En su libro Arquitectura Positiva, Josep Bunyesc (AxA) ilustra sus tesis con una decena de edificaciones que ha proyectado, ya en funcionamiento.
Publicado en La Vanguardia el 18 de Octubre de 2020 | Marta Rodriguez Bosch
Casas pasivas, ecológicas, sostenibles… aumentan las edificaciones construidas con el afán de no producir CO2 y respetar el entorno y el medio ambiente para no contribuir al cambio climático
Vivir en una casa que respeta el medio ambiente, hoy no es solo factible sino muy recomendable para contribuir a la buena salud del planeta y de quienes lo habitamos. Casa pasiva, ecológica, sostenible… son conceptos diversos y complementarios que arman el puzzle de una misma necesidad: no dañar nuestro propio hábitat y velar por el equilibrio del ecosistema.
En el ámbito de la edificación, se trata de minimizar el consumo de recursos, energía y las emisiones de CO2 a la atmósfera tanto como sea posible, manteniendo los niveles de confort propios de nuestro tiempo. Y hacerlo en todas las fases de la vida de un edificio: durante la construcción, el uso y el mantenimiento. No es asunto baladí, pues se estima que toda esta actividad es la responsable de un tercio de las emisiones globales de CO2, principal actor de contaminación y cambio climático.
El término casa pasiva se refiere, en concreto, a aquellos edificios que presentan un consumo energético muy bajo o casi nulo durante el uso. Es decir, en el día a día de sus habitantes. “Hoy ya hemos demostrado que es posible vivir en edificios mucho más eficientes que los que hacíamos a finales del siglo XX”, señala Josep Bunyesc (AxA), arquitecto pionero en incorporar a la práctica profesional las cuestiones medioambientales. Según él, actualmente las preguntas que debemos hacernos son: si podemos pasar un invierno caliente consumiendo muy poca energía, ¿por qué no hacerlo? Si se puede evitar quemar energías fósiles no renovables para disfrutar de confort en nuestro hogar, ¿a qué esperamos? Lo considera la evolución lógica, necesaria y sin vuelta atrás en la arquitectura.
La popularización del nombre casa pasiva deriva del estándar de construcción más conocido a nivel internacional, el Passivhaus. Desarrollado en Alemania a finales de la década de los 80 es una certificación que persigue limitar la demanda y el consumo de energía de un edificio para operar (calefacción, refrigeración, electrodomésticos, etc.). “Una casa pasiva consume hasta el 90% menos energía respecto a un edificio convencional del siglo XX”, especifica Micheel Wassouf, arquitecto director de Energiehaus, especialista en Passivhaus.
El gran reto | Si una ciudad como Barcelona reformara todas sus viviendas bajo el estándar EnerPhit, se podría apagar una central como Ascó-1
La contempla como el único camino para afrontar los retos medioambientales de nuestro tiempo. Con despacho en Barcelona y Múnich, Alemania, Wassouf apunta: “Si una ciudad como Barcelona reformara todas sus viviendas bajo el estándar EnerPhit (la aplicación Passivhaus para rehabilitación energética), podríamos apagar en verano una central eléctrica del tamaño de Ascó-I”.
Los expertos coinciden en que el mejor recurso de la casa pasiva es la energía que no se gasta. Las estrategias para alcanzar ese consumo casi nulo se entretejen: es fundamental una buena orientación de la casa y el aprovechamiento de la radiación solar en los meses de más frio. Y, a la vez, contar con sistemas de filtro y protección para los periodos más calurosos. El riguroso aislamiento térmico de todo el envolvente es otro factor de peso. Su funcionamiento sería similar a un termo de café, capaz de conservar durante horas la temperatura interior. En realidad, son casas que recuperan la sabiduría bioclimática de la arquitectura tradicional, e incorporan últimas tecnologías que aportan un control preciso de todas las variables en juego.
Para el estudio de arquitectura Calderon-Folch (AxA) no hay otra opción: “Las casas pasivas y, por extensión, los edificios nZEB (nearly Zero Enery Building), es decir de consumo casi cero, son la única alternativa posible en el escenario actual -ya permanente- de emergencia climática”. Subrayan que la casa pasiva es también una casa muy confortable y sana. “De alguna manera, el balance cero (tanto consumo / tanto produzco) permite reconciliarnos con el Planeta al que durante tantos años le hemos dado la espalda”, concluyen.
La arquitectura pasiva, entendida como aquella que se adapta a las condiciones climáticas del lugar y saca el mejor partido, se remonta al principio de los tiempos. Sócrates en la Grecia del siglo IV a.C ya describía como al modificar la planta de la casa y darle una forma trapezoidal, se lograba captar más energía en invierno, mientras que el efecto remitía en verano gracias a los voladizos del porche.
Según Micheel Wassouf, hoy la reforma de una casa antigua, conforme el estándar Passivhaus, podría ahorrar al año la misma cantidad de emisiones CO2 que absorbe un bosque de 0,7 hectáreas anualmente. Y recuerda la frase del poeta Gibran Jalil Gibran: “Tu casa es tu cuerpo más grande”. “Se trata –declara- de diseñar y construir nuestras casas como si fueran la propia piel, es decir tratarlas con el cariño más grande posible. La filosofía de los promotores debería incluir este concepto ético de la casa e incorporarse a la sociedad”.
Dando un paso más, Josep Bunyesc (AxA) apuesta por la “casa positiva”: “Es la que no solo no consume energía sino que le sobra para entregar a los edificios vecinos o a la movilidad eléctrica solar”. Esto permite, por ejemplo, que una casa unifamiliar en un día de sol suministre energía sobrante para recorrer hasta 200 km con un coche eléctrico estándar. “Y aquí revolucionamos y mejoramos también el impacto de la movilidad. Sumando edificación y movilidad eliminamos 2/3 del consumo energético mundial. Casi nada… la tecnología para hacerlo ya está a nuestro alcance”.
En su libro Arquitectura Positiva, Bunyesc ilustra sus tesis con una decena de edificaciones que ha proyectado, ya en funcionamiento. Mediante la generación energética renovable local, que compensa la energía que se consume con creces, se alcanza el balance energético positivo en la vivienda. Con la instalación solar en la cubierta (y sin acudir a la planta solar fotovoltaica industrial), es suficiente. “Estamos en el planeta Tierra donde toda la biosfera funciona con energía solar de base” recalca.
En un país bendecido por el sol, la implementación de la casa pasiva juega a nuestro favor, aunque hoy por hoy Centroeuropa, con condiciones climáticas más adversas, nos lleve buena ventaja. La Unión Europea en su directiva de eficiencia energética de edificios (EPBI) establece que a partir del 2020, todos los edificios construidos de nueva planta deberán tener un “un consumo energético casi nulo”.
Conocimientos técnicos |“La industria en España está preparada para construir casas con el mismo ‘know-how’ que en Centroeuropa”, asegura Wassouf
La industria en nuestro país – asegura Micheel Wassouf- está preparada para construir casas con el mismo know-how técnico que los países del centro de Europa, solo falta crear la consciencia general entre la sociedad, incluyendo los políticos, para que todos los edificios sean del tipo Passivhaus”.
El tándem de arquitectos formado por Pilar Calderon y Marc Folch resalta como dentro de la ecuación mágica de balance cero (baja demanda energética + sistemas activos eficientes + energías renovables = nZEB), las renovables son imprescindibles. Y dentro de ellas, la solar es la más viable a nivel doméstico.
“La naturaleza, incluso el universo, se mueve buscando procesos más optimizados con la ley del mínimo esfuerzo – recuerda Josep Bunyesc-. Nuestro planeta siempre ha funcionado con el sol y lo seguirá haciendo. Lo más lógico es seguir las leyes de nuestro entorno natural”. De ahí que se erija en principal motor de sus proyectos arquitectónicos.