Chicago apuesta por Barozzi Veiga

Chicago apuesta por Barozzi Veiga

El Instituto de Arte, segundo mayor museo de EE.UU., elige al estudio barcelonés para transformar su extenso campus

Publicat a La vanguardia el 11 de setembre de 2019

El Instituto de Arte de Chicago del siglo XXI quiere llevar el sello del despacho de arquitectura barcelonés Barozzi Veiga. El consejo directivo de esta institución museística –la segunda mayor de Estados Unidos, tras el Museo Metropolitano de Nueva York– anunció ayer que había contratado a Barozzi Veiga para diseñar su nuevo campus plan y emprender una profunda transformación.

Las obras, que pueden prolongarse más de una década y comportan una inversión aún no concretada, pero de muchos cientos de millones de dólares, deben incluir la redefinición funcional del campus –que ocupa una super manzana, equivalente a cuatro manzanas de la zona central de Chicago–, la demolición de alguna de sus actuales edificios, la construcción de otros o de ampliaciones de nueva planta, un nuevo programa de usos de los volúmenes existentes, una renovada organización de las colecciones y una más estrecha relación con la ciudad, los parques circundantes y el lago Michigan.

Tanto por la dimensión de los trabajos que se deben realizar como por la relevancia global del Instituto de Arte deChicago, este es, con diferencia, el principal encargo recibido por un estudio barcelonés en el extranjero en mucho tiempo. Y la mejor noticia procedente del exterior para la arquitectura catalana desde la concesión del premio Pritzker al estudio de Olot RCR en 2017.

SIN PARANGÓN

Este encargo de un gran museo americano a un despacho catalán es de difícil parangón

El venerable museo norteamericano, cuyas colecciones alimentadas con donaciones particulares reúnen 300.000 piezas procedentes de todos los rincones del mundo, algunas de 5.000 años de antigüedad, otras contemporáneas, recibe cerca de dos millones de visitantes anuales. Sus dos elementos arquitectónicos más característicos son quizás el primero y el último hasta la fecha: una construcción de estilo Beaux Arts, obra de Shepley, Rutan y Coolidge, inaugurada en 1893, con fachada a la avenida Michigan, y una ampliación, el Ala Moderna, firmada por el italiano Renzo Piano en 2009, que se alza en la esquina Noreste del recinto, con entrada por la calle Monroe. Durante un siglo y cuarto, en sucesivas ampliaciones, el Instituto de Arte ha ido añadiendo edificios e instalaciones, hasta sumar una superficie útil de unos 300.000 metros cuadrados, en una gran parcela dividida en dos por el trazado ferroviario de la ciudad.

Águilas.Este auditorio fue una de las primeras obras de Barozzi Veiga 

Barozzi Veiga fueron invitados por el Instituto de Arte a participar en un concurso restringido, con la petición de aportar ideas para la reorganización del campus y la optimización de su potencial. Recibieron dicha invitación junto a algunas de las principales firmas arquitectónicas mundiales, siendo, tras tres años de discretos trabajos, los elegidos. Se trata pues de una clara apuesta por una firma emergente del comité directivo del museo, cuyo presidente, James Rondeau, argumentó ayer al anunciarla que elegir a los barceloneses ha sido una decisión valiente, pero también inevitable tras conocer su trabajo previo.

La propuesta de Barozzi Veiga, ahora en fase de intenciones y sobre la que no se han distribuido imágenes –el proyecto básico no se divulgará antes de año y medio–, se sintetiza en cuatro conceptos: ciudad, tren, jardines y lago. Parte de un detenido análisis del Instituto de Arte en su actual configuración, tras el cual Barozzi Veiga formularon su estrategia de actuación, basada en los cuatro conceptos citados.

GRANDES MAGNITUDES

Los trabajos, con un coste multimillonario, se prolongarán no menos de diez años

Su primera observación fue que el museo era introvertido y tenía mucho margen de mejora en su relación con la ciudad, y que por tanto debía reactivar y permeabilizar su fachada urbana, principalmente la de la avenida Michigan. La segunda fue que el museo siempre había tratado de dar la espalda al tendido ferroviario (Illinois Central Railrod), que lo parte en dos, y que en el futuro sería bueno invertir esta tendencia y considerar los trenes, al fin y al cabo un rasgo de identidad de Chicago, más como una ventaja integrable que como un problema que ocultar.

La tercera y la cuarta observaciones de Barozzi Veiga fueron que el museo pese a estar rodeado por varios jardines y parques tenía escasa relación con ellos, y que esto debía corregirse mediante un nuevo sistema de conectividad que redefiniera los flujos de circulación pedestre y facilitara el contacto con dichos espacios verdes, e incluso con el vecino lago Michigan, a pocas manzanas de distancia en dirección Este. Los arquitectos barceloneses creen que esta estrategia es la más adecuada para insuflar personalidad y nueva vida a un conjunto de edificios muy heterogéneo.

Lausana. El Museo Cantonal se inaugurará oficialmente este otoño

Chicago, cuna de los rasca­cielos, es uno de las grandes plazas arquitectónicas norteamericanas, jalonada por edificios de profe­sionales como William Le Baron, Louis Sullivan, Daniel Burnham, Frank Lloyd Wright o Mies Van der Rohe. La presencia de ar­quitectura de autores españoles allí es limitada, con la excepción de Ricardo Bofill, autor de una ­torre de 50 plantas levantada ­junto al río Chicago en 1992. ­Dejando a un lado a Rafael Moneo, autor de amplia trayectoria internacional, y con obras como la catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles, se hace difícil hallar un encargo de una institución norteamericana a una firma española comparable al que acaban de recibir Barozzi Veiga.

Premiados en Europa y EE.UU., inéditos en su ciudad

Alberto Veiga y Fabrizio Barozzi, fotografiados en el 2015 en el pabellón Mies Van der Rohe, al recibir el premio homónimo (Ana Jiménez)

Fabrizio Barozzi (Rovereto, Italia, 1976) y Alberto Veiga (Santiago de Compostela, 1973) abrieron su estudio en un edificio modernista del Eixample barcelonés en 2004, tras formarse, respectivamente, en las escuelas de arquitectura de Venecia y de Pamplona, y coincidir en el despacho del arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra.

Desde que empezaron a colaborar han construido una decena de obras, en localidades españolas como Águilas (Murcia) o Roa (Burgos), y también en otras de Suiza, Polonia e Italia. Pero siguen sin tener obra en Barcelona, la ciudad en la viven y trabajan, en lo que podríamos calificar, vista su proyección internacional, como un caso de despiste o miopía de los promotores locales, difícilmente explicable.

La arquitectura de Barozzi Veiga, muy personal, ajena a modas o ismos –a ellos les gusta decir que es “más sustantiva que adjetiva”–, se define por su equilibrio entre la escala del lugar donde se levanta, lo que en ocasiones le confiere empaque monumental, y también por su vocación formal, comedida e íntima pero inequívoca. En su monografía Barozzi Veiga (Park Books, 2015), rotulada en su portada con caracteres clásicos, propios de la lapidaria romana, los autores afirman que “nuestra arquitectura ha ido evolucionando hacia una monumentalidad sentimental”; y también que “es simultáneamente específica y autónoma, íntima y monumental, capaz de preservar la riqueza y la singularidad de cada lugar, sin renunciar nunca a descubrir los inesperados paisajes que cada uno de ellos esconde”.

En los quince años transcurridos desde la apertura de su estudio, Barozzi Veiga han construido relativamente pocas obras, entre las que destaca la Filarmónica de Szczecin (2007-2014), en Polonia, un auditorio blanco, como una cordillera nevada, que les valió el Premio Mies Van der Rohe de arquitectura europea en 2015, cuando rondaban los cuarenta años (diez menos que los anteriores ganadores más jóvenes del galardón). En España destacan su Auditorio y Centro de Congresos (2004-2011) en Águilas, un volumen curvo blanco, que evoca la línea de la bahía de esta localidad, y la cierra; y, también, la sede del Consejo Regulador de la D.O. de Ribera de Duero (2006-2011) en Roa, que sin dejar de afirmarse se inserta en la vieja muralla e integra antiguas construcciones.

Sus dos últimas obras hasta la fecha son el Museo Cantonal de Bellas Artes de Lausana (2011-2019), en Suiza, presentado en abril, pero que se inaugurará oficialmente este otoño, y la Escuela de Danza (2014-2019), inaugurada el pasado fin de semana en Zurich, también en Suiza.