Publicado el domingo, 8 de junio del 2014, en EL MUNDO
Estados Unidos hace autocrítica en la Bienal de su colonialismo arquitectónicoPublicado el domingo, 8 de junio del 2014, en EL MUNDO
Estados Unidos hace autocrítica en la Bienal de su colonialismo arquitectónico
Welcome Mister Marshall. Y welcome EuroDisney y el Guggenheim de Bilbao y los rascacielos de Dubai. Ningún país como Estados Unidos ha exportado más ni ha construido más edificios fuera de sus fronteras. El american way ha conquistado el mundo y la arquitectura no escapa de ser otra forma de imperialismo. Estados Unidos revisa de forma crítica su modelo (y colonialismo) arquitectónico en la Bienal de Venecia, en un pabellón diseñado por la española Eva Franch, directora del Storefront for Art and Architecture de New York, un centro que apuesta por una visión alternativa de la arquitectura.
Inesperadamente, el Pabellón de Estados Unidos se revela como el más autocrítico y resulta uno de los más interesantes y radicales de la Bienal (por no decir el que más). «Muchas veces, la Bienal acaba siendo una galería de la vangaurdia autoproclamada», critica Franch. Esta vez, Estados Unidos ha adoptado un discurso completamente disruptivo. A través de mil edificios construidos fuera de Estados Unidos por arquitectos americanos (o que establecieron ahí su despacho, como Mies van der Rohe o Josep Lluis Sert) se analizan las conexiones políticas de la arquitectura, cómo ha servido de puente para establecerse en países productores de petróleo (como Venezuela o Arabia Saudí) y cómo se han construido pequeñas américas en todo el globo (desde el EuroDisney de Frank Gerhy a un complejo de viviendas en Riad que imita los típicos suburbios americanos, una extensión de casas completamente simétricas, con su porche y jardín).
«Si se analiza la arquitectura a escala global se hace evidente que la mayoría de proyectos acaban en manos de grandes oficinas corporativas, que perpetúan las estructuras políticas, sociales y económicas existentes. Por eso encontramos una arquitectura tan genérica», explica Eva Franch, que ha instalado en la Bienal una oficina de trabajo, Office US, conectada con 90 estudios de todo el mundo y que durante los seis meses de la Bienal analizará todas las problemáticas actuales de la arquitectura. Un ejemplo: las precarias condicionesde trabajo en Oriente Medio, mecade la arquitectura más espectaculary de los rascacielos más altos.«¿Qué ocurre cuando un arquitectono se responsabiliza de las condicionesde los trabajadores que levantansu proyecto? Hoy, todos lospromotores quieren un certificadoLeed, el más alto en cuanto a sostenibilidad.Pero debería existir un Leed de valores, que mida la sostenibilidad humana», lanza Franch. Más cuestiones: la vivienda protegida en Estados Unidos. «Nunca se ha promovido vivienda pública de manera tan rigurosa como en Europa», añade.
«Aunque el proyecto de la modernidad tenía aspiraciones muy positivas, ha conducido a una homogeneización del contexto cultural a través de la arquitectura», apunta la arquitecta. Y aunque el Guggenheim fue un revulsivo para Bilbao y cambió el modelo de ciudad industrial por una cultural, el edificio tiene su homólogo en Nueva York o en Los Ángeles, con las mismas formas ondulantes marca Gerhy. No es un edificio único, sino una franquicia exportable. «La arquitectura lleva implícita ciertos modelos biológicos e imperialistas del lugar donde proviene. Y la globalización se ha leído en clave estadounidense, sin tener en cuenta los localismos», advierte Franch.
Pero Mister Marshall no siempre ha sido un agente colonizador. Más allá de toda la carga crítica, Franch también destaca los valores positivos que ha exportado Estados Unidos: «Ha internacionalizado toda su expertise y know-how, una técnica y una manera de hacer las cosas». Franch aboga por concentrar todo el conocimiento de las grandes corporaciones con las prácticas más radicales de los pequeños despachos de arqutiectura. «Todas las revoluciones consisten en juntar diferentes tipos de personas y pensamientos», reivindica la comisaria. Porque otro tipo de arquitectura es posible.
Foto: El rascacielos de Dubai como el máximo exponente de ‘colonialismo
Welcome Mister Marshall. Y welcome EuroDisney y el Guggenheim de Bilbao y los rascacielos de Dubai. Ningún país como Estados Unidos ha exportado más ni ha construido más edificios fuera de sus fronteras. El american way ha conquistado el mundo y la arquitectura no escapa de ser otra forma de imperialismo. Estados Unidos revisa de forma crítica su modelo (y colonialismo) arquitectónico en la Bienal de Venecia, en un pabellón diseñado por la española Eva Franch, directora del Storefront for Art and Architecture de New York, un centro que apuesta por una visión alternativa de la arquitectura.
Inesperadamente, el Pabellón de Estados Unidos se revela como el más autocrítico y resulta uno de los más interesantes y radicales de la Bienal (por no decir el que más). «Muchas veces, la Bienal acaba siendo una galería de la vangaurdia autoproclamada», critica Franch. Esta vez, Estados Unidos ha adoptado un discurso completamente disruptivo. A través de mil edificios construidos fuera de Estados Unidos por arquitectos americanos (o que establecieron ahí su despacho, como Mies van der Rohe o Josep Lluis Sert) se analizan las conexiones políticas de la arquitectura, cómo ha servido de puente para establecerse en países productores de petróleo (como Venezuela o Arabia Saudí) y cómo se han construido pequeñas américas en todo el globo (desde el EuroDisney de Frank Gerhy a un complejo de viviendas en Riad que imita los típicos suburbios americanos, una extensión de casas completamente simétricas, con su porche y jardín).
«Si se analiza la arquitectura a escala global se hace evidente que la mayoría de proyectos acaban en manos de grandes oficinas corporativas, que perpetúan las estructuras políticas, sociales y económicas existentes. Por eso encontramos una arquitectura tan genérica», explica Eva Franch, que ha instalado en la Bienal una oficina de trabajo, Office US, conectada con 90 estudios de todo el mundo y que durante los seis meses de la Bienal analizará todas las problemáticas actuales de la arquitectura. Un ejemplo: las precarias condicionesde trabajo en Oriente Medio, mecade la arquitectura más espectaculary de los rascacielos más altos.«¿Qué ocurre cuando un arquitectono se responsabiliza de las condicionesde los trabajadores que levantansu proyecto? Hoy, todos lospromotores quieren un certificadoLeed, el más alto en cuanto a sostenibilidad.Pero debería existir un Leed de valores, que mida la sostenibilidad humana», lanza Franch. Más cuestiones: la vivienda protegida en Estados Unidos. «Nunca se ha promovido vivienda pública de manera tan rigurosa como en Europa», añade.
«Aunque el proyecto de la modernidad tenía aspiraciones muy positivas, ha conducido a una homogeneización del contexto cultural a través de la arquitectura», apunta la arquitecta. Y aunque el Guggenheim fue un revulsivo para Bilbao y cambió el modelo de ciudad industrial por una cultural, el edificio tiene su homólogo en Nueva York o en Los Ángeles, con las mismas formas ondulantes marca Gerhy. No es un edificio único, sino una franquicia exportable. «La arquitectura lleva implícita ciertos modelos biológicos e imperialistas del lugar donde proviene. Y la globalización se ha leído en clave estadounidense, sin tener en cuenta los localismos», advierte Franch.
Pero Mister Marshall no siempre ha sido un agente colonizador. Más allá de toda la carga crítica, Franch también destaca los valores positivos que ha exportado Estados Unidos: «Ha internacionalizado toda su expertise y know-how, una técnica y una manera de hacer las cosas». Franch aboga por concentrar todo el conocimiento de las grandes corporaciones con las prácticas más radicales de los pequeños despachos de arqutiectura. «Todas las revoluciones consisten en juntar diferentes tipos de personas y pensamientos», reivindica la comisaria. Porque otro tipo de arquitectura es posible.