Silvia Pujalte | Es arquitecta y paisajista. Habla de arquitectura y se emociona cuando menciona al arquitecto al servicio de la ciudadanía.Silvia Pujalte | Es arquitecta y paisajista. Habla de arquitectura y se emociona cuando menciona al arquitecto al servicio de la ciudadanía.
Publicado el domingo, 24 de agosto en EL PERIÓDICO de Catalunya
–Llegué porque estaba haciendo mi proyecto de fin de carrera, en Arquitectura, y bus qué una localización fuera de Madrid, en Catalunya.
–¿Qué hizo?
–Proyecté un centro de investigación agraria en el delta del Llobregat.
–Es de Alicante, estudiaba Arquitectura en Madrid y se fija en el delta del Llobregat…
–Estudié con una beca en Stuttgart y ahí co- nocí a mi pareja. Cuando acabamos la beca, venía mucho a Barcelona. Desde el avión, veía la zona del delta.
–¿Se materializó ese centro agrario?
–No, era un proyecto, pero me permitió tener una conexión con Barcelona y con Catalunya. Lo presenté a la Asociación de Jóvenes Arquitectos de Catalunya (AJAC) y fui una de las ganadoras. En el 2009, empecé el máster oficial en paisajismo de la ETSAB.
–Y se ha decantado por el paisajismo. ¿Cuál es la función del paisajista?
–¡El paisajismo ha hecho que me volviera a enamorar de la arquitectura! El paisajista es la persona, o el oficio, que entiende el tiempo como una herramienta más de trabajo. Hace el encaje entre la planificación más urbana, más arquitectónica, y la mirada hacia el medioambiente y la sostenibilidad.
–Ilústreme, por favor.
–Trabajas con elementos vivos, ya sean árboles que crecen, ríos que se ensanchan o montañas que se reforestan… Proyectas legados, cosas que evolucionan, que están vivas y no dependen de la mano que diseña. Tomarán un camino propio.
–Junto a un equipo multidisciplinar, ganó el primer premio de las 16 puertas de Collserola con un proyecto que se tituló Qui coneix, estima… ¿Por qué ese nombre?
–Sí, la primera puerta, la de la Diagonal. Creemos que quien conozca el valor paisajístico y ambiental de este trozo de paisaje sabrá valorarlo y respetarlo. La tarea pendiente de Barcelona es mirar hacia la montaña. Y eso no significa humanizarla, al revés: es intentar conservar las cosas que le son propias.
–En su currículo aparece ESPAIsatge, una asociación de paisajistas.
–El objetivo de ESPAIsatge es poner de relieve el paisajismo y reivindicar la figura del paisajista.
–La asociación proyectó ConnectHORT, en el Poblenou.
–Una vecina se puso en contacto con la asociación para presentarnos un proyecto para un solar vacío. Pensamos un uso que fuera lo más inclusivo posible para los colectivos del barrio, y por eso proyectamos un huerto. Alrededor de un huerto pueden pasar muchas cosas, la gente se vincula al espacio, participa.
–Ya no se entiende la arquitectura sin participación vecinal.
–Ya no se puede pensar un proyecto de espacio público sin pedirle opinión a la gente. La participación ciudadana no tiene que ser de postal, tiene que ser real. La gente de mi generación se está moviendo, se está organizando y está haciendo arquitectura de otras maneras.
–¿Cómo?
–Los colectivos empiezan a tener mucha importancia, a pensar en la responsabilidad social de lo que proyectan. Hay arquitectos que están creando cosas sin dinero.
–¿En qué proyecto está ahora?
–Alterno dos almas, no dejo de ser ni arquitecta ni paisajista y me vinculo a la comunicación. Colaboro con Labóh, una consultoría dedicada a desarrollar la comunicación y las relaciones de negocios de empresas de diseño y arquitectura. Me ocupo de las redes sociales.
–¿Trabaja en paisajes virtuales?
–[Se ríe] Para mí, es un proyecto más de arquitectura. Creo mucho en el trabajo en equipo, en crear comunidades con gente de diferentes disciplinas. Así que lo que hago es construir redes, que, al fin y al cabo, también es espacio público.
Publicado el domingo, 24 de agosto en EL PERIÓDICO de Catalunya
–Llegué porque estaba haciendo mi proyecto de fin de carrera, en Arquitectura, y bus qué una localización fuera de Madrid, en Catalunya.
–¿Qué hizo?
–Proyecté un centro de investigación agraria en el delta del Llobregat.
–Es de Alicante, estudiaba Arquitectura en Madrid y se fija en el delta del Llobregat…
–Estudié con una beca en Stuttgart y ahí co- nocí a mi pareja. Cuando acabamos la beca, venía mucho a Barcelona. Desde el avión, veía la zona del delta.
–¿Se materializó ese centro agrario?
–No, era un proyecto, pero me permitió tener una conexión con Barcelona y con Catalunya. Lo presenté a la Asociación de Jóvenes Arquitectos de Catalunya (AJAC) y fui una de las ganadoras. En el 2009, empecé el máster oficial en paisajismo de la ETSAB.
–Y se ha decantado por el paisajismo. ¿Cuál es la función del paisajista?
–¡El paisajismo ha hecho que me volviera a enamorar de la arquitectura! El paisajista es la persona, o el oficio, que entiende el tiempo como una herramienta más de trabajo. Hace el encaje entre la planificación más urbana, más arquitectónica, y la mirada hacia el medioambiente y la sostenibilidad.
–Ilústreme, por favor.
–Trabajas con elementos vivos, ya sean árboles que crecen, ríos que se ensanchan o montañas que se reforestan… Proyectas legados, cosas que evolucionan, que están vivas y no dependen de la mano que diseña. Tomarán un camino propio.
–Junto a un equipo multidisciplinar, ganó el primer premio de las 16 puertas de Collserola con un proyecto que se tituló Qui coneix, estima… ¿Por qué ese nombre?
–Sí, la primera puerta, la de la Diagonal. Creemos que quien conozca el valor paisajístico y ambiental de este trozo de paisaje sabrá valorarlo y respetarlo. La tarea pendiente de Barcelona es mirar hacia la montaña. Y eso no significa humanizarla, al revés: es intentar conservar las cosas que le son propias.
–En su currículo aparece ESPAIsatge, una asociación de paisajistas.
–El objetivo de ESPAIsatge es poner de relieve el paisajismo y reivindicar la figura del paisajista.
–La asociación proyectó ConnectHORT, en el Poblenou.
–Una vecina se puso en contacto con la asociación para presentarnos un proyecto para un solar vacío. Pensamos un uso que fuera lo más inclusivo posible para los colectivos del barrio, y por eso proyectamos un huerto. Alrededor de un huerto pueden pasar muchas cosas, la gente se vincula al espacio, participa.
–Ya no se entiende la arquitectura sin participación vecinal.
–Ya no se puede pensar un proyecto de espacio público sin pedirle opinión a la gente. La participación ciudadana no tiene que ser de postal, tiene que ser real. La gente de mi generación se está moviendo, se está organizando y está haciendo arquitectura de otras maneras.
–¿Cómo?
–Los colectivos empiezan a tener mucha importancia, a pensar en la responsabilidad social de lo que proyectan. Hay arquitectos que están creando cosas sin dinero.
–¿En qué proyecto está ahora?
–Alterno dos almas, no dejo de ser ni arquitecta ni paisajista y me vinculo a la comunicación. Colaboro con Labóh, una consultoría dedicada a desarrollar la comunicación y las relaciones de negocios de empresas de diseño y arquitectura. Me ocupo de las redes sociales.
–¿Trabaja en paisajes virtuales?
–[Se ríe] Para mí, es un proyecto más de arquitectura. Creo mucho en el trabajo en equipo, en crear comunidades con gente de diferentes disciplinas. Así que lo que hago es construir redes, que, al fin y al cabo, también es espacio público.