Publicat el 3 d’abril del 2014 al diari El Mundo
Un manifiesto y una exposición se oponen al crecimiento descontrolado del ‘skyline’ londinense, que enfrenta al príncipe Carlos y al alcalde de la capital británicaPublicado el 3 de abril de 2014 en el diario El Mundo
Un manifiesto y una exposición se oponen al crecimiento descontrolado del ‘skyline’ londinense, que enfrenta al príncipe Carlos y al alcalde de la capital británica
Crecer (hacia arriba) o no crecer. He ahí el dilema al que se enfrenta Londres, que aspira a ser la primera ciudad europea en superar los 10 millones habitantes y a construir hasta 236 torres de más de 20 pisos en las próximas dos décadas.
¿La Manhattan británica o Dubai sobre el Támesis? La polémica esta servida tras la reciente manifiesto, firmado por 80 intelectuales y artistas que reclaman la creación de una Comisión de los Rascacielos, para evitar estropicios como los cometidos en la City en los últimos año y poner fin al caos reinante en los 33 distritos, donde las moles residenciales amenazan con sofocar la “dimensión humana” que distinguía a la capital británica.
El príncipe Carlos vuelve a la carga estos días y arremete como las “torres de la exclusividad” que, en su opinión, harán bien poco por solucionar el problema de la vivienda y servirán para afear aún más el polémico ‘skyline’, moteado entre otros por el ‘Pepinillo’ de Norman Foster, la ‘Astilla’ de Renzo Piano, el ‘Rayador de Queso’ de Richard Rogers y el ‘Wakie Talkie’ de Rafael Viñoly.
El alcalde Boris Johnson ha respondido en persona al príncipe Carlos diciendo que sería “absolutamente disparatado” renunciar a la construcción en gran altura si Londres quiere seguir haciendo frente a los retos de cualquier gran ciudad en el siglo XXI. Johnson ve todos los días desde su despacho el enjambre de rascielos tras las almenas de la Torre de Londres, que podría perder la distinción de “patrimonio de la humanidad” de la Unesco si persiste el acecho de cristal y hormigón.
Terciando en la polémica, el ‘think tank’ New London Architecture (NLA) ha intentado visualizar por primera vez cómo será la ciudad de aquí a una década. La exposición ‘London growing up’ reúne desde hoy algunos de los proyectos “verticales” más representativos e invita a los londinenses a pronunciarse sobre el futuro de la ciudad, confinado hasta ahora en los despachos de inversores extranjeros y de las grandes firmas de arquitectura.
“Creemos que el proceso tiene que abrirse necesariamente y somos partidarios de la creación de una Comisión de Rascacielos que evalúe al calidad y el impacto de los diseños”, asegura Peter Murray, comisario de la exposición y al frente de la NLA. “Está claro que Londres necesita crecer hacia arriba, pero es también evidente que hay que elegir a conciencia los lugares donde se puede construir y hay que procurar una mayor integración de los edificios en el carácter de la ciudad”.
“Lo que no podemos es trasplantar otro ‘downtown’ americano como hicimos en Cannary Wharf, ni permitir que cada uno de los 33 distritos planifiquen a su antojo”, agrega Murray. “A diferencia de París o Nueva York, Londres es una ciudad multicéntrica que nunca tuvo un gran plan de urbanismo. Por eso es más necesario que nunca unificar criterios y tener muy claro por dónde se va avanzar en el futuro”.
El 70% de los londinenses, sin embargo, admite que nunca viviría en un rascacielo. Tan sólo el 10% opina que los rascacielos levantados en las cuatro últimas décadas han hecho de Londres “una ciudad mejor” y el 54% admite una rotunda adversión al ‘skyline’ de la capital británica.
“Nunca otra ciudad en la Tierra ha tenido un ‘skyline’ tan caótico”, afirma el periodista Simon Jenkins, uno de los 70 firmantes del manifiesto publicado en ‘The Observer’ y suscrito entre otros por el escultor Anish Kapoor, por el filósofo Alain de Botton y por los arquitectos Alison Brooks, David Adjabe y Eva Jiricna.
“Londres, una de las grandes ciudades del mundo, merece algo mejor”, sostienen lo firmantes. “No nos oponemos a la construcción en altura, pero creemos que los edificios más visibles de la ciudad requieren la mejor elección para su emplazamiento, el mejor diseño individual y la total evaluación de su impacto. El Gobierno y el alcalde tienen que despertar ante el daño irreversible que está sufriendo Londres y deben pasar a la acción efectiva”.
Boris Johnson llegó a la alcandía en el 2008 prometiendo evitar a toda costa la mutación de Londres en el “Dubai sobre el Támesis”. En su plan ‘2020 Vision’, Johnson vislumbraba sin embargo la aparición de nuevos ‘clusters’ de rascacielos, como de las City o Cannary Wharf, distribuidos desde la villa olímpica de Stratford a Southbank, pasando por Vauxhall, Elephant and Castle o Blackfriars, donde se concentraría en principio la construcción en altura.
Sin embargo, la New London Architecture ha revelado el auténtico alcance de las transformación actualmente en marcha, con 236 proyectos de más de 20 pisos aprobados o en marcha. “Cuando la apariencia de una gran ciudad va a ser trasformada radicalmente, es bueno que los ciudadanos se pronuncien”, escribe el crítico de arquitectura de ‘The Guardian’, Rowan Moore. “Las torres diseñadas en la actualidad en Londres tienen a ser asertivas y antisociales… Si la ciudad quiere participar en un carrera en altura con Shanghai y Dubai, lo más probable es que salgamos perdiendo”.
Crecer (hacia arriba) o no crecer. He ahí el dilema al que se enfrenta Londres, que aspira a ser la primera ciudad europea en superar los 10 millones habitantes y a construir hasta 236 torres de más de 20 pisos en las próximas dos décadas.
¿La Manhattan británica o Dubai sobre el Támesis? La polémica esta servida tras la reciente manifiesto, firmado por 80 intelectuales y artistas que reclaman la creación de una Comisión de los Rascacielos, para evitar estropicios como los cometidos en la City en los últimos año y poner fin al caos reinante en los 33 distritos, donde las moles residenciales amenazan con sofocar la “dimensión humana” que distinguía a la capital británica.
El príncipe Carlos vuelve a la carga estos días y arremete como las “torres de la exclusividad” que, en su opinión, harán bien poco por solucionar el problema de la vivienda y servirán para afear aún más el polémico ‘skyline’, moteado entre otros por el ‘Pepinillo’ de Norman Foster, la ‘Astilla’ de Renzo Piano, el ‘Rayador de Queso’ de Richard Rogers y el ‘Wakie Talkie’ de Rafael Viñoly.
El alcalde Boris Johnson ha respondido en persona al príncipe Carlos diciendo que sería “absolutamente disparatado” renunciar a la construcción en gran altura si Londres quiere seguir haciendo frente a los retos de cualquier gran ciudad en el siglo XXI. Johnson ve todos los días desde su despacho el enjambre de rascielos tras las almenas de la Torre de Londres, que podría perder la distinción de “patrimonio de la humanidad” de la Unesco si persiste el acecho de cristal y hormigón.
Terciando en la polémica, el ‘think tank’ New London Architecture (NLA) ha intentado visualizar por primera vez cómo será la ciudad de aquí a una década. La exposición ‘London growing up’ reúne desde hoy algunos de los proyectos “verticales” más representativos e invita a los londinenses a pronunciarse sobre el futuro de la ciudad, confinado hasta ahora en los despachos de inversores extranjeros y de las grandes firmas de arquitectura.
“Creemos que el proceso tiene que abrirse necesariamente y somos partidarios de la creación de una Comisión de Rascacielos que evalúe al calidad y el impacto de los diseños”, asegura Peter Murray, comisario de la exposición y al frente de la NLA. “Está claro que Londres necesita crecer hacia arriba, pero es también evidente que hay que elegir a conciencia los lugares donde se puede construir y hay que procurar una mayor integración de los edificios en el carácter de la ciudad”.
“Lo que no podemos es trasplantar otro ‘downtown’ americano como hicimos en Cannary Wharf, ni permitir que cada uno de los 33 distritos planifiquen a su antojo”, agrega Murray. “A diferencia de París o Nueva York, Londres es una ciudad multicéntrica que nunca tuvo un gran plan de urbanismo. Por eso es más necesario que nunca unificar criterios y tener muy claro por dónde se va avanzar en el futuro”.
El 70% de los londinenses, sin embargo, admite que nunca viviría en un rascacielo. Tan sólo el 10% opina que los rascacielos levantados en las cuatro últimas décadas han hecho de Londres “una ciudad mejor” y el 54% admite una rotunda adversión al ‘skyline’ de la capital británica.
“Nunca otra ciudad en la Tierra ha tenido un ‘skyline’ tan caótico”, afirma el periodista Simon Jenkins, uno de los 70 firmantes del manifiesto publicado en ‘The Observer’ y suscrito entre otros por el escultor Anish Kapoor, por el filósofo Alain de Botton y por los arquitectos Alison Brooks, David Adjabe y Eva Jiricna.
“Londres, una de las grandes ciudades del mundo, merece algo mejor”, sostienen lo firmantes. “No nos oponemos a la construcción en altura, pero creemos que los edificios más visibles de la ciudad requieren la mejor elección para su emplazamiento, el mejor diseño individual y la total evaluación de su impacto. El Gobierno y el alcalde tienen que despertar ante el daño irreversible que está sufriendo Londres y deben pasar a la acción efectiva”.
Boris Johnson llegó a la alcandía en el 2008 prometiendo evitar a toda costa la mutación de Londres en el “Dubai sobre el Támesis”. En su plan ‘2020 Vision’, Johnson vislumbraba sin embargo la aparición de nuevos ‘clusters’ de rascacielos, como de las City o Cannary Wharf, distribuidos desde la villa olímpica de Stratford a Southbank, pasando por Vauxhall, Elephant and Castle o Blackfriars, donde se concentraría en principio la construcción en altura.
Sin embargo, la New London Architecture ha revelado el auténtico alcance de las transformación actualmente en marcha, con 236 proyectos de más de 20 pisos aprobados o en marcha. “Cuando la apariencia de una gran ciudad va a ser trasformada radicalmente, es bueno que los ciudadanos se pronuncien”, escribe el crítico de arquitectura de ‘The Guardian’, Rowan Moore. “Las torres diseñadas en la actualidad en Londres tienen a ser asertivas y antisociales… Si la ciudad quiere participar en un carrera en altura con Shanghai y Dubai, lo más probable es que salgamos perdiendo”.