CARLES MARTÍ ARÍS (1948-2020) Profesor de proyectos arquitectónicos de la Etsab/UPC
Publicado en La Vanguardia el 2 de mayo de 2020
El coronavirus está causando estragos. La Escola Tècnica Superior de Arquitectura (Etsab/UPC) no ha quedado al margen. Además de la de familiares de alumnos, personal de administración y servicios, y del docente, en las últimas semanas hemos sufrido cinco dolorosas pérdidas entre nuestro profesorado activo y jubilado: Fernando Álvarez, Arnau Puig, Ignasi de Rivera y Joan Puebla. El quinto ha sido Carlos Martí Arís.
Carlos era profesor de la Etsab/ UPC desde hace muchos años, un profesor muy querido del departamento de Proyectos Arquitectónicos . Su vinculación con la escuela arrancó como joven estudiante en la década de los sesenta. Unos años más tarde la Escuela se reinventó con la contratación de jóvenes profesores en una arriesgada apuesta de futuro. Entre ellos estaba un joven Carlos Martí quién, por aquella época, junto a otros compañeros, también profesores, lideraron la revista 2C que todos los estudiantes teníamos como referencia: “La ciudad es nuestra casa y nuestra casa es la ciudad”.
La escuela se convirtió en el embrión de muchas cosas. En gran medida participó de una manera muy activa en el futuro que ofrecía la nueva democracia. Catalunya cambió y especialmente Barcelona. Todo arrancó de aquel cambio y culminó con la Barcelona olímpica.
El perfil de aquel profesorado de referencia se centraba fundamentalmente en la transmisión de su reconocida práctica de transformación de la ciudad al ámbito universitario. Era una experiencia con dos apoyos, la profesional y la docente que tuvo una muy importante repercusión en el ámbito internacional.
Pero hubo una segunda realidad docente en la que podríamos identificar al profesor Carlos Martí. Su perfil se podría asimilar a un modelo de tres apoyos: el profesional, el docente y el teórico. Es, sin lugar a dudas, un rasgo menos mediático, pero mucho más potente lo que le hizo ganarse el respeto de todos sus compañeros.
Una de sus mayores virtudes era la discreción. Intentaba no llamarla atención. Sus generosas intervenciones en reuniones y clases eran respetadas y respetuosas. Eran de un nivel superior, lo que le convirtió en una persona de referencia y de consenso en una sociedad convulsa como es la universitaria.
Respetado como profesional de la arquitectura, como docente y como teórico, no necesitó de ningún tipo de foco para que el interés por su labor desbordara fronteras. Y el entorno arquitectónico internacional se fijó en su persona y lo tuvo como un importantísimo referente permanente en Alemania, en Suiza, en Francia y, especialmente, en Italia y en todo el territorio nacional.
Todo el mundo pedía su colaboración. Su inmensa generosidad nunca le permitió dar un no como respuesta. Todos sabíamos que era un profesor cuya presencia elevaba la calidad de cualquier acto en el que estuviera presente.
Dominaba el lenguaje con maestría pues le ayudaba a vehicular su fina e infalible ironía. Los certeros títulos de sus escritos y sus libros así lo manifiestan: “Las variaciones de la identidad. Ensayo sobre el tipo en arquitectura”, “Silencios elocuentes”, o “La cimbra y el arco” entre otros muchos.
¿Quién sería capaz de hilvanar un discurso o un texto con conceptos contrapuestos? La respuesta era: el profesor Carlos Martí. Y la Universidad así se lo ha reconocido mediante dos hechos que nos llenan a todos de orgullo.
El primero a instancias del anterior director de la Etsab/UPC, Jordi Ros, fue su nombramiento por parte de nuestra comunidad como Magister Honoris Causa, es decir, como maestro de todos nosotros. A ese reconocimiento asistió gente de todo el mundo.
El segundo es la reimpresión de su libro Silencios elocuentes para la colección Poliédrica de la UPC liderada por el vicerrector Estanislao Roca. Habría muchas cosas que decir del profesor Carlos Martí. Infinitas. Pero me centraré en el título de uno de sus ensayos y que refleja su idiosincrasia, el porqué es un profesor con mayúsculas aquél que es capaz de tener los tres apoyos a los que me refería con anterioridad: “La cimbra y el arco”.
Una de las principales herramientas que utilizamos los arquitectos es la analogía, aunque muchos nos identifiquen con la metáfora. Todos tenemos en nuestra mente cómo es un arco. Inmediatamente visualizamos muchas arquitecturas donde el arco es una pieza fundamental, como en los acueductos, por ejemplo, o en la Loggia degli innocenti de Florencia.
Recordamos esas imágenes como algo bello que forma parte de nuestra cultura y de nuestro paisaje. Pero para alcanzar esa realidad se necesita de una cimbra sobre la que montar las piedras que formarán el arco. Una vez alcanzado elo bjetivo, construir el arco, la cimbra se desmonta y desaparece. Yel arco tiene su sentido gracias a la cimbra: sin cimbra no hay arco.
Para Carlos Martí la teoría equivaldría a la cimbra, y el arco al a realidad arquitectónica final, donde la teoría sería aquel soporte implícito que ayuda a realizar la buena arquitectura y que desaparece tras la realidad final. Pero está implícita, está allí. De algún modo y con la desaparición de nuestro querido profesor, compañero, amigo, nuestra cimbra se ha roto.
FÉLIX SOLAGUREN-BEASCOA
DIRECTOR DE LA ETSAB
Imatge: MONTSE RIBAS