Urbanistas e ingenieros atisban un punto de inflexión para cambiar el modelo de ciudad
Publicado en La Vanguardia el 27 de abril de 2020
¿Puede surgir una nueva Barcelona una vez se haya superado la pandemia? ¿Una ciudad diferente de la que hasta hace pocas semanas conocíamos, cuando el pulso aún estaba activo y nadie preveía esta anómala situación de estar encerrados en casa? Muchos piensan que sí, que es el momento de transformar el actual modelo, basado en un sistema que da síntomas de agotamiento y que presenta graves grietas. Urbanistas e ingenieros consideran que el reseteo provocado por el confinamiento y la futura desescalada de la cuarentena –presentada ayer por el Ayuntamiento– impulsará una transformación urbana, medioambiental, social y económica que apenas había empezado a asomar la cabeza antes de la llegada del coronavirus.
Piensan que la pandemia acelerará el proceso de implantación de una nueva manera de habitar y vivir la ciudad. Una evolución necesaria después de una crisis, como ya ha ocurrido en otros momentos de la historia de Barcelona, que necesitará del consenso de políticos, técnicos y ciudadanos para que sea permanente y ambiciosa, según advierten los profesionales consultados por La Vanguardia .
Miquel Martí es profesor de la Escola d’Arquitectura de Barcelona (Etsab) de la UPC y también participa en una red internacional de ciudades con sede en Polonia que estos días realiza una estudio internacional sobre las transformaciones que sufrirán las ciudades después de la pandemia. Sostiene que el modelo actual estaba en crisis desde el punto de vista medio ambiental, de justicia social, equidad… Considera que es el momento de cambiarlo. “Es una oportunidad y puede que al final no se haga nada, pero sería una lástima desaprovecharlo”, apunta. Apuesta por implantar de forma definitiva el teletrabajo, que una gran mayoría practica estos días, para aligerar la presión del transporte público y reducir el tráfico privado. “Antes parecía imposible trabajar desde casa. Hemos demostrado que se puede y se adoptará de forma habitual en las empresas, lo que contribuirá a reducir la movilidad diaria y obligada de miles de trabajadores”.
En este mismo punto también incide el catedrático de Harvard y arquitecto del despacho BAU, Joan Busquets, quien apunta que esta nueva forma de trabajar, menos presencial y quizás por turnos en las oficinas, restaría presión en las horas punta del transporte público. Esto permitiría mejorar la eficiencia y reduciría la congestión de los accesos a Barcelona, a la vez que modificaría la organización de oficinas y días de trabajo. “Estamos trabajando igual que se hacía en el siglo pasado y la situación actual y la tecnología demuestran que hay otra manera de hacerlo. Incluso también en las universidades”.
También son determinantes para mejorar la movilidad el impulso de modos de transporte más sostenibles. Para Javier Ortigosa, ingeniero del servicio de redacción del Plan Director Urbanístico (PDU) –normativa que debe sustituir al actual Plan General Metropolitano (PGM)–, las medidas que implementará el Ayuntamiento para desconfinar a la población con nuevos carriles ciclistas son positivas, pero sería un error que sean todas provisionales. A su juicio, hay que luchar contra la inercia de que todo vuelva a ser igual que antes y velar por la pervivencia de algunas de estas iniciativas. “Es el momento de aplicar los objetivos de la agenda 2030. El camino ya está dibujado”, afirma Ortigosa.
Por su parte, Joan Busquets mantiene que hay que ser ambiciosos y que, además, se debe hacer una apuesta decidida por el uso del vehículo eléctrico, impulsarlo de forma definitiva. “Los coches no desaparecerán de un día para otro –reconoce–, pero sí pueden ser menos contaminantes y dejar espacio público para otras necesidades”.
El transporte
El teletrabajo, impuesto ahora por obligación, permanecerá y reducirá la movilidad
Miquel Martí apuesta por una Barcelona de menos velocidad y de escala humana. Propone destinar los puntos liberados de circulación a nuevas supermanzanas y aportar seis millones de m2 para renaturalizar la ciudad, instalar áreas infantiles urbanos, terrazas… Por su parte, Busquets considera que el espacio ganado se podría dedicar a agricultura, parques o nuevas viviendas. En definitiva, intentar que el vehículo privado ocupe una menor superficie. Un objetivo que en los primeros momentos de la desescalada de la cuarentena aplicarán Barcelona y la mayoría de municipios del área metropolitana, pero que deberá ir acompañado de mejoras en el transporte público, ofreciendo garantías de seguridad para los usuarios que no tienen más remedio que utilizarlo.
Para la arquitecta María Sisternas la pandemia y el confinamiento nos permitirán ser realistas con la ciudad que tenemos y mejorar la gestión del patrimonio existente. “El cuerpo normativo urbanístico de Barcelona está pensado para un escenario de crecimiento urbano y demográfico, no para conservar lo que hay, que es en lo que nos deberemos centrar en los próximos años”. Sisternas dice que estos días es duro ver la cobertura de la ronda de Dalt que se hizo durante el pasado mandato junto al hospital Vall d’Hebron. “¿En qué es más necesario invertir, en cubrir 200 metros o en la ampliación del centro sanitario?”, se pregunta.
El futuro
Los profesionales ven una ciudad más metropolitana, verde y de escala humana
Josep Parcerisas, jefe del laboratorio de Urbanismo de Barcelona y profesor de la UPC, coincide con la preocupación por las inversiones públicas. Cree que la pandemia es más una “experiencia que una crisis”. Por eso, advierte sobre las “ocurrencias” de algunos para transformar un modelo que aún funciona y denuncia que la Covid-19 ha puesto de manifiesto las vergüenzas de una política de inversión descompensada que ha arrinconado a servicios esenciales como la sanidad y la educación. “Comprobarlo no es éticamente tolerable. Por eso, reclamo que el gasto se haga con cabeza y se deje de invertir en obras públicas suntuarias como lo fue el trazado de la L9 a su paso por El Prat, las obras de la plaza de las Glòries… o las líneas de AVE que se están construyendo”.
Parcerisas explica que los déficits que tiene Barcelona vienen de lejos y advierte sobre la posibilidad de reinventar nada. De ahí que recomiende que, antes de crear nuevas supermanzanas, se amplíen las aceras o que se mejore el parque de viviendas. “La pandemia ha sacado a relucir que entre el 15% y el 20% de los pisos de Barcelona pueden ser considerados infravivienda”.
La preocupación por el parque residencial de la ciudad es coincidente entre los profesionales. Busquets lo califica de “intolerable” y critica que se construyan casas sin salida al exterior y divididas en zonas de noche y de día igual que hace 100 años. Sobre este punto, Sisternas advierte que muchas de las inversiones se deberían destinar a los polígonos de viviendas que concentrar miles y miles de pisos que ya cuando fueron construidos eran deficitarios y que se deberían rehabilitar de forma urgente.
En este futuro inmediato, los técnicos ven una Barcelona más tecnológica, donde el espacio físico y el virtual puedan converger a través de las redes sociales y de iniciativas solidarias en red para construir espacio público. Martí advierte que esta situación ofrece mejoras positivas pero entraña riesgos, tal y como advierte el historiador y filósofo Yuval Harari, por la pérdida de libertades. Por eso, reclama una participación activa de los barceloneses en todo este proceso, ya que estas transformaciones no se quedarán sólo a pie de calle y modificarán la ciudad también en términos económicos.
En este sentido, Maria Sisternas lo tiene claro y reduce el peso del e-commerce en un momento en que la mayor parte de los barceloneses está mostrando opciones de compra de proximidad para ayudar a pequeños vendedores de mercados, productores, tiendas de barrio, librerías a la que se han hecho encargos por Sant Jordi… Recomienda volver la mirada sobre la economía local. Sobre este mismo tema se pronuncia Busquets, quien opina que ha calado una idea naif sobre la globalización en la que se desestimaba la producción frente a otros sectores en auge. “Barcelona debe producir y la lógica del capitalismo salvaje nos convenció que no debía ser así, pero la pandemia nos ha demostrado lo contrario”.