras, aprendizaje, innovación, estrategias urbanas y políticas públicas”. Para ello, define a los ateneos de fabricación como una de las “piedras angulares” para llegar a la ciudadanía.
Cambio de paradigma
La transformación digital de las urbes representa también un cambio cultural en aspectos tan cotidianos como el modo de desplazamiento, el tipo de vivienda o la manera de trabajar
Tanta transformación digital y tanto avance tienen un peligro: la brecha digital. A mayor aceleración del cambio, más riesgo de desigualdad social. Por eso, las estrategias de inclusión digital que trabajan desde hace años las administraciones y fundaciones como la Mobile World Capital se hacen cada vez más imprescindibles. Si no, el futuro tendrá ciudades más inteligentes pero también aún más desiguales.