Publicat el 13 d’abril de 2014 a La Vanguardia
Continuidad, investigación y compromiso con la sociedad y el conocimiento son las prioridades de Solano Benítez, joven arquitecto paraguayo de sorprendente obra y refrescante discurso.
¿Qué significa Solano?
El viento que acompaña al amanecer. En mi país el Solano de referencia es el mariscal Francisco Solano López. Fue por él que mi abuelo militar quiso que me llamara Solano. Yo también se lo puse a mi hijo. Pero no por el halo heroico del mariscal, sino porque buscando en el diccionario descubrí eso: que solano es el viento que acompaña al amanecer.
¿Qué papel tiene en su arquitectura la austeridad?
Quisiera creer que guía mi arquitectura cierta inteligencia, y que esa guía genera austeridad.
¿Y el compromiso social?
Necesitamos ser,y eso se construye desde el dar. Es importante convocar todos los materiales, ya sean ladrillos, cemento, arena o cal, en defensa de las personas. Pero más importante es armar una estructura social fraterna.
¿Y la expresividad?
No es fácil definir el arte, pero tiene que ver con un “hacer extraordinario”. El arte produce emoción. No hay emoción sin pasión. La expresividad es el fruto de dar visibilidada ese “hacer extraordinario”, y está, más que en la forma final, en la profundidad del compromiso del arquitecto.
Algunos colegas suyos, también comprometidos, ven la expresividad personal como algo suntuario. No es su caso.
La especie humana es la más débil de la cadena natural. Incapaces de adaptarnos al medio, lo transformamos. En esa necesidad de transformar está el hacer, que no es informe y puede ser desnudo. Pero esa es también una forma de expresividad.
¿Cómo logra una arquitectura expresiva con pocos medios?
No trabajo con pocos medios. En mi ámbito me siento como en una tienda de golosinas, en un lugar con recursos infinitos, distintos de los de otras partes. Los esquimales construyen con hielo. Los indígenas americanos, con pieles. No hay más riqueza material aquí que allá. Lo que cuenta es la inteligencia con la que se combinan los materiales en apoyo de la condición humana.
¿Por qué recurre al ladrillo como material constructivo?
Uso también otros. Cuando doy clase en Harvard, cerca del MIT y sus laboratorios, puedo usar materiales relacionados con la biología o la robótica. Si la Nasa construye en Marte, quizás fabrique allí ladrillos con polvo marciano.
¿Cuáles son sus objetivos prioritarios al proyectar?
Continuar, dar continuidad a las cosas. Aunque intentamos proyectar con la conversación, una voz que viene de cum y de versare. Es decir, de estar juntos y de darle la vuelta a las cosas.
¿Hay otras prioridades?
La investigación. En mi equipo nos hemos propuesto ser especialistas en lo que no sabemos hacer. De modo deliberado no hacemos lo que se espera que hagamos. Y eso se logra investigando.
¿Alguna otra prioridad?
El compromiso con el conocimiento, que se verifica de tres maneras: conservándolo, difundiéndolo y produciéndolo. En el ámbito universitario, desde Napoleón, se conserva y se difunde conocimiento, pero se produce poco. Cuanto más conocimiento nuevo produzcamos, mejor nos irá. Hoy la erudición importa menos: el mayor erudito ya es Google. Usted participa ahora en una exposición en Madrid, ha conferenciado en Barcelona, da clase en Harvard…
¿Cree que su arquitectura se extenderá más allá de Paraguay, su país natal?
No tengo aspiraciones expansivas. El corolario ideal de la condición humana es ser absoluta y escandalosamente feliz. Para eso es necesario que se den unas condiciones colectivas distintas. Mi obra puede tener influencia, pero no por cómo juntamos ladrillos, sino por las circunstancias en las que creamos,ypor nuestros objetivos. Eso sí es exportable.
¿Cómo valora la arquitectura icónica de los últimos años?
Es el reflejo exacto de pensar que el ejercicio profesional tiene que ver con la prestación de servicios comerciales. Desde Adam Smith y Carlos Marx el foco se ha puesto en la producción. Así hemos asistido a una pelea entre Lucifer y Satanás, entre capitalismo y socialismo. Como decía Nicanor Parra, la derecha y la izquierda unidas jamás serán vencidas. Hemos pasado del Homo faber al Homo laborans. Del que transformaba el mundo con la inteligencia creativa al que aprieta tornillos y, al apretarlos a diario, va olvidando otras capacidades, sin mayor beneficio que un salario destinado al consumo…
Su obra es peculiar, pero con ecos de autores como Gaudí.
Yo odié a maestros como Le Corbusier, Dieste o Gaudí, porque no se daban las condiciones para emularlos. Me reconcilié con ellos cuando reparé en que lo que me mostraban con su hacer no era a imitarles, sino la posibilidad de que yo tuviera el mío.