‘Arquitectura emocional 1959′, ganador del Goya al mejor cortometraje, recorre Madrid en el tiempo gris de la dictadura a través de la vida de dos habitantes de edificios casi opuestos firmados por un mismo autor: Secundino Zuazo
Publicado en El País el 7 de marzo de 2023
En la pantalla, una generación que estudia en la recién inaugurada nueva Universidad Complutense de Madrid. La antigua, iniciada por Alfonso XIII, quedó bastante destruida durante el avance de los sublevados contra el gobierno republicano. Pero en 1958 hay hombres y mujeres, como Sebas y Andrea —que acaban de empezar Filosofía y letras—, estudiando allí. El Arco de Moncloa se llama entonces Arco de la Victoria porque fue levantado para conmemorar la entrada de las tropas de Franco en Madrid el 1 de abril, y ese día se convirtió en fiesta nacional. Todo eso se respira en la pantalla, pero no se ve. El director del corto Arquitectura emocional 1959, Elías León Siminiani (52 años), nos lleva de la mano de sus protagonistas, que tardan mucho en rozarse. Y nos deja caminar por la ciudad, una ciudad que puede recorrerse caminando y con bancos para detenerse y quedarse en la calle. Esto último no deberíamos darlo por hecho y demuestra, como la propia película, que el progreso no dibuja una línea recta ascendente.
En el año que recrea la película, 1959, se inaugura El Valle de los Caídos (Valle de Cuelgamuros desde 2022). El régimen hace ruido porque la resistencia antifranquista ya ha comenzado a hacerlo en las aulas universitarias. Los protagonistas de este corto lo hacen. Una, Andrea, con entusiasmo. El otro, Sebas, con cautela. Ambos pertenecen a dos esferas casi contrapuestas de la misma ciudad. Y, sin embargo, viven en viviendas ideadas por el mismo arquitecto: Secundino Zuazo.
Nacido en Bilbao, Zuazo era cosmopolita, había recorrido el mundo antes de asimilar poco a poco el racionalismo a su trabajo. Conoció la modernidad de primera mano. Pero, curtido como promotor en el barrio de los Jerónimos de Madrid, supo introducir paulatinamente la desnudez moderna. En 1922 concluyó un edificio en la, entonces, calle Lealtad. Era la notaría donde vivió Andrea, la protagonista de la película. En ese edificio de la hoy llamada calle Antonio Maura, 16, está ahora la sede de la Fundación Antonio Maura. Pero León Siminiani sitúa allí a una hija de la burguesía convertida en contestataria por su vida universitaria.
Es Andrea quien se desnuda delante de un Sebas que queda paralizado ante ella. León Siminiani dibuja esa escena dejando caer la ropa. De la misma manera que las ventanas, los bancos y los umbrales hablan en esta película, son los objetos, los detalles y no los actores los que despliegan el argumento.
A Sebas le cuesta mostrarle a Andrea el lugar donde vive. Las viviendas para los empleados de la EMT que el propio Zuazo levantó en 1948. No sabemos dónde vivía antes Sebas, pero esas viviendas son sociales. La de su familia mide 50 metros, posiblemente el tamaño del salón de Andrea. Ni Andrea ni Sebas tienen idea de quién es Secundino Zuazo. Solo viven en sus casas.
La película muestra vergüenza de clase y culpa burguesa en el encuentro entre los dos jóvenes. Se deja ver también en el corto la libertad que confiere poder arriesgar teniendo dinero y la cautela, o el miedo de quien no lo tiene. En cualquier caso, un mismo arquitecto, Zuazo conecta con un eje a los protagonistas. Y cuenta su historia, que se solapa con la de él mismo, cuando fue represaliado, como arquitecto de la República. Zuazo había introducido el racionalismo asimilándolo. La Casa de las Flores (1931), donde vivió Pablo Neruda, es seguramente su obra más celebrada. Hoy es Bien de interés Cultural. En 1933, Zuazo levantó los Nuevos Ministerios. Luego sufrió el ostracismo en Canarias.
“La arquitectura, tal vez, ha tenido algo que ver”, termina diciendo León Siminiani, el director, guionista y narrador de Arquitectura emocional 1959. Lo que es seguro es que la arquitectura de Zuazo —de las viviendas burguesas a los bloques de protección oficial, pasando por el eje de la Castellana que apuntaba el crecimiento por el norte de la ciudad— lo vio todo. También que permanece para contarlo.