Publicat el 12 de Desembre de 2013 a El País – CULTURA
- Arquitectos, críticos e historiadores critican el proyecto de Museo de Arte, Arquitectura y Diseño que el argentino Emilio Ambasz quiere construir frente al Museo del PradoPublicado el 12 de Diciembre de 2013 en El País – CULTURA
- Arquitectos, críticos e historiadores critican el proyecto de Museo de Arte, Arquitectura y Diseño que el argentino Emilio Ambasz quiere construir frente al Museo del Prado
- Ambasz celebra la arquitectura con un museo frente al Pradomuseo
En la madrileña milla de oro de las artes, también conocida como Paseo de las Artes, que une el Museo del Prado, el Thyssen, Caixaforum y el Reina Sofía, podría levantarse en un futuro no muy lejano un Museo de las Artes, la Arquitectura, el Diseño y el Urbanismo que es todo un misterio. Un proyecto que no ha contado con el colectivo de arquitectos, cuyo contenido no se conoce y para cuya construcción el Ayuntamiento de Madrid ha creado unas condiciones ad hoc, adaptando la ley para hacer posible el derribo de un inmueble protegido, en el número 30 del Paseo del Prado, al que sustituiría la nueva obra.
El argentino Emilio Ambasz, ha regalado a Madrid el futuro Museo Maadu anunciando una inversión de 4,5 millones de euros que podrían llegar a 10, según el Ayuntamiento. Lo que no se ha anunciado es qué se exhibirá en su interior. Frente al legado de planos y maquetas históricos que atesoran los colegios de arquitectos —en espera de un museo nacional aprobado ya con sedes en Barcelona, Salamanca y Madrid (Matadero)—, el consistorio madrileño no especifica qué mostrará el centro que levantará la Fundación Ambasz, dedicada hasta hace meses, según recoge el BOE, a promover la obra del propio Emilio Ambasz.
“No puede llamarse Museo de la Arquitectura porque no ha contado con los arquitectos ni con los colegios, que acumulan materiales de los más prestigiosos estudios”, explica el decano del Colegio de Arquitectos de Madrid, José Antonio Granero, que añade que al proyecto presentado por Ambasz “le sería imposible obtener la licencia porque no cumple la normativa del ámbito histórico en el que está”. Y cita otras fundaciones, como la que Norman Foster está tramitando en un palacete de la madrileña calle Montesquinza “sin favores del ayuntamiento”, confirma Foster.
“El Maadu fortalecerá la milla de oro madrileña y atraerá a un nuevo tipo de visitantes”, especifica Pedro Corral, delegado de las Artes del Ayuntamiento. Entretanto, los críticos con el proyecto se plantean si no sucederá lo contrario, si no serán el Paseo del Prado y sus vecinos —Rafael Moneo (autor de las ampliaciones del Museo del Prado y del Thyssen) y Herzog&de Meuron (artífices de Caixaforum)— los que prestigien a Ambasz.
Como puede leerse en las actas públicas, el director General de Patrimonio del Ayuntamiento, José Francisco García López, no respondió en la comisión correspondiente por qué se cedió a Emilio Ambasz, sin concurso previo, un lugar tan emblemático. Como respuesta a este periódico remite a “la incuestionable calidad internacional del arquitecto y su generosidad”. García López ha admitido a este diario no conocer ninguna obra del arquitecto argentino “ni necesitar visitarlas para juzgar su calidad arquitectónica”.
Son pocos los expertos que piensan como él. Wilfried Wang, antiguo director del Museo de Arquitectura de Fráncfort y profesor en las Universidades de Harvard, Berlín y Texas, califica así la figura de Emilio Ambasz: “Conocido por su simplista adaptación de estilos, ese enfoque le ha ganado las simpatías de gente con capacidad de decisión que carece de criterio arquitectónico”.
Para el crítico británico William J. R. Curtis, autor de Historia de la arquitectura del siglo XX, la hipotética sostenibilidad del futuro Maadu no es ninguna garantía: “El trabajo de Ambasz se ha convertido en una marca de supuesta arquitectura sostenible que encubre espacios arquitectónicos banales envueltos en fachadas de ensalada verde políticamente correcta”.
Entre los españoles, Ricardo Aroca, que fuera director de la Escuela de Arquitectura de Madrid y decano del Colegio de Arquitectos, no critica al autor, sino al Ayuntamiento. El autor de Historia secreta de Madrid, presentado por el exalcalde Alberto Ruiz Gallardón, considera que “la cuestión no es si su obra está a la altura de sus vecinos (que no lo está), el caso es que estos han llevado a cabo proyectos por encargo; lo de Ambasz es un monumento a sí mismo”.
A las dudas arquitectónicas, urbanísticas y políticas se suman las ecológicas. La construcción del Museo de la Arquitectura en el Paseo del Prado no solo exigirá derribar un edificio sin prever el coste de mantenimiento de su sustituto; también supondrá la construcción de un jardín vertical cuyo mantenimiento anual costará al Ayuntamiento más de 40.000 euros si se toma como referencia el diseñado por Patrick Blanc para el vecino Caixaforum. De ahí que la oposición al PP en Madrid señale que su autor podría ganar algo más que reputación levantando su edificio en un lugar así. “Hay que hacer pocos cálculos para descubrir lo rentable que podría ser un negocio con un restaurante que proporcionaría en 75 años un beneficio de 26 millones de euros”, explica la concejala de UPyD Patricia García. “Es un negocio disfrazado de dádiva”, añade la del PSOE, Ana García D’Atri.
La propia Fundación Ambasz no queda al margen de las sospechas. El que fuera secretario de Estado de Cultura con José María Aznar, Miguel Ángel Cortés, fue durante tres años su secretario general. Y el director del Maadu sería el propio Ambasz, que no ha respondido a las preguntas de este periódico, aunque sí aclaró en su día que lo dirigiría “hasta que me aburra”. Lo afirmó en la misma rueda de prensa en que anunció que no habría más remedio que demoler el edificio que hoy ocupa el solar “porque el amianto que contiene es veneno”.
A Miguel Ángel Díaz Camacho, presidente de ASA (Asociación Arquitectura y Sostenibilidad), el argumento no parece convencerle: “Pensar que la demolición de un edificio histórico y la construcción de uno nuevo de superficie similar es una operación respetuosa con el medioambiente, por el mero hecho de presentar dos fachadas vegetales, supone un error conceptual tan grave como agarrarse de las orejas para no caerse”, explica gráficamente. Díaz Camacho considera “el urbanismo a la carta del ayuntamiento y su apuesta por el icono, la piqueta y el pelotazo” una suerte de “canibalismo urbano”. Los arquitectos Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano subrayan esa contradicción: “Resulta contradictorio que una administración que defiende la rehabilitación, la transformación y la reutilización apoye un proyecto que precisa una demolición previa”.
El consistorio madrileño ha creado condiciones a la carta para el futuro Maadu. A cambio de donar una idea, un proyecto y 4,5 millones de euros para construirlo (el Caixaforum costó 60), Ambasz ha conseguido que se aumente la edificabilidad del lugar en un 20% (frente al 10% habitual) y una cesión tres veces mayor a la obtenida, por ejemplo, por la Fundación Sánchez Ruipérez para instalar La Casa del Lector.
El Ayuntamiento de Madrid tiene previsto dar luz verde a este proyecto que, aseguran, “cambiará la fisonomía del Prado”. Pero según Wilfried Wang, su construcción será un ejemplo de confusión interesada entre influencia privada y prestigio público, “el resultado de nuestra descontrolada ideología neoliberal, que permite a individuos ricos y ambiciosos comprarse una importancia de la que en realidad carecen”.
- Ambasz celebra la arquitectura con un museo frente al Pradomuseo
En la madrileña milla de oro de las artes, también conocida como Paseo de las Artes, que une el Museo del Prado, el Thyssen, Caixaforum y el Reina Sofía, podría levantarse en un futuro no muy lejano un Museo de las Artes, la Arquitectura, el Diseño y el Urbanismo que es todo un misterio. Un proyecto que no ha contado con el colectivo de arquitectos, cuyo contenido no se conoce y para cuya construcción el Ayuntamiento de Madrid ha creado unas condiciones ad hoc, adaptando la ley para hacer posible el derribo de un inmueble protegido, en el número 30 del Paseo del Prado, al que sustituiría la nueva obra.
El argentino Emilio Ambasz, ha regalado a Madrid el futuro Museo Maadu anunciando una inversión de 4,5 millones de euros que podrían llegar a 10, según el Ayuntamiento. Lo que no se ha anunciado es qué se exhibirá en su interior. Frente al legado de planos y maquetas históricos que atesoran los colegios de arquitectos —en espera de un museo nacional aprobado ya con sedes en Barcelona, Salamanca y Madrid (Matadero)—, el consistorio madrileño no especifica qué mostrará el centro que levantará la Fundación Ambasz, dedicada hasta hace meses, según recoge el BOE, a promover la obra del propio Emilio Ambasz.
“No puede llamarse Museo de la Arquitectura porque no ha contado con los arquitectos ni con los colegios, que acumulan materiales de los más prestigiosos estudios”, explica el decano del Colegio de Arquitectos de Madrid, José Antonio Granero, que añade que al proyecto presentado por Ambasz “le sería imposible obtener la licencia porque no cumple la normativa del ámbito histórico en el que está”. Y cita otras fundaciones, como la que Norman Foster está tramitando en un palacete de la madrileña calle Montesquinza “sin favores del ayuntamiento”, confirma Foster.
“El Maadu fortalecerá la milla de oro madrileña y atraerá a un nuevo tipo de visitantes”, especifica Pedro Corral, delegado de las Artes del Ayuntamiento. Entretanto, los críticos con el proyecto se plantean si no sucederá lo contrario, si no serán el Paseo del Prado y sus vecinos —Rafael Moneo (autor de las ampliaciones del Museo del Prado y del Thyssen) y Herzog&de Meuron (artífices de Caixaforum)— los que prestigien a Ambasz.
Como puede leerse en las actas públicas, el director General de Patrimonio del Ayuntamiento, José Francisco García López, no respondió en la comisión correspondiente por qué se cedió a Emilio Ambasz, sin concurso previo, un lugar tan emblemático. Como respuesta a este periódico remite a “la incuestionable calidad internacional del arquitecto y su generosidad”. García López ha admitido a este diario no conocer ninguna obra del arquitecto argentino “ni necesitar visitarlas para juzgar su calidad arquitectónica”.
Son pocos los expertos que piensan como él. Wilfried Wang, antiguo director del Museo de Arquitectura de Fráncfort y profesor en las Universidades de Harvard, Berlín y Texas, califica así la figura de Emilio Ambasz: “Conocido por su simplista adaptación de estilos, ese enfoque le ha ganado las simpatías de gente con capacidad de decisión que carece de criterio arquitectónico”.
Para el crítico británico William J. R. Curtis, autor de Historia de la arquitectura del siglo XX, la hipotética sostenibilidad del futuro Maadu no es ninguna garantía: “El trabajo de Ambasz se ha convertido en una marca de supuesta arquitectura sostenible que encubre espacios arquitectónicos banales envueltos en fachadas de ensalada verde políticamente correcta”.
Entre los españoles, Ricardo Aroca, que fuera director de la Escuela de Arquitectura de Madrid y decano del Colegio de Arquitectos, no critica al autor, sino al Ayuntamiento. El autor de Historia secreta de Madrid, presentado por el exalcalde Alberto Ruiz Gallardón, considera que “la cuestión no es si su obra está a la altura de sus vecinos (que no lo está), el caso es que estos han llevado a cabo proyectos por encargo; lo de Ambasz es un monumento a sí mismo”.
A las dudas arquitectónicas, urbanísticas y políticas se suman las ecológicas. La construcción del Museo de la Arquitectura en el Paseo del Prado no solo exigirá derribar un edificio sin prever el coste de mantenimiento de su sustituto; también supondrá la construcción de un jardín vertical cuyo mantenimiento anual costará al Ayuntamiento más de 40.000 euros si se toma como referencia el diseñado por Patrick Blanc para el vecino Caixaforum. De ahí que la oposición al PP en Madrid señale que su autor podría ganar algo más que reputación levantando su edificio en un lugar así. “Hay que hacer pocos cálculos para descubrir lo rentable que podría ser un negocio con un restaurante que proporcionaría en 75 años un beneficio de 26 millones de euros”, explica la concejala de UPyD Patricia García. “Es un negocio disfrazado de dádiva”, añade la del PSOE, Ana García D’Atri.
La propia Fundación Ambasz no queda al margen de las sospechas. El que fuera secretario de Estado de Cultura con José María Aznar, Miguel Ángel Cortés, fue durante tres años su secretario general. Y el director del Maadu sería el propio Ambasz, que no ha respondido a las preguntas de este periódico, aunque sí aclaró en su día que lo dirigiría “hasta que me aburra”. Lo afirmó en la misma rueda de prensa en que anunció que no habría más remedio que demoler el edificio que hoy ocupa el solar “porque el amianto que contiene es veneno”.
A Miguel Ángel Díaz Camacho, presidente de ASA (Asociación Arquitectura y Sostenibilidad), el argumento no parece convencerle: “Pensar que la demolición de un edificio histórico y la construcción de uno nuevo de superficie similar es una operación respetuosa con el medioambiente, por el mero hecho de presentar dos fachadas vegetales, supone un error conceptual tan grave como agarrarse de las orejas para no caerse”, explica gráficamente. Díaz Camacho considera “el urbanismo a la carta del ayuntamiento y su apuesta por el icono, la piqueta y el pelotazo” una suerte de “canibalismo urbano”. Los arquitectos Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano subrayan esa contradicción: “Resulta contradictorio que una administración que defiende la rehabilitación, la transformación y la reutilización apoye un proyecto que precisa una demolición previa”.
El consistorio madrileño ha creado condiciones a la carta para el futuro Maadu. A cambio de donar una idea, un proyecto y 4,5 millones de euros para construirlo (el Caixaforum costó 60), Ambasz ha conseguido que se aumente la edificabilidad del lugar en un 20% (frente al 10% habitual) y una cesión tres veces mayor a la obtenida, por ejemplo, por la Fundación Sánchez Ruipérez para instalar La Casa del Lector.
El Ayuntamiento de Madrid tiene previsto dar luz verde a este proyecto que, aseguran, “cambiará la fisonomía del Prado”. Pero según Wilfried Wang, su construcción será un ejemplo de confusión interesada entre influencia privada y prestigio público, “el resultado de nuestra descontrolada ideología neoliberal, que permite a individuos ricos y ambiciosos comprarse una importancia de la que en realidad carecen”.