El arquitecto recientemente fallecido dejó, junto a su socio Alfonso Milà, una amplia obra por toda la ciudad, que abarcó desde el interiorismo del Flash Flash a los grandes diseños del 92
Publicado en El Periodico el 24 de Octubre de 2020
Federico Correa nació, estudió, vivió, trabajó y falleció a los 96 años –el pasado lunes– en Barcelona habiendo dejado una amplia y significativa obra diseminada por la ciudad. Siempre junto a Alfonso Milà, su socio, con quien compartió estudio y amistad toda la vida. Se iniciaron construyendo casas unifamiliares en Cadaqués, su primera obra en Barcelona fue el restaurante Reno en 1962, hoy desaparecido. Se inspiraba en el ambiente parisino, un ejercicio historicista que «hecho por una persona vulgar, podría acabar en un decorado de película de Sarita Montiel», alertaba Correa.
Por eso al poco tiempo se desquitaron con el restaurante Flash Flash, promovido por Leopoldo Pomés y Alfonso Milà, su obra más contundente y atrevida, que justo este año cumple impecable su 50 aniversario. Buscaba desmarcarse «de aquellos interiores cursis pseudomodernistas», que comenzaban a invadir la calle de Tuset imitando el ‘neoliberty’ de Carnaby Street. Aun y así Correa siempre pensó que podían haber sido más atrevidos: quería forrar las paredes con fotografías de gente de espaldas, usar sillas de plástico con fotos de sillas de enea o forrar la puerta del lavabo con una foto de un sórdido portal de estación con el cartel de ‘retrete’.
Inspiración en el sur de Francia
Le seguiría Il Giardinetto, «aquí ya había una voluntad expresa de un juego pop figurativo». Crear un refinado interior como si estuvieses en un exterior, bajo la copa de frondosos árboles. La idea se les ocurrió tras contemplar una escena en el sur de Francia viendo a gente jugando a petanca bajo una arboleda. Sobre ambos proyectos afirmaba: «la ironía finalizaba antes de que llegase a ser molesta para el cliente». Siempre defendió que lo más importante de un restaurante era la sonorización, pues ibas a comer, pero a fin de cuentas para poder charlar. También fueron responsables de la remodelación del popular 7 Portes, donde les satisfacía enormemente que apenas se notase su intervención, pero sin embargo los clientes se encontrasen más a gusto, con mejor iluminación.
“Si sigues al pie de la letra las ordenanzas de Barcelona te obligan a hacer una arquitectura tremendamente vulgar”, se quejó
Su primer edifico en altura fue la torre Monitor en la Diagonal, al que siguió la torre Atalaya. De hecho, ya estaba en marcha y desde el ayuntamiento requirieron su servicio para mejorar una propuesta muy mediocre. Así lograron darle la vuelta y construir un rascacielos con una fachada de paneles prefabricados con ricas texturas, buscando entonar con el cromatismo de la ciudad, con clara influencia de la elegante arquitectura italiana del momento. También son obra de Correa-Milà las tiendas de ropa Furest, apostando por el color negro para dar señorío al comercio, y donde fueron innovadores eliminado mostrador y vitrinas, pues ya no tenía sentido separar cliente y dependiente; y toda la tienda se convertía en expositor.
Viajaron a Nueva York para conocer los locales nocturnos de moda, «me interesa mucho saber lo que está de moda… para no caer en ella», y buscar inspiración para la discoteca Up&Down, del promotor Oriol Regàs, que quería trasladar el ambiente de Bocaccio a un nuevo emplazamiento añadiendo mayor sofisticación.
Remodelar la plaza Reial
En 1980, Oriol Bohigas, delegado de urbanismo del ayuntamiento, encargó decenas de proyectos para mejorar la ciudad. A Federico le tocó uno muy cercano a su estudio de la plaza de Sant Jaume, remodelar la plaza Reial. Lo tuvo claro, rebajar la cota, que se había ido elevando con parterres que no dejaban ver la fachada, pavimentarlo con piedra y eliminar los coches. Sí, aunque parezca mentira, los coches podían circular y estacionar libremente allí.
Siempre lamentó que se incluyera en el Anillo Olímpico “el petardo” de la torre de Calatrava
La sede de la Diputació de Barcelona fue un controvertido proyecto que logró salvar del derribo un palacete de Puig i Cadafalch. Se construyó en muro cortina oscuro como telón de fondo. En la esquina se incluyó una rotonda a modo de rótula, muy al estilo del Eixample barcelonés, «un respeto a las preexistencias ambientales, no una imitación directa del alrededor». En el edificio de oficinas donde se ubica Habitat utilizaron similar argumento. La protuberante marquesina que protege los bajos está inspirada en los grandes toldos de antiguos hoteles. Correa reconoció que el color resultante no les satisfizo. Aceptaron con las prisas un color de catálogo, sin la posibilidad de elaborar uno propio, que debía ser más granate, «fue un error, hay que ser rigurosos hasta el final. No hay nunca que bajar bandera». Y se mostraba frustrado: «Las ordenanzas de Barcelona son una verdadera tragedia. Parece que estén hechas para fastidiar. Si las sigues al pie de la letra te obligan a hacer una arquitectura tremendamente vulgar».
Sin duda, su obra más importante por dimensiones y significado fue el Estadi Olímpic, proyectado con Vittorio Gregotti (fallecido en marzo por covid), Margarit y Buxadé; y el Anillo Olímpico donde siempre lamentó que incluyeran «el petardo» de la torre de Calatrava. Por esa época remodelaron el despacho de la alcaldía de la ciudad, diseñando algunos muebles expresamente. Sabían pasar del urbanismo, a la arquitectura, el interiorismo –¡no decoración!– o el producto con soltura y coherencia.