Barcelona puede volver a ser ejemplo internacional de modelo urbanístico pionero, ahora más humanista, armónico y saludable
Publicado en El Periodico el 20 de septiembre de 2020
Pascual Maragall peatonalizó diversas calles y plazas de Barcelona. En su bando ‘Los derechos de los peatones’ de 1995 ya se apuntó a la tendencia europea a ampliar aceras, hacer calles de plataforma única sin aceras y recuperar espacio de paseo. Se hicieron multitud de pequeñas intervenciones creando plazas que ayudaron a dar un paso adelante en una ciudad desproporcionadamente ocupada por el automóvil. Pero al principio contó con un fuerte enfrentamiento de comerciantes que le acusaron de arruinarles. Hasta que se dieron cuenta de que generar más tránsito peatonal les beneficiaba.
Algo similar está pasando ahora, cuando el urbanismo condal se ha puesto de nuevo en la palestra. Pero es un nuevo concepto de urbanismo. Ya no es burocrático y rígido, ejecutado por técnicos desde sus despachos con un plazo de ejecución eterno. Ahora llega un urbanismo con humanismo, elaborado ágilmente por profesionales diversos. Donde se pone al ciudadano como centro del espacio público.
Maragall tiró adelante con sus convicciones. Ada Colau y Janet Sanz lo hacen ahora con las suyas. Todos los cambios provocan suspicacia, y no todos los cambios resultan positivos. Pero quedarse estancado es seguro negativo. Como dijo la urbanista Jane Jacobs, “las ciudades son un inmenso laboratorio de ensayo y error, fracaso y éxito, en su construcción y en su diseño”. Quien además consideraba que los automóviles no son los villanos de los males de la ciudad. Son menos una causa que un síntoma de nuestra inoperancia en crear una ciudad equilibrada.
Necesitamos nuevas herramientas para compartir un bien escaso: el suelo. Un urbanismo más afectivo que efectivo. Muchos se echan las manos a la cabeza por estos cambios, más como reacción espontánea que pensando si les beneficia. Pero las conquistas en movilidad, medioambiente y salud son necesarias y todas las urbes civilizadas las van aplicando. Barcelona puede volver a ser ejemplo internacional de modelo urbanístico pionero, ahora más humanista, armónico y saludable.