ARQUITECTURES ESCRITES | Daniel Mòdol

Arquitectura, ciudad y calidad de vida | 2017

Publicado en La Vanguardia el 11 de febrero de 2017

Barcelona ha demostrado que el cuidado de su realidad física es un factor de calidad de vida inigualable. La definición de un paisaje urbano único en el mundo y de los espacios urbanos que lo configuran, y cómo estos han sido disfrutados por los ciudadanos y ciudadanas, se ha convertido en elemento clave para la formación de la conciencia cívica y urbana de todos nosotros y de la estima por nuestra ciudad. La ciudad, su goce y disfrute están en el centro de nuestra vida, como nos recordaba el Ayuntamiento durante la alcaldía de Pasqual Maragall en su libro Civisme i urbanitat.

Sin embargo, hacen falta nuevas intervenciones y un nuevo impulso al trinomio calidad de vida, paisaje y arquitectura urbana si no queremos que estos dejen de actuar como generadores de identidad y de arraigo. Desgraciadamente, hemos vivido como ciudad el urbanismo del mantra de la época Trias, que intervino en Barcelona sin respetar singularidades, haciendo actuaciones que serían aplicables a cualquier entorno, olvidando nuestro modelo y nuestro modo de proceder. Nuestros entornos urbanos están sufriendo, además, los efectos de la globalización. El turismo masivo invasivo o la sustitución de los entornos físicos por los virtuales son claros ejemplos. En la arquitectura urbana tenemos la herramienta para combatir la desubicación del mundo digital que desreferencia el lugar donde vivimos. Mantener y potenciar la conciencia colectiva sobre la calidad de los espacios donde vivimos nos permitirá reconocer nuestras identidades urbanas y decidir cómo mantenerlas y hacer que evolucionen.

La arquitectura de la ciudad nos permite reconocer paisajes urbanos propios y desarrollar nuestro sentimiento de pertenencia al lugar. Si las redes sociales nos introducen en el mundo global, la arquitectura urbana nos mantiene en lo local. El soporte urbano de nuestras vidas es el mayor patrimonio que tenemos. Ahora que dedicamos más tiempo a la realidad virtual, el concepto del patrimonio adquiere otro cariz: pasa de ser lo antiguo, testimonio de una época pasada, a ser una realidad actual a la que hay que referirse como el único elemento que nos mantiene vinculados al lugar. Patrimonio no será nunca más lo antiguo; patrimonio será todo lo que nos rodea materialmente. Al sentido que ha tenido habitualmente la preservación hay que añadir el riesgo de cualquier existencia a ser obviada como consecuencia de la dominación de lo digital y lo global y de la fuerza uniformizadora de las franquicias. Hasta ahora los sueños y anhelos de los vecinos y las vecinas se materializaban en la configuración de la parte pública de la ciudad, dejando su huella sobre el palimpsesto urbano alterado por generaciones sucesivas. La aparición y el dominio imparable de las nuevas realidades virtuales puede hacer que perdamos de vista la realidad más próxima. Para reconectar el entorno físico y el ciudadano lo tenemos todo: la gente, el urbanismo, la arquitectura, la historia y las ganas. Apostamos por reforzar el valor intrínseco barcelonés que la arquitectura y el paisaje tienen para los ciudadanos y ciudadanas, poniendo las herramientas necesarias para acompañarlos en la tarea de volver a fijar la mirada sobre la ciudad y dar valor a este patrimonio de todos que es Barcelona.

Queremos potenciar el trabajo desde el paisaje urbano como generador de identidad. Para actualizar el vínculo entre ciudad y ciudadanos se redactará una carta que permitirá identificar y al mismo tiempo redescubrir juntos los diferentes paisajes urbanos, implicando a los agentes y a la ciudadanía y obtener un compromiso conjunto para la conservación y mejora de los elementos que la configuran. Si cada uno piensa en su entorno cotidiano, reconoceremos aquello que lo hace diferente, que configura nuestra imagen de la ciudad. Intervenir, a través de la Carta de Paisaje Urbano, significa ir del reconocimiento y la protección a la garantía de que las actuaciones públicas y privadas tengan en cuenta su peculiaridad. Tenemos que construir entre todos y todas una ciudad singular y estimulante, y sentirla más propia que nunca.


Daniel Mòdol, arquitecto y urbanista