Publicat el 17 de desembre de 2013 a El País
Fotografia: © Pegenaute
Cuando hace unos días, en el Senado, el príncipe Felipe estrechó la mano de los galardonados en la primera edición del Premio de Arquitectura Española Internacional declaró que el camino de esta disciplina era “un indicativo de la marcha de nuestra economía”. Publicado el 17 de diciembre de 2013 en El País
Fotografía: © Pegenaute
Cuando hace unos días, en el Senado, el príncipe Felipe estrechó la mano de los galardonados en la primera edición del Premio de Arquitectura Española Internacional declaró que el camino de esta disciplina era “un indicativo de la marcha de nuestra economía”.El propio premio también lo es. De un lado resulta loable la unión de varias entidades —los Colegios de Arquitectos, las Escuelas de Arquitectura, muchas fundaciones, institutos y empresas vinculados al sector— para ofrecer reconocimiento y ánimo. De otro, ese mismo empeño constata la resignación ante una emigración anunciada para muchos arquitectos del presente. Y del futuro (en España hay cerca de 30.000 estudiantes en puertas de convertirse en proyectistas). También delata la urgencia de cambiar algo, en la formación de los proyectistas o en el ejercicio de su profesión, para poder trabajar aquí. Así, es justo señalar que si se sale al mundo por méritos (por ganar concursos y por tener calidad para competir) también se hace por necesidad. Y esa segunda parte es, sin duda, un demérito nacional.
Entre los más destacados proyectos erigidos por españoles en el extranjero, el nuevo Rijksmuseum de Ámsterdam, firmado por los sevillanos Antonio Cruz y Antonio Ortiz, ha sido un trabajo peliagudo porque “no era fácil encontrar los resquicios sobre los que fijar las intervenciones necesarias”, explican desde Sevilla. Están convencidos de que “cada vez va a ser más necesario actuar sobre edificios o zonas urbanas existentes. Especialmente en sociedades consolidadas y con una población estable como la nuestra”. Y afirman que con ese propósito de reparación “los que entendemos la historia no como un proceso en el que cada momento ha de ser superado por el que le sigue, sino como distintas maneras de abordar problemas similares, nos adaptamos mejor a intervenir sobre edificios existentes que arquitectos para los que la innovación radical es un valor irrenunciable”.
Que la innovación puede convivir con la humildad lo demuestran otros de los proyectos premiados, como el sobrio Centro Léonce Georges forrado de madera que Pilar Calderón y Marc Folch construyeron en Chauffailles, Francia, que también ha sido reconocido con estos galardones junto a los ganadores del concurso para la extensión del Museo Gösta en Mänttä (Finlandia), Héctor Mendoza y Boris Bezán.
También las empresas han decidido echar una mano a los arquitectos y distribuidores de materiales de construcción de cinco países han ideado el premio Big-Mat que se entregó en Granada a los mejores edificios levantados en Francia, Italia, Bélgica, República Checa y España. Otra intervención en un lugar ya formado, el hotel restaurante Atrio queMansilla y Tuñón idearon para el casco antiguo de Cáceres, se hizo con el premio español mientras que el internacional fue a parar a manos deXaveer de Geyter por una torre que acoge una escuela de hostelería a las afueras de Bruselas.
Ha habido más premios copados por proyectistas españoles. En Londres, la pareja de socios de Arquitecturia, Olga Felip y Josep Camps, recogía a principios de diciembre el trofeo a los profesionales más prometedores del año (Young Architect of the Year) que concede la revista Building Design y que se ha ganado el prestigio de 15 años de premios concedidos con clarividencia a quienes, efectivamente, han llegado a ser grandes. Desde Girona -donde tienen el despacho- hasta Tortosa -donde construyeron el Centro Cultural Ferreríes- Felip y Camps han sembrado Cataluña de primeros premios en concursos públicos y aunque continúan construyendo en su región (un edificio judicial en Balaguer, Lleida) es revelador que comiencen ya a concursar en el extranjero. Su proyecto para un Centro de Peregrinaje en Røldad (Noruega) respira un aire de familia, con lo desconocido noruego -que la prudencia parece hacerles conocer- y también con el resto de su propia obra construida, la que con tanto pasado les ha conseguido un premio como mejores arquitectos jóvenes.El propio premio también lo es. De un lado resulta loable la unión de varias entidades —los Colegios de Arquitectos, las Escuelas de Arquitectura, muchas fundaciones, institutos y empresas vinculados al sector— para ofrecer reconocimiento y ánimo. De otro, ese mismo empeño constata la resignación ante una emigración anunciada para muchos arquitectos del presente. Y del futuro (en España hay cerca de 30.000 estudiantes en puertas de convertirse en proyectistas). También delata la urgencia de cambiar algo, en la formación de los proyectistas o en el ejercicio de su profesión, para poder trabajar aquí. Así, es justo señalar que si se sale al mundo por méritos (por ganar concursos y por tener calidad para competir) también se hace por necesidad. Y esa segunda parte es, sin duda, un demérito nacional.
Entre los más destacados proyectos erigidos por españoles en el extranjero, el nuevo Rijksmuseum de Ámsterdam, firmado por los sevillanos Antonio Cruz y Antonio Ortiz, ha sido un trabajo peliagudo porque “no era fácil encontrar los resquicios sobre los que fijar las intervenciones necesarias”, explican desde Sevilla. Están convencidos de que “cada vez va a ser más necesario actuar sobre edificios o zonas urbanas existentes. Especialmente en sociedades consolidadas y con una población estable como la nuestra”. Y afirman que con ese propósito de reparación “los que entendemos la historia no como un proceso en el que cada momento ha de ser superado por el que le sigue, sino como distintas maneras de abordar problemas similares, nos adaptamos mejor a intervenir sobre edificios existentes que arquitectos para los que la innovación radical es un valor irrenunciable”.
Que la innovación puede convivir con la humildad lo demuestran otros de los proyectos premiados, como el sobrio Centro Léonce Georges forrado de madera que Pilar Calderón y Marc Folch construyeron en Chauffailles, Francia, que también ha sido reconocido con estos galardones junto a los ganadores del concurso para la extensión del Museo Gösta en Mänttä (Finlandia), Héctor Mendoza y Boris Bezán.
También las empresas han decidido echar una mano a los arquitectos y distribuidores de materiales de construcción de cinco países han ideado el premio Big-Mat que se entregó en Granada a los mejores edificios levantados en Francia, Italia, Bélgica, República Checa y España. Otra intervención en un lugar ya formado, el hotel restaurante Atrio queMansilla y Tuñón idearon para el casco antiguo de Cáceres, se hizo con el premio español mientras que el internacional fue a parar a manos deXaveer de Geyter por una torre que acoge una escuela de hostelería a las afueras de Bruselas.
Ha habido más premios copados por proyectistas españoles. En Londres, la pareja de socios de Arquitecturia, Olga Felip y Josep Camps, recogía a principios de diciembre el trofeo a los profesionales más prometedores del año (Young Architect of the Year) que concede la revista Building Design y que se ha ganado el prestigio de 15 años de premios concedidos con clarividencia a quienes, efectivamente, han llegado a ser grandes. Desde Girona -donde tienen el despacho- hasta Tortosa -donde construyeron el Centro Cultural Ferreríes- Felip y Camps han sembrado Cataluña de primeros premios en concursos públicos y aunque continúan construyendo en su región (un edificio judicial en Balaguer, Lleida) es revelador que comiencen ya a concursar en el extranjero. Su proyecto para un Centro de Peregrinaje en Røldad (Noruega) respira un aire de familia, con lo desconocido noruego -que la prudencia parece hacerles conocer- y también con el resto de su propia obra construida, la que con tanto pasado les ha conseguido un premio como mejores arquitectos jóvenes.