Publicat el 18 de gener de 2014 a La Vanguardia
Fotografia: © Pegenaute
Tuberías y pilares de color azul (con toques rojos), una gran escalera de emergencia verde, una cortina de vegetación, un estanque central, abundante mobiliario, un pavimento de mármol casi negro con dibujos arabizantes…Publicado el 18 de enero de 2014 en La Vanguardia
Fotografia: © Pegenaute
Tuberías y pilares de color azul (con toques rojos), una gran escalera de emergencia verde, una cortina de vegetación, un estanque central, abundante mobiliario, un pavimento de mármol casi negro con dibujos arabizantes… Estas eran algunas de las piezas que convivían en el vestíbulo del edificio de oficinas terminado en 1992 por Fargas & Tous en la Diagonal, frente a lo que sería L’Illa. Y era una pena que dicho vestíbulo padeciera tanta cacofonía cromática y volumétrica, porque no hay en Barcelona uno parecido, con semejante fachada interior, de altura similar a la del edificio, y con el volumen propio de un espacio público.
Sacar el máximo partido de ese potencial ha sido un objetivo prioritario de la reforma de este edificio, acometida durante los últimos dos años por el despacho BAAS, que dirige Jordi Badia. A tal fin, se han pintado casi todos sus elementos de blanco, se ha eliminado el estanque, se ha colocado parquet de bambú, se ha favorecido la luz natural que entra generosamente por la claraboya superior y por la fachada, y se ha habilitado un auditorio y un bar presidido por una gran foto de la Diagonal (en la que esta vía, por cierto, ya no parece diagonal).
El resultado de la operación es un espacio imponente, transitable, una plaza cubierta que enlaza bien Diagonal con dos jardines traseros proyectados para la ocasión, de acceso libre desde las calles Agustina Saragossa o avenida de Sarrià. Pero otra cosa es la entrada principal en fachada, frente a la que Badia ha dispuesto un enorme palio blanco y una marquesina en voladizo, con el objeto de subrayar la relación entre el exterior y el interior. Quizás hubiera contribuido a tal fin, mejor que el palio, una fachada más transparente en planta baja. Pero la propiedad -la inmobiliaria alemana Deka- ha preferido, tras invertir catorce millones de euros en la remodelación, atenuar allí la apertura a la ciudad del edificio, usado ya a diario por unos dos mil empleados. Y ha situado en lo que antes era la entrada central la opaca trasera del área de recepción, desplazando hacia la derecha el acceso. Espacio público, pues, pero con alguna reserva.
Por lo demás, esta reforma integral ha mejorado la eficiencia energética del edificio, gracias a la nueva maquinaria de climatización que permite un 20% menos de consumo en sus 22.000 metros cuadrados repartidos en ocho plantas; también ha mejorado, por tanto, la calidad de vida de sus usuarios. Y constituye, además, una buena muestra de lo mucho que puede hacerse para aproximar edificios relativamente jóvenes a standards de eficiencia más exigentes. Estas eran algunas de las piezas que convivían en el vestíbulo del edificio de oficinas terminado en 1992 por Fargas & Tous en la Diagonal, frente a lo que sería L’Illa. Y era una pena que dicho vestíbulo padeciera tanta cacofonía cromática y volumétrica, porque no hay en Barcelona uno parecido, con semejante fachada interior, de altura similar a la del edificio, y con el volumen propio de un espacio público.
Sacar el máximo partido de ese potencial ha sido un objetivo prioritario de la reforma de este edificio, acometida durante los últimos dos años por el despacho BAAS, que dirige Jordi Badia. A tal fin, se han pintado casi todos sus elementos de blanco, se ha eliminado el estanque, se ha colocado parquet de bambú, se ha favorecido la luz natural que entra generosamente por la claraboya superior y por la fachada, y se ha habilitado un auditorio y un bar presidido por una gran foto de la Diagonal (en la que esta vía, por cierto, ya no parece diagonal).
El resultado de la operación es un espacio imponente, transitable, una plaza cubierta que enlaza bien Diagonal con dos jardines traseros proyectados para la ocasión, de acceso libre desde las calles Agustina Saragossa o avenida de Sarrià. Pero otra cosa es la entrada principal en fachada, frente a la que Badia ha dispuesto un enorme palio blanco y una marquesina en voladizo, con el objeto de subrayar la relación entre el exterior y el interior. Quizás hubiera contribuido a tal fin, mejor que el palio, una fachada más transparente en planta baja. Pero la propiedad -la inmobiliaria alemana Deka- ha preferido, tras invertir catorce millones de euros en la remodelación, atenuar allí la apertura a la ciudad del edificio, usado ya a diario por unos dos mil empleados. Y ha situado en lo que antes era la entrada central la opaca trasera del área de recepción, desplazando hacia la derecha el acceso. Espacio público, pues, pero con alguna reserva.
Por lo demás, esta reforma integral ha mejorado la eficiencia energética del edificio, gracias a la nueva maquinaria de climatización que permite un 20% menos de consumo en sus 22.000 metros cuadrados repartidos en ocho plantas; también ha mejorado, por tanto, la calidad de vida de sus usuarios. Y constituye, además, una buena muestra de lo mucho que puede hacerse para aproximar edificios relativamente jóvenes a standards de eficiencia más exigentes.