Tras años de investigación en el IAAC y en Valldaura Labs, el tiempo le ha dado la razón al arquitecto valenciano en su apuesta por ciudades autosuficientes que generen sus propios recursos
Publicado en Arquitectura y Diseño el 15 de junio de 2021 | Marta Pons
La actitud y la trayectoria de Vicente Guallart (Valencia, 1963), más que visionarias, corresponden a la de un penseur de la arquitectura. Su mirada larga se fundamenta en cuatro pilares: la investigación, la experimentación, la reflexión y la conversación, que promueve el Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC) del que es cofundador.
Ya en 2011, Guallart escribió La ciudad autosuficiente, publicado por RBA. Así se llama también uno de sus últimos proyectos en China. Se trata de un barrio de viviendas autosuficientes en Xiong’an, a 100 kilómetros de Beijing, donde llevará a la práctica los principios de las biociudades ensayados en Valldaura Labs. Desde hace diez años dirige este campus del IAAC en pleno Parque Natural de Collserola, en Barcelona, un gran laboratorio de autosuficiencia que combina el back to basics con las tecnologías del futuro.
Vicente Guallart fue arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona entre 2011 y 2015, y apuesta por la renaturalización de las ciudades para que capturen el carbono en lugar de emitirlo. En su despacho, Guallart Architects, tiene varios proyectos internacionales sobre la mesa. Entre los más próximos figura una escuela en África.
El escenario de pandemia ha comportado más conciencia sobre dónde y cómo habitamos. ¿Está cambiando también la manera de proyectar los edificios?
Sí, la humanización de la arquitectura es muy importante, y los arquitectos tenemos la misión de modelar la forma en que vivimos. Con esa idea fundamos el IAAC en 2001, para estudiar cómo las tecnologías de la información cambiarían la manera de hacer arquitectura y hacer ciudades. Hoy en día el potencial del mundo digital ya es una realidad conocida y debemos utilizarlo para acelerar de manera radical los proyectos ecológicos. El mundo ha cambiado, vivimos un momento de transformación general a nivel global y debemos actuar en consecuencia.
¿Cómo ve este cambio estructural alguien que conoce bien las estructuras?
Creo que el gran cambio ahora consiste en el desarrollo de la bioeconomía, las nature-based solutions y hacer ciudades de emisiones cero. Debemos renaturalizar los entornos urbanos para que fomenten la biodiversidad y la vida, que capturen el carbono y no lo emitan. Durante años hemos debatido el concepto de que los edificios deberían ser árboles y las ciudades, bosques. Proyectar los edificios como organismos vivos que participen productivamente en su entorno.
En 2008, cuando proyectamos la casa solar FabLab House, el primer edificio autosuficiente construido en Barcelona, nos dimos cuenta de que los edificios deberían generar su energía y poder almacenarla en baterías, como hacen los árboles que capturan la energía por las hojas y la envían a las raíces. E igual que los árboles producen frutos, nosotros debemos producir energía y alimentos para el autoabastecimiento.
¿Qué papel juega la bioeconomía circular en ello?
Es fundamental cambiar el paradigma de la industrialización del siglo XX para que la industria del siglo XXI desarrolle la bioeconomía circular y utilice materiales locales. En el caso de la construcción, probablemente la madera será el material a emplear, así que en Valldaura ya hemos empezado a asumir este reto de aprender a experimentar el ciclo completo de la materia, desde la gestión forestal sostenible hasta la construcción de edificios.
¿Así habéis creado The Voxel, la cabaña para cuarentenas?
Por primera vez la madera no ha salido de un radio de 500 metros y con la trazabilidad sabemos de qué lugar ha venido cada pequeño trozo de madera. Porque hoy en día el diseño se define mucho más por el proceso que no por el objeto. Entonces en este proceso que desarrollas para llegar a transformar la realidad es fundamental añadir todos estos valores. La idea de una arquitectura muy formal y muy icónica, en la que los materiales vienen de cualquier lugar del mundo y en la que siempre buscas la excepcionalidad de la forma no tiene sentido.
¿Eso requiere diseñar de una forma distinta?
Sí, porque para que las cosas se impongan deben ser bellas, y parte del problema de los edificios ecológicos es que no son bellos. Ponemos paneles solares en la cubierta que no se ven y, por lo tanto, no interesan a nadie. Ni dan prestigio ni uno está orgulloso de ello.
Así que, más allá de la tecnología, lo que nosotros aportamos a la arquitectura es, precisamente, diseño. Es la capacidad de integrar los materiales, la forma y la función para que lo que hagamos sea bello y también utilizable. Además, estamos en una época en la que el diseño no lo pueden hacer las máquinas. El hombre va a ser cada vez más importante para llevar a cabo cosas que la Inteligencia Artificial no puede hacer y, por lo tanto, creo que la arquitectura y el diseño están más vivos que nunca.
¿En Valldaura Labs también investigáis nuevos materiales para la construcción?
Sí, porque los arquitectos también inventamos cómo hacer cosas diferentes. Es un pensamiento que no va a la forma final, sino al proceso, a los recursos que se implican para llegar a esa forma y a cómo participan las personas en la creación de algo. En la Bauhaus decían que la forma sigue a la función. Nosotros decimos que la forma sigue a la energía. Porque en realidad es lo que ha hecho la naturaleza. La naturaleza lleva millones de años de evolución como método de diseño. La arquitectura solo tiene 10.000 años y por esto nuestros edificios son peores que los árboles, porque nos falta tiempo y un poco de inteligencia.