Hoy, 20 de abril de 2015, a las ocho de la mañana, tras una enfermedad que no perdona, ha muerto uno de los grandes. Una grandísima persona. Una grandísima inteligencia. Un grandísimo compañero y colaborador de arquitectos. Un grandísimo amigo de esos que cuando te dejan, hacen que no seas el mismo. Se ha muerto José Miguel Iribas, el sociólogo que, en nuestro país, seguramente más y mejor sabía analizar la ciudad y sus componentes.
José Miguel nació en 1950 en Bergara (Guipuzcoa) si bien puede considerarse un navarro de profundo sentimiento pues toda su vida, hasta que se traslada a Valencia, la desarrolló en Cortes, en la ribera de Navarra a la que le gustaba venir frecuentemente. Él mismo se sentía orgulloso de su carácter navarro que definía con los tópicos de “tozudos” y “trabajadores”. Se licencia en Sociología en París con su gran maestro Henry Le Febvre al que todavía seguía citando, junto a su admirado y querido Mario Gaviria, en repetidas ocasiones. De manera circunstancial se traslada al Levante, concretamente a Valencia, en donde finalmente se instala desarrollando una vasta y dilatada actividad profesional, actividad que se extiende a los más variados proyectos y en los más diversos lugares.
Es difícil encontrar persona más ágil y profunda en el diagnóstico urbano pero también arquitectónico. Criticando la visión endogámica, y como el decía “solo formalista” de los arquitectos nos supo enseñar, a los que estuvimos cerca y fuimos receptivos a sus críticas, que la arquitectura no lo es si no es capaz de analizar e insertar su hacer en modelos mucho más complejos en donde la ciudad, pero también la manera de pensar y sentir de aquellos a los que servimos, son fundamentales.
Sus ejercicios de síntesis, a partir de una multiplicidad de valores escogidos con agudeza e inteligencia poco comunes, eran modelos de una utilidad extraordinaria, hasta el punto de que el proyecto de arquitectura, a partir de ese momento, siempre adquiría una dimensión de profundidad e interés que antes no tenía. José Miguel Iribas participó y desarrolló decenas de estudios urbanos y regionales. Colaboró con algunos de los mejores arquitectos de estos años, en España y en Europa y fue, sin duda, el gran teórico del fenómeno del turismo en sus claves sociológicas, políticas y urbanísticas. Sentimental y cariñoso, como era, tenía en gran estima aquella medalla de oro de la ciudad de Benidorm, entregado por sus ciudadanos. Un Benidorm cuyo modelo urbano, al igual que su mentor Le Febvre, defendía como ejemplo de excelencia óptima en el contexto turístico, como el solía decir, “de playa”.
Siempre impartía sus conocimientos de manera generosa, ilustrando y ofreciendo puntos de vista que atraían hasta los que no se dedicaban a este oficio de la ciudad y el territorio. Tal era su agudeza y amenidad. Recuerdo en este sentido a muchos amigos que no teniendo nada que ver con el mundo del urbanismo y la arquitectura, sentados en una sobremesa junto a él, acababan fascinados por sus juicios, sintéticos y legibles, como solo los mejores son capaces de hacer.
José Miguel además de un erudito era un gran conversador y un gran docente. Profundamente Borgiano, le gustaba el dictado de la palabra que manejaba con gran placer. Sus alumnos lo adoraban y algunos todavía recuerdan como, después de ocho horas de clase continua, despedidos ya por el bedel de la escuela, era capaz de irse con ellos y, entre cerveza y cerveza, seguir hablando de lo que enseñaba hasta las tres de la mañana. José Miguel, con su atractiva y magnífica personalidad, tenía además de amigos, “seguidores”.
Entre las muchas actividades de los últimos tiempos dedicó mucho esfuerzo a la Fundación Arquitectura y Sociedad en la que se hizo indispensable por su pensamiento y su tiempo. Hoy, agradecido por todo lo aprendido, lloro al mejor amigo. Pero también, lamentándome por todo lo que vamos a dejar de aprender de él, se que su pensamiento y su manera de ser sigue aquí.
Hemos perdido como decía uno de los mejores, uno de los grandes del pensamiento y la teoría sobre la ciudad.
Francisco Mangado