‘Los que se jubilan hoy sí que protestarán’ | Paz Martín, arquitecta

‘Los que se jubilan hoy sí que protestarán’ | Paz Martín, arquitecta

No entiendo por qué hay que separar a los mayores en los espacios públicos

Publicado en El País el 14 de febrero de 2024

“Decidí que no quería la misma vejez que tuvo mi padre. Quiero cambiar esa realidad porque en 2050, cuando en España el 40% de la población tenga más de 65 años, la vieja seré yo”. Paz Martín (Orense, 52 años) es arquitecta, fundadora del estudio Fündc y responsable del Programa de Mayores de la Fundación Arquitectura y Sociedad. En 2015 obtuvo una Beca Leonardo de la Fundación BBVA y la transformó en una exposición itinerante —a la que llamó EnvejezANDO— sobre los retos arquitectónicos para la tercera edad. Por eso quiere que las fotos se hagan en un área recreativa para ancianos, en el madrileño distrito de Arganzuela. “Fíjate qué desangelado, aquí en verano no hay quien aguante, y en invierno, tampoco”, protesta mientras posa.

Pregunta. Ha costado encontrar una, cuando España es país de viejos y perros…

Respuesta. Esto revela que no se piensa en los usuarios, no se les pregunta qué necesitan. Y que lo que nos gusta que se vea es lo bonito. Los columpios de los niños sí, porque la infancia es preciosa. En cambio, ¿queremos enseñar a las personas mayores con sus achaques? No tanto, así que lo escondemos. Y no entiendo por qué hay que separarlos en los espacios públicos. Los niños, los viejos, los perros, las señoras… En un edificio viven todos juntos, ¿no? Se hace esa segregación porque hay que esconder la vejez, la enfermedad, lo ortopédico, la parte de la vida que no es guay.

P. Se piensa en ellos para subirles la pensión, en elecciones…

R. Las personas que hoy son mayores no están muy acostumbradas a reclamar, se conforman porque vivieron una dictadura, una época en la que la política nunca estuvo a su servicio. Pero se están incorporando a esa vejez otras generaciones, y es ahora cuando van a empezar los problemas para el político, con los que se jubilan hoy. Muchos han estudiado, tienen otras ambiciones, mejor calidad de vida. Esa gente no se va a una residencia a dejarse morir, tiene otros intereses, quiere hacer otras cosas.

P. ¿La clase política es consciente de ese cambio?

R. Tendrá que hacerlo, pero las cosas requieren de un tiempo, y el político quiere que le voten hoy, es cortoplacista. ¿Cómo le va a importar que dentro de cinco años haya muchos más mayores? He dado muchas charlas, he hablado con los partidos políticos, he estado en el Congreso de los Diputados… pero me siento como si predicara en el desierto. Siempre la misma respuesta: “Qué interesante lo que dices, pero… ¡es tan difícil!”. Nuestro modelo familiar ha cambiado, apenas se tienen hijos y las viviendas son demasiado pequeñas. Hemos quitado espacio a los baños para dárselo a los dormitorios. ¿Y qué pasa cuando necesites que alguien te acompañe para ducharte? No hay espacio para una silla de ruedas o para que quepa otra persona. ¿Cómo vas a cuidar de tus padres en tu casa si no caben? ¿Y quién va a cuidar de ti? ¿Y qué pasa con los que sean hoy incapaces de comprarse una casa? No pueden venderla para pagarse una residencia. ¿Alguien piensa en ellos?

P. Es muy crítica con el diseño urbano.

R. En ciudades y pueblos apenas hay aseos públicos. La gente mayor va mucho más al servicio, se ven obligadas a entrar en un bar y los baños suelen estar en los sótanos. Se han eliminado muchos bancos de las calles porque hay mendigos y, a cambio, hemos puesto terrazas. ¿Por qué para descansar tengo que consumir?

P. Lleva años diciendo que el modelo español de residencias es una anomalía en Europa.

R. Confié en que lo que asomó en la pandemia sirviera para algo, que nos diéramos cuenta de que quien las diseñó en los ochenta, con hasta 600 plazas y salas comunes enormes, lo hizo con buena intención. Pero eso está obsoleto y es fuente de propagación de virus. Las residencias tienen que ser pequeñas, con habitaciones y baños individuales, porque el espacio y la privacidad son dignidad. Necesitas que al entrar en una residencia tu vida, costumbres y horarios se parezcan a lo que tenías en casa.