Barcelona modificó su tejido urbano en el siglo XIX para acabar con la insalubridad de la ciudad
Publicado en VIVIR de La Vanguardia el 29 de marzo de 2020
“Los problemas de salud pública fueron los que hicieron repensar la ciudad, porque las enfermedades afligían tanto a los ricos como a los pobres” . Richard Sennet, en Construir y habitar .
Esta fue la principal razón del nacimiento del urbanismo moderno en Barcelona. De la mano de Ildefons Cerdà se planificó un nuevo barrio más allá de las murallas que fueron derribadas en 1854 para luchar contra las epidemias que azotaban en el siglo XIX las grandes urbes, cada vez más pobladas y con un grave problema de hacinamiento. Las cuarentenas impuestas en Barcelona para afrontar las enfermedades no habían funcionado, y el desarrollo de la ciencia y la estadística impuso la idea de “una ciudad higiénica y funcional que debía permitir una condición de igualdad entre todos los residentes que la utilizaban”, en palabras del urbanista Joan Busquets.
La Barcelona resiliente salió adelante de estas epidemias periódicas a través del urbanismo. Cerdà, que era ingeniero, pero fue el primero en escribir esta palabra en un texto impreso, implantó un nuevo tejido urbano y estudió las condiciones de vida de los obreros. El arquitecto Vicente Guallart explica que, al pertenecer a la corriente de los socialistas utópicos, estaba muy interesado en mejorar la situación de los trabajadores que vivían en las zonas más deprimidas y en situación de insalubridad, y el estudio lo hizo a través de la estadística. También puso mucha atención en crear una potente infraestructura de alcantarillado y en eliminar los pozos negros, apunta el arquitecto Toni Solanas, miembro del grupo de trabajo Salut i Arquitectura del Col·legi d’Arquitectura de Catalunya (COAC).
“En esa época los médicos pensaron que el cólera se propagaba a través del aire y no del agua. Era un momento de pleno desarrollo industrial con muchas fábricas que empezaban a funcionar, y el humo negro que desprendían las chimeneas inundaba Barcelona”, apunta Solanas. De ahí, la creación de un nuevo barrio, 20 veces mayor que la ciudad vieja, con viviendas en las que entrara la luz, estuvieran aireadas y tuvieran patios interiores. Una zona residencial formada por calles arboladas de las mismas proporciones que disponían de chaflanes que hacían la función de pequeñas plazas y en las que también se garantizaba la movilidad.
Para la arquitecta y catedrática de Urbanismo Maria Rubert (AxA), el desarrollo científico de mediados del siglo XIX fue determinante al aplicarse al tejido urbano de la ciudad para luchar contra las enfermedades. Un hecho que se ha repetido a lo largo de la historia. Rubert pone como ejemplo la incorporación de las fuentes en las plazas o la retirada de los cementerios fuera de las ciudades, prácticas introducidas en el reinado de Carlos III que sirvieron para paliar los efectos de las epidemias que diezmaban la población.
El proyecto de Cerdà acabó sufriendo terribles variaciones. Solanas y Guallart advierten que la especulación y la densificación fueron los dos procesos que acabaron por desvirtuar completamente el proyecto. Aunque reconocen que el modelo pervive, ya que significó un cambio de paradigma en la concepción de la ciudad moderna.
Modificaciones de normativa
Propuesta para pedir a la Generalitat cambios en el decreto de habitabilidad actual
Los profesionales de la arquitectura destacan que es complicado llevar las lecciones del plan Cerdà a la actual epidemia por coronavirus que sufre Barcelona. Pero sí que coinciden en señalar que el encierro obligatorio de la población en los domicilios particulares debería suponer un antes y un después en la concepción de las nuevas viviendas que vayan a levantarse.
El arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona, Xavier Matilla, fue uno de los primeros trabajadores municipales en ser diagnósticado con Covid-19 y permanece recluido en casa desde el pasado 9 de marzo. “Ahora, dentro de nuestras viviendas, deberíamos hacer una reflexión obligada de cómo vivimos. ¿Por qué los lavabos, que deberían ser las estancias más ventiladas de los pisos, son interiores? ¿Por qué se han reducido los espacios comunitarios a la mínima expresión al igual que la superficie de los pisos?”, se pregunta. Cuestiones cuyas respuestas le llevan a defender que las viviendas deben dejar de verse desde una lógica económica para priorizar sobre todo su calidad.
Solanas coincide en esta idea y señala que se está imponiendo una arquitectura y un diseño de los edificios low cost. Advierte que el 30% de los inmuebles están enfermos y que se ha perdido la idea de progreso.
Por su parte, Vicente Guallart explica que estos días en el Institute for Advanced Architecture of Catalonian (IAAC) debía haberse iniciado un máster dirigido a arquitectos chinos para enseñarles el modelo Barcelona, que se ha de entender como un red de barrios sin centro y sin periferia. “El confinamiento se produce a la escala de la vivienda y se convierte en el lugar en el que vivir, trabajar y descansar ( living , working and resting ), son microciudades. El teletrabajo ahora es más importante que en los años noventa, y desde las viviendas producimos”, apunta. De ahí que abogue por desarrollar edificios ecológicos que desde dentro puedan mirar hacia fuera y en los que se incorpore vegetación que pueda regarse con aguas grises. “Una naturaleza que muchos barceloneses, en estos días de encierro, echan de menos”.
La arquitecta Carme Fiol pone como ejemplo de vivienda aún vigente las Unités d’Habitation en Marsella de Le Corbusier y huye de los edificios que se pusieron de moda en la Meridiana y que sólo tienen ventanas. Considera que de estos días de encierro saldrá una reflexión sobre muchas cuestiones y la de la vivienda, en estos momentos, es especialmente sensible por la situación de confinamiento.
Matilla propone abrir un debate sobre la tipología de las viviendas y llevarlo más allá. De la experiencia del confinamiento considera que debe pedirse a la Generalitat que se replantee el actual decreto de habitabilidad para incorporar mejoras que estén relacionadas con la superficie de las viviendas y la incorporación de balcones y terrazas.
Arquitectura del encierro
Los profesionales dicen que el confinamiento supondrá un antes y un después
Maria Rubert también coincide en señalar que quizás haya llegado el momento de modificar la manera de construir y diseñar las casas para pensar también en su distribución interior. “Estar encerrados dentro de ellas nos obliga a pensar cómo queremos que sean los lugares en los que vivimos y con quién desearías estar. Hay que buscar soluciones para, dentro de ellas, poder estar también en el exterior”, señala. Al tiempo que recuerda que la vida rural, denostada por muchos frente a la vorágine de la gran ciudad, resulta estos días más atractiva. “No estamos nunca en nuestras casas y ahora, sin poder salir, nos damos cuenta de las incomodidades que nos provocan”.