Se trata de actuar en la ciudad entendida como un recurso existente que por muchos motivos, sociales, económicos, medioambientales, ha devenido en oportunidad, en valor patrimonial en un sentido económico y no solo histórico
Publicado en ArchDaily el 19 de diciembre de 2021 | Fabian Dejtiar | Foto Juan Rodriguez
‘Patrimonio y Modernidad’ es el tema principal de la Bienal Internacional de Arquitectura de Euskadi / Mugak 2021 – una de las citas más relevantes de la arquitectura del norte de España. En este contexto, el arquitecto y economista Francisco Mangado tuvo su destacada participación en el Museo Bibat de Vitoria-Gasteiz mediante una conversación sobre sus obras arquitectónicas y aprovechamos la instancia para entrevistarlo y conocer sus puntos de vista sobre el asunto.
Fabian Dejtiar (FD): ¿Qué entiendes por “Patrimonio”? ¿Qué entiendes por “Modernidad”?
Francisco Mangado (FM): Es obvio que ambos conceptos han sido objeto de una cierta reconsideración en su significado. Hasta hace unos años el patrimonio estaba ligado a los centros y a los edificios históricos creando una legislación propia para la transformación de las preexistencias. Hablamos por tanto de una manera bastante reducida y específica de entender el patrimonio. De alguna manera siempre estaba ligado al valor histórico. Hoy, sin embargo, a partir de una realidad que participa de principios de reciclaje, transformación y utilización al máximo de los recursos existentes, de una concepción de la ciudad en eterna evolución y que debe ser responsable con el medio, toda ella ha devenido en patrimonio. Toda ella, de alguna manera, se puede reutilizar y aprovechar. Pensemos por ejemplo en las industrias que se situaban en polígonos antaño aislados y que hoy se reciclan para viviendas, o en edificios y barrios rápidamente desarrollados tras la Segunda Guerra Mundial que hoy son transformados y adaptados a los cánones actuales.
Y es esta manera más abierta de entender el patrimonio la que ha permitido recuperar y transformar buena parte del producto “moderno” el cual, hace solo unos años, estaba condenado a derribarse. Su reconsideración al menos desde la perspectiva económica les ha dado otra oportunidad.
Pasemos a la idea de modernidad. Definir que es hoy la modernidad solo es posible desde su esencia. ¡Está tan diluido el concepto! Las esencias no cambian. La modernidad implica siempre una idea de transformación más o menos radical y de progreso, define objetivos y utiliza la razón como argumento y juicio, genera códigos con carácter universal y por ello recela de lo específico y de lo local.
Por ello, por lo que significa de creer en un progreso, aunque su idea de progreso, entendida globalmente, no fuera la mejor; por su aceptación del riesgo, creo que merece la pena mantener cierto espíritu moderno afirmando que, al menos en la arquitectura, como en la vida misma, no todo vale. Que sí, que sí existen valores y principios y que se hacen necesarios unos acuerdos mínimos.
Es cierto, se hacía necesario una reconsideración de todas aquellas cuestiones que negaban el contexto. Hablamos de las realidades materiales, industriales, económicas, sociales y culturales cuya desconsideración desde una única manera de hacer resultaban contradictorias con cualquier lógica derivada de la propia actitud moderna. Pero está obligada revisión del concepto de la modernidad en la arquitectura, incorporando cuestiones como el contexto u otras similares, siempre las he visto como mejora y evolución del concepto de lo moderno que negación del mismo. Es precisamente, desde esta evolución del concepto de la modernidad, en buena medida siguiendo criterios derivados de la lógica impuesta por la realidad, donde se producen escenarios y encuentros que hacen posible la concepción más abierta del patrimonio y entender la producción moderna como parte de aquel, argumentando en buena medida el título de esta bienal Mugak.
FD: En este sentido, ¿Cómo tu obra arquitectónica se conecta con este tópico?
FM: Como sugería antes, hablando de arquitectura, el concepto de modernidad, a diferencia de lo que ocurre en resto del mundo del pensamiento y de la cultura, aún permanece con una cierta vigencia. Es cierto que de una manera transformada y después de haber revisado muchas de sus principios y actitudes que tampoco es que fueran totalmente homogéneos o aplicados homogéneamente. Quizás se puede argumentar que el resultado es un mestizaje que poco tiene que ver con la modernidad y puede que sea cierto en buena medida. Pero me gusta pensar que la arquitectura, por la naturaleza de sus contenidos, difícilmente puede escapar definitivamente de lo moderno. Los aspectos técnicos o materiales, por ejemplo, el lenguaje…están ahí y siguen siendo muy poderosos en nuestro quehacer. Es verdad que a partir de la posmodernidad se ha generado un proceso donde no solo el pensamiento moderno sino cualquier tipo de pensamiento arquitectónico es sospechoso de impositivo y por lo tanto desechado. De alguna manera todo vale y la sustancia y los contenidos han sucumbido a la simple representación o a la apariencia. Obviamente no me gusta esta realidad.
En este contexto, haciendo lo que hago, siempre procuro permanecer fiel a muchas de aquellas actitudes modernas que para mí son en cierta manera vitales, utilizando el contexto y la materialidad, los programas en su sentido más conceptual, como algunos de los mecanismos necesarios para la adaptación del modelo moderno, en lo que de impositivo tiene, a la realidad sobre la que trabajamos. Una realidad compleja y rica, auténtica génesis de arquitectura, que en modo alguno puede verse simplificada por la imposición de modelos globales.
FD: Tu participación en este evento fue a través de una conversación en el Museo Bibat de Vitoria-Gasteiz junto al periodista Paco Valderrama, ¿Nos podrías comentar las conclusiones más importantes de esta charla? ¿Con qué crees qué los oyentes se fueron pensando?
FM: Bueno, hablamos de manera general sobre arquitectura. Es verdad que se hizo un recorrido intenso respecto al papel de la arquitectura en la ciudad, particularmente la capacidad de la misma para transformar de manera significada el tejido e incluso la condición social del entorno. En este sentido mi posición fue, que sin menospreciar esta capacidad, la auténtica transformación (la ciudad siempre está transformándose) procede de aquellas decisiones que afectan a la organización del complejo sistema que es la ciudad.
Nos referimos a las infraestructurales, a las que afectan o implican una reconsideración del espacio público, a las derivadas de la incorporación de las nuevas tecnologías, a decisiones de tipo económico y desde luego político, a las posiciones culturales… en fin que la arquitectura, siendo importante, no puede por sí sola generar un proceso de esta intensidad.
Es necesario que la arquitectura llamada a tener una significación urbana se inserte en un contexto de transformación y, me atrevería a decir de optimismo histórico, en el que todos los elementos que forman el sistema estén implicados. La cuestión se planteó hablando del museo de Arqueología de Álava en donde tuvo lugar la bienal y que yo ejecuté en su día. Esta institución se sitúa en el casco histórico de la ciudad, en un lugar que hace unos años digamos que era conflictivo socialmente y en el que el edifico jugó un papel ciertamente importante en la revaluación de esta parte de la ciudad.
En general, la conversación giró también sobre mi preocupación por la pérdida de importancia de lo público, de la reflexión política entendida desde su perspectiva de ciencia, en la ciudad y como, desde la crisis financiera mundial del 2007-2008, se ha producido una suerte de retirada acomplejada de los poderes públicos a la hora de tomar decisiones de índole estructural poniendo en tela de juicio el papel de ésta como lugar de desarrollo y equilibrio social. En este momento las decisiones más importantes las toman los fondos de inversión, y aunque no pretendo que lo privado no tenga un papel importante en la ciudad, es necesario y siempre lo ha tenido, me preocupa que se rompa el equilibrio que supone la intervención pública como garante de lo que significa lo que es de todos. Es importante, creo yo, recuperar el concepto de la planificación, eso sí, a partir de nuevos presupuestos e instrumentos de actuación que cambien la manera en como se ha hecho hasta ahora y, desde luego, teniendo en cuenta la especificidad de cada ciudad. Pero esto es una cuestión compleja sobre la que no me atrevo a opinar demasiado.
FD: Hoy en día, ¿te encuentras desarrollando nuevos proyectos que toquen estos puntos?
FM: Pues mira, sí. En este momento tengo sobre la mesa el proyecto de Puerta Sur de Bergamo en Italia. Un proyecto que supone por un lado la ordenación de los terrenos hoy ocupados por le ferrovía italiana y, por otro la construcción de algunas de las operaciones arquitectónicas más significativas consecuencia de aquel. Se trata de una prolongación del eje planificado y ejecutado en su día por el arquitecto Piacentini, intentando unir la parte norte de la ciudad con la parte sur, relación hoy difícil dada la existencia de las infraestructuras ferroviarias. Siempre presente, al fondo, sobre la colina, la Bérgamo medieval como un referente extraordinario.
Un proyecto apasionante que supone la continuidad, presente físicamente en la morfología de la ciudad, entre distintos periodos históricos que, desde la colina, van descendiendo hacia el sur. Pero también una oportunidad para mejorar la calidad urbana, los espacios públicos y las dotaciones, así como para implementar y pensar, desde la incorporación de los nuevos sistemas infraestructurales y técnicos, los nuevos objetivos de una ciudad que debe ser responsable con los medios y los recursos. A la vez tenemos la oportunidad de atisbar y plantear la arquitectura. Algo que, si no se tuerce, puede resultar fantástico.