Publicat el divendres, 6 de juny del 2014, a la contra de La Vanguardia
WARNER PHILIPS – Tengo 44 años y fundo empresas: requiere inteligencia, energía. . . Y experiencia. Nací en Eindhoven, como la Philips. Tengo cuatro hijos y los valores de mi familia. Creo en el mercado y en hacer que sirva a toda la sociedad. Participo en The Context of Architecture-Barcelona
Publicado el viernes, 6 de junio del 2014, en la contra de La Vanguardia
WARNER PHILIPS – Tengo 44 años y fundo empresas: requiere inteligencia, energía. . . Y experiencia. Nací en Eindhoven, como la Philips. Tengo cuatro hijos y los valores de mi familia. Creo en el mercado y en hacer que sirva a toda la sociedad. Participo en The Context of Architecture-Barcelona
Guardo un documento que prueba que mi bisabuelo acordó con otros fabricantes producir bombillas que duraran menos: seis meses como mucho.
¿Si no hubieran pactado, hoy las bombillas de hace un siglo aún durarían?
En efecto, hay bombillas en EE.UU. que siguen encendidas desde hace ya más de cien años. En un cuartel de bomberos cerca de San Francisco yo mismo he visto una más que centenaria.
¿Sabía su bisabuelo y sus colegas que estaban pactando algo ilegal?
Entonces no lo era. Simplemente les pareció que tenía lógica pactar fabricar bombillas menos duraderas para que los consumidores tuvieran que comprarles más.
¡Qué pillines!
El cartel era perjudicial para el consumidor y le concederé que poco ético, pero a ellos les parecía inteligente repartirse el mercado en vez de competir bajando sus precios y pactar fabricar bombillas que duraran todas menos para evitar la competencia.
El cartel Phoebus de Osram, Philips y General Electric, entre otros, duró desde el 24 al 39 y es un ejemplo de manual de obsolescencia planificada, pero hoy también el Apple TV inicial, por ejemplo, es mejor que los posteriores.
Las primeras medias de nailon eran tan buenas que no se rompían nunca así que los fabricantes volvieron a pactar secretamente producirlas peor para el consumidor, pero mejor para sus beneficios.
Por eso aprobaron leyes anticártel: en 1890, la Sherman y la Clayton, en 1914.
Pero si solo uno hubiera bajado la calidad para vender más, el consumidor hubiera dejado de comprarle; en cambio si todos bajaban la calidad a la vez, todos los fabricantes ganaban y todos los consumidores, perdían.
Menos mal que los cárteles son ilegales.
Menos mal para el consumidor y para el medio ambiente: hoy ya no nos podemos permitir fabricar basura adrede. Ya tenemos demasiada y es un drama.
Está pidiendo a los fabricantes que sus productos duren más… ¡Perderán dinero!
Pido a todos, fabricantes y consumidores, que repensemos nuestras relaciones de producción y consumo. Y no solo lo pido sino que he fundado varias empresas que ya generan beneficios produciendo menos residuos y menos daño al planeta.
¿Cómo lo hacen?
Veamos: la lógica enloquecida de fabricar bombillas, neveras o lo que sea cada vez más baratas pagando cada vez menos sueldos nos arrastra al colapso ecológico.
¿Qué propone?
Para empezar, dejar de poner tantos impuestos sobre el trabajo…
¡Dios le oiga!
…Y ponerlos a productos que arruinan a los países y el planeta. Porque si usted puede comprar una bombilla o una hamburguesa grasienta o una bebida saturada de azúcar por sólo unos céntimos es porque al pagar su precio no está pagando con él todo el daño que ocasionan y el coste de repararlo.
Son las llamadas externalidades.
¡Y se corrigen con impuestos! Con ellos usted pagaría no sólo la bebida hiperazucarada o la comida basura baratas sino también el gasto sanitario que causan por la obesidad. Lo mismo que la contaminación de millones de automóviles o electrodomésticos ineficientes, pero baratos, porque el precio no incluye el coste de reciclarlos.
Pero los sueldos son cada vez más bajos y necesitamos bombillas baratas.
Hay que cambiar el chip. Produciendo bombillas y cosas cada vez más baratas, nadie podrá cobrar buenos sueldos, porque ¿qué le queda al fabricante por cada bombilla?
Cada vez menos: como los sueldos.
Hay que ir a relaciones duraderas y no de compraventa de un producto sino de prestación de un servicio. A mí la vida me la ilumina una empresa californiana fundada por ingenieros de Apple y Google que han diseñado un sensor de diseño precioso que me proporciona experiencias de luz, aire, música…
¿Cómo?
Las lámparas -los leds son ecológicos- tienen sensores que las apagan cuando no hay nadie en la habitación y detectan si nos vamos de vacaciones y cierran la climatización. Y con el smartphone programo un desayuno con los niños; un almuerzo con los abuelos, una cena con los amigos y una party con los íntimos y me gestiona cada ambiente: iluminación, temperatura, música…
Suena a carísimo.
Es una relación a largo plazo con un proveedor de servicios y experiencias y no con el vendedor de una bombilla. Ahí está el valor: leasings que te permiten tener siempre lo último. Se trata de establecer relaciones estables de cliente y no una mera compra. He creado varias empresas en esa línea.
Pues a cambiar mentalidades.
Hoy por cuatro duros compras la tele, pero ¿quién se molesta en repararla por uno? ¿Y en reciclarla por nada? La solución sostenible es pactar un servicio que incluya la renovación de las teles, las lámparas, las climatizaciones… A largo plazo y por un precio previsible y también asumible.
Guardo un documento que prueba que mi bisabuelo acordó con otros fabricantes producir bombillas que duraran menos: seis meses como mucho.
¿Si no hubieran pactado, hoy las bombillas de hace un siglo aún durarían?
En efecto, hay bombillas en EE.UU. que siguen encendidas desde hace ya más de cien años. En un cuartel de bomberos cerca de San Francisco yo mismo he visto una más que centenaria.
¿Sabía su bisabuelo y sus colegas que estaban pactando algo ilegal?
Entonces no lo era. Simplemente les pareció que tenía lógica pactar fabricar bombillas menos duraderas para que los consumidores tuvieran que comprarles más.
¡Qué pillines!
El cartel era perjudicial para el consumidor y le concederé que poco ético, pero a ellos les parecía inteligente repartirse el mercado en vez de competir bajando sus precios y pactar fabricar bombillas que duraran todas menos para evitar la competencia.
El cartel Phoebus de Osram, Philips y General Electric, entre otros, duró desde el 24 al 39 y es un ejemplo de manual de obsolescencia planificada, pero hoy también el Apple TV inicial, por ejemplo, es mejor que los posteriores.
Las primeras medias de nailon eran tan buenas que no se rompían nunca así que los fabricantes volvieron a pactar secretamente producirlas peor para el consumidor, pero mejor para sus beneficios.
Por eso aprobaron leyes anticártel: en 1890, la Sherman y la Clayton, en 1914.
Pero si solo uno hubiera bajado la calidad para vender más, el consumidor hubiera dejado de comprarle; en cambio si todos bajaban la calidad a la vez, todos los fabricantes ganaban y todos los consumidores, perdían.
Menos mal que los cárteles son ilegales.
Menos mal para el consumidor y para el medio ambiente: hoy ya no nos podemos permitir fabricar basura adrede. Ya tenemos demasiada y es un drama.
Está pidiendo a los fabricantes que sus productos duren más… ¡Perderán dinero!
Pido a todos, fabricantes y consumidores, que repensemos nuestras relaciones de producción y consumo. Y no solo lo pido sino que he fundado varias empresas que ya generan beneficios produciendo menos residuos y menos daño al planeta.
¿Cómo lo hacen?
Veamos: la lógica enloquecida de fabricar bombillas, neveras o lo que sea cada vez más baratas pagando cada vez menos sueldos nos arrastra al colapso ecológico.
¿Qué propone?
Para empezar, dejar de poner tantos impuestos sobre el trabajo…
¡Dios le oiga!
…Y ponerlos a productos que arruinan a los países y el planeta. Porque si usted puede comprar una bombilla o una hamburguesa grasienta o una bebida saturada de azúcar por sólo unos céntimos es porque al pagar su precio no está pagando con él todo el daño que ocasionan y el coste de repararlo.
Son las llamadas externalidades.
¡Y se corrigen con impuestos! Con ellos usted pagaría no sólo la bebida hiperazucarada o la comida basura baratas sino también el gasto sanitario que causan por la obesidad. Lo mismo que la contaminación de millones de automóviles o electrodomésticos ineficientes, pero baratos, porque el precio no incluye el coste de reciclarlos.
Pero los sueldos son cada vez más bajos y necesitamos bombillas baratas.
Hay que cambiar el chip. Produciendo bombillas y cosas cada vez más baratas, nadie podrá cobrar buenos sueldos, porque ¿qué le queda al fabricante por cada bombilla?
Cada vez menos: como los sueldos.
Hay que ir a relaciones duraderas y no de compraventa de un producto sino de prestación de un servicio. A mí la vida me la ilumina una empresa californiana fundada por ingenieros de Apple y Google que han diseñado un sensor de diseño precioso que me proporciona experiencias de luz, aire, música…
¿Cómo?
Las lámparas -los leds son ecológicos- tienen sensores que las apagan cuando no hay nadie en la habitación y detectan si nos vamos de vacaciones y cierran la climatización. Y con el smartphone programo un desayuno con los niños; un almuerzo con los abuelos, una cena con los amigos y una party con los íntimos y me gestiona cada ambiente: iluminación, temperatura, música…
Suena a carísimo.
Es una relación a largo plazo con un proveedor de servicios y experiencias y no con el vendedor de una bombilla. Ahí está el valor: leasings que te permiten tener siempre lo último. Se trata de establecer relaciones estables de cliente y no una mera compra. He creado varias empresas en esa línea.
Pues a cambiar mentalidades.
Hoy por cuatro duros compras la tele, pero ¿quién se molesta en repararla por uno? ¿Y en reciclarla por nada? La solución sostenible es pactar un servicio que incluya la renovación de las teles, las lámparas, las climatizaciones… A largo plazo y por un precio previsible y también asumible.