Todo el mundo es consciente de vivir un cambio de época pero, por lo general, se ignora cómo va a construirse. La arquitectura, no obstante, la está edificando ya.
En el IV Congreso Internacional de la Fundación Arquitectura y Sociedad que se celebró el pasado fin de semana en Pamplona, profesionales como Rem Koolhaas, Francisco Mangado, Pierre de Meuron, Iñaki Ábalos o Bjarke Ingels (actual acaparador de premios con apenas 41 años) presentaron materialmente el horizonte de una nueva habitabilidad. Exponen sus teorías sí, pero ya convertidas, muchas de ellas, en desarrollos plásticos.
Entre las artes, la arquitectura no ha sido históricamente la primera línea que presagiara los cambios, pero la pintura, que fue vanguardia hasta hace un siglo, se ha despintado tanto en sus expresiones, simples o rocambolescas, que la arquitectura ha tomado el mando.
La demanda dentro del mercado ha hecho mella tanto en las estrategias empresariales al estilo de Zara, marcas blancas y low cost como en la exigencia de viviendas más amplias, confortables y baratas. Hasta los años noventa, el cliente obedecía a la oferta (el prêt-à-porter, las modas imperiosas, el muestrario reducido) pero el rechazo a la uniformidad obligó a la personalización de lo productos y las ventas directas mediante la Red.
Todos ellos manifiestan el nuevo dominio de la demanda sobre la oferta. Y también en la arquitectura. Demanda de edificios menos espectaculares pero más amables, viviendas más confortables y flexibles, más ventiladas y atractivas. Igualmente, el urbanismo responsable, olvidado durante décadas en provecho de la especulación tropieza con el rechazo frontal de una ciudadanía harta de corrupciones.
De otra parte, a nuevas tecnologías y nuevos materiales corresponden soluciones que transforman el diseño de los objetos, las herramientas y la construcción. De ahí, que la multiplicación de tipologías ha disipado una moda impositiva y su ideología correspondiente.
De una parte, interviene la adaptación a la cultura vernácula y, de otra, las consideraciones del medio ambiente, la energía y el cambio climático que introducen sensibles variaciones en la fisonomía de los edificios. En la conjunción de todo ello va cundiendo una clase de obras que nunca antes conocíamos y una maleabilidad de los proyectos que aumentará tanto la humanidad como la amenidad de las ciudades.
Cambio de clima fue el título que presidió el reciente Congreso de Pamplona. Cambio del clima, cambio de recursos y cambio de la demanda, ahora más exigente, vigilante y sabia. La mal satanizada sociedad de consumo ha enseñado, mira por dónde, a ponderar mejor las compras, y tanto en la ropa, los alimentos o el hogar la relación calidad-precio interviene con una fuerza insólita. Entre esa atmósfera (ese nuevo clima) la arquitectura representa hoy, tanto por su dinamismo como por su escala, el modelo superlativo de una nueva época que otras disciplinas aún no aciertan a ver.