Llàtzer Moix
Andorra es un país pequeño, con poco espacio edificable, y menos en su centro. Quizás por ello, a veces, se inventa solares. Eso es lo que ha hecho para acomodar su nuevo Parlamento: excavar durante tres años la pétrea e impracticable ladera situada al pie de la Casa de la Vall, hasta abrir lo que los arquitectos denominan un solar vertical. Allí se levanta ahora la nueva sede del Consell General, un edificio de fachada continua, que en realidad son dos, de distintas alturas. El primero, y más abajo, alberga oficinas y aparcamiento, ubicando en su azotea una gran plaza, presidida por la Casa de la Vall. Por dicha plaza se accede al segundo edificio, donde está la sala del Parlamento y demás dependencias de la institución. Ambos cuerpos, relacionados por un núcleo de comunicaciones verticales, comparten lenguaje en su fachada exterior, que combina vidrio y gaviones repletos del granito obtenido al excavar el solar: la milenaria entraña del país ha servido para dar cuerpo a su nuevo Parlamento.
En conjunto, este edificio es de gran sobriedad formal. Alguna voz crítica –que acaso hubiera preferido el empaque del Reichstag o una propuesta icónica- opina que no se distingue mucho de un hotel. Pero sus autores argumentan que, vista la cacofonía circundante, era pertinente optar por la neutralidad, la discreción y la atemporalidad. Este es el tono de su edificio, quizás no muy representativo, pero de indiscutible dignidad y rigor, tanto en exteriores como en interiores. Entre estos últimos cabe destacar el hemiciclo, pavimentado con granito y revestido de listones de roble de distinto grosor que le dan excelente acústica, además de un toque nórdico. Estos dos materiales son dominantes en todo el edificio, junto al vidrio, los perfiles de aluminio y el hormigón. Sin olvidar la luz, que en dicho hemiciclo filtra una delicada celosía de mármol rosa, y que inunda el vestíbulo principal y los niveles superiores por un lucernario central, potenciando la idea de transparencia, tan deseable en toda institución política.
Andorra cuenta con 28 parlamentarios, y si bien la constitución prevé ampliar el cupo a 42 no parece que eso vaya a suceder de inmediato. La crisis también aprieta en el principado pirenaico. Con sus 15.000 metros cuadrados que ahora ocupan medio centenar escaso de funcionarios, y con siete plantas de aparcamiento excavado en la roca –a diez plazas por planta-, el nuevo Parlamento andorrano puede pues parecer algo excesivo. Dicho esto, es de justicia añadir que Artigues y Sanabria, en la que presentan como su última obra conjunta, han completado un edificio que sirve su función con dignidad y confort, mientras rinde tributo a la tricentenaria Casa de la Vall y, a nivel urbanístico, articula la vieja Andorra con la moderna del ensanche, al salvar sin despeinarse un abrupto desnivel físico y estético.
Fotografies d’Aleix Bagué
Article publicat a La Vanguardia el 14 d’abril de 2012