La confluencia de intereses de sociedad, cliente y arquitecto es actualmente el resultado de la evolución de las demandas de varias generaciones hacia la
arquitectura, desde una nueva sensibilidad más comprometida con el entorno y las ciudades, que nos exige una revisión sectorial que implica abrirnos a una
visión más transversal de nuestra disciplina.
Lluís Comerón, President del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE). Publicat a Tribuna, de la Revista Técnica Cemento Hormigón | Setembre Octubre 2018
En 1969, el arquitecto americano Charles Eames con motivo de su exposición “What is Design?” en el Museo de Artes Decorativas de París explicó mediante un diagrama (imagen, Diagrama del proceso de diseño arquitectónico según Charles Eames. Fuente: www.eamesoffice.com) cómo el proceso de diseño, para ser exitoso, debía tener en cuenta los intereses y necesidades del cliente, el arquitecto y la sociedad como conjunto. Su figura muestra de manera gráfica el espacio de intersección de los intereses de los arquitectos, el cliente y la sociedad de forma que podemos identificar esta área común como aquella en que la que los arquitectos podemos y debemos desplegar todas nuestras capacidades profesionales.
Si analizamos la manera en que los arquitectos actualmente desarrollamos nuestro trabajo vemos que, en la mayoría de los casos, este espacio de trabajo se ha reducido enormemente y que nuestra actividad no justifica ni representa esta área común de intereses definida por Eames hace casi cuatro décadas.
La confluencia de intereses de sociedad, cliente y arquitecto es actualmente el resultado de la evolución de las demandas de varias generaciones hacia la
arquitectura, desde una nueva sensibilidad más comprometida con el entorno y las ciudades, que nos exige una revisión sectorial que implica abrirnos a una
visión más transversal de nuestra disciplina. A lo largo del tiempo, el objetivo de mejorar la calidad de vida se ha materializado con principios muy distintos de los que hoy en día tenemos. A principios del siglo XX la sociedad miraba hacia la industria como la impulsora de los avances de la humanidad. Después confió en diversas ideologías como el medio para alcanzar sus fines. En los años ochenta, la economía se convirtió en el medio para el progreso y más recientemente, fue sustituida por la tecnología. Ahora comprobamos que estos preceptos ya no dan una respuesta completa por sí solos. Nos encontramos en un momento de cambio de paradigma. Esto implica la reconstrucción de nuestros referentes y valores, en un contexto mundial de cambio e incertidumbre, la máxima prioridad es asegurar la sostenibilidad ambiental del planeta y la mejora de las condiciones de vida de un gran porcentaje de sus habitantes. Por eso, la mayor parte de los gobiernos, tanto de países como de ciudades miran hacia el futuro y planificando sus actuaciones y estrategias teniendo en cuenta objetivos
globales.
En 2016 la Organización de Naciones Unidas puso en marcha los 17 objetivos para el desarrollo sostenible (ODS), conocidos como los objetivos mundiales y son “un llamamiento universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad” que permita orientar las políticas mundiales en los próximos 15 años. Como arquitectos entendemos que a través del objetivo número 11 titulado “ciudades sostenibles” podemos ayudar a dar respuesta a gran parte de los retos que plantea Naciones Unidas para el año 2030 según muestra la Figura 2 (Relación del Objetivo 11 Ciudades sostenibles con el resto de los objetivos para el desarrollo sostenible. Fuente: Organización de Naciones Unidas).
Para ello, sin duda, debemos transformar nuestras ciudades. En el centro de esta transformación de las ciudades no puede dejar de estar la arquitectura.
En Europa, el 35 % de las emisiones de CO2 y el 40% del consumo energético se debe a los edificios y sus infraestructuras. Con estos porcentajes, lograr la adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático no es posible sin la intervención de nuestra disciplina. Por tanto, se puede afirmar que, para
alcanzar los objetivos del desarrollo sostenible, es necesario tener en cuenta a la arquitectura, porque, por ejemplo, el derecho a una vivienda digna y/o una ciudad cohesiva no sería posible sin la labor comprometida de los arquitectos.
Y no se puede garantizar la seguridad y la resiliencia de nuestro entorno sin intervenir en la ciudad existente. La salud, vinculada a la calidad del entorno, pasa
directamente por mejorar las condiciones ambientales urbanas y de los edificios y para ello es necesario el trabajo de los arquitectos. El desarrollo de un modelo de economía circular que tenga en cuenta el ciclo de recursos y materiales en la edificación requiere de nuevas tecnologías que deben desarrollarse con la participación de los profesionales de la arquitectura. Por tanto, nuestra misión es transformar las ciudades a través de la arquitectura y hacerlo con la mirada transversal y holística que requiere este momento. Debemos reivindicarnos como unos de los agentes de la transformación de las ciudades para alcanzar los objetivos mundiales que son de interés para todo el planeta.
En este nuevo marco tiene cabida todo nuestro trabajo como arquitectos, porque realmente podemos dar respuesta a esa zona de intersección de necesidades del arquitecto, el cliente y la sociedad en su conjunto y podemos defender que el interés general de la arquitectura no es ni artificial ni endogámico porque está alineado con la sociedad. La formalización de la reivindicación de nuestro trabajo y la definición del rumbo de las nuevas sensibilidades sociales tuvo lugar el pasado 22 de enero de 2018 cuando los Ministros de Cultura de la Unión Europea, además de otras muchas entidades e instituciones internacionales gubernamentales y no-gubernamentales de primer nivel, suscribieron la Declaración de Davos en el marco del Foro económico mundial. En esta declaración se reclamaba la necesidad de fomentar, bajo la denominación de ‘Baukultur – la cultura del habitar’ la calidad del espacio construido y la necesidad de promover las políticas públicas que lo impulsen, desarrollen y lo sitúen en el centro de las transformaciones urbanas. Ello implica, y nos compromete, necesariamente, a trabajar desde una visión interdisciplinar.
Prueba del consenso que concita la Declaración y del enfoque transversal que los valores que defiende requieren, es que desde el pasado 8 de junio esta declaración ha sido suscrita en España tanto por el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos, como por el Colegio de Ingenieros de Caminos Canales y Puertos, o por el Consejo General de la Arquitectura Técnica y por otras 30 entidades e instituciones del ámbito de la cultura, la arquitectura, el patrimonio y la sociedad civil. Y la lista sigue creciendo porque atiende a una demanda real. En este sentido, desde las organizaciones profesionales se está impulsando una propuesta de Ley de Arquitectura, en la línea de la Ley de Arquitectura Catalana que se aprobó el pasado año y en la que se planteaba el interés general de la actividad de los arquitectos como transformadores de las ciudades hacia donde la sociedad demanda. Esta Ley constituiría un hito legislativo como instrumento para construir un proyecto común de redefinición de la disciplina y la profesión del arquitecto en el actual contexto social y dentro de un nuevo modelo sectorial. Su aplicación y desarrollo y los futuros instrumentos jurídicos que se pusieran en marcha ayudarían a atender y mejorar las necesidades y demandas de los ciudadanos y a reivindicar nuestra utilidad en la sociedad actual. A partir del reconocimiento del interés general que tiene la arquitectura para la sociedad, se define un marco que permite seguir desarrollando este espacio común de intereses y demandas de arquitectos, clientes y ciudadanos, así como del resto de agentes involucrados en el proceso edificatorio, que ayuda a entender nuestro trabajo y dotarlo de sentido. En este contexto, construir un proyecto común de redefinición de nuestra profesión y de la disciplina arquitectónica es una tarea en la que debemos participar todos los arquitectos con humildad, responsabilidad, realismo y visión de futuro, porque solo alineando nuestro trabajo con el bien y el interés general, y con el resto de profesiones y operadores implicados, la arquitectura adquirirá su pleno sentido para seguir siendo una profesión viva en el siglo XXI.