El arquitecto Carlos Ferrater (AxA) recupera una antigua cuadra para su retiro en Menorca

El arquitecto Carlos Ferrater (AxA) recupera una antigua cuadra para su retiro en Menorca

Desde su casa en la isla, un antiguo ‘bouer’, el arquitecto reflexiona sobre su modo de crear, centrado en la experimentación, el orden y el rigor, tras una chispa de brillante intuición

Publicado en La Vanguardia el 15 de septiembre de 2024

“Un lugar mágico que debe observarse con los ojos de la piedra”. Así es como contempla el arquitecto Carlos Ferrater la isla de Menorca. En 1991 visitaba con Inés Arquer (su mujer interiorista y colaboradora en el estudio OAB), unas antiguas cuadras o bouers como los denominan allí, junto a la enorme era antaño para el grano. El lugar les atrapó al momento: un paisaje agrario típico de la isla y cercano al mar. “Yo ya había recorrido de joven la isla en una barca menorquina y me fascinaba –explica Ferrater a Magazine-. Por ello no me parecía bien hacer una casa de arquitecto y preferimos comprar los bouers y arreglarlos. Preferí convertirme en una especie de mediador antes que violentar aquel mágico lugar”.

Tras la rehabilitación surgió la necesidad de disponer de un pabellón de invitados. Pero Ferrater no deseaba abordarlo estrictamente desde el folklore o la “modernidad”. Y optó por transformar el antiguo cercado para animales, respetando las pilonas de piedra de marés encaladas, y construir otras semejantes para reforzar la idea de recinto. Puntualiza que la actuación no precisó planos, sino que transitó por la selección de unos pocos materiales y la manera de ponerlos en relación. “Al final, en esta isla de piedra y recintos, uno de estos aloja un pequeño pabellón de invitados y como resultado de la intervención, todo es anterior y todo es nuevo”, resume.

El pabellón de invitados parte de un antiguo cercado para ganado y potencia la idea de recinto
 (Joan Guillamat
)

En ese pabellón luce la icónica lámpara Disa, diseñada en 1957 por José Antonio Coderch, el arquitecto gran referente para Carlos Ferrater. A quien –confiesa- deberle mucho, directa e indirectamente, incluso en los proyectos actuales. En su juventud filmó con una cámara super 8, y mucha devoción, sus casas que revisionaba para aprender de ellas. “En la casa Senillosa en Cadaqués -indica- entendí a Coderch: Su posición ideológica de respeto al lugar y al contexto, su preocupación por el programa y el cliente, y con todo ello, cuan sofisticada desde la desnuda sencillez y el silencio era su aportación a la arquitectura”.

El techado y paredes blanqueadas aportan luminosidad y resaltan los arcos de piedra de marés
 (Joan Guillamat)

Carlos Ferrater (Barcelona, 1944) es uno de arquitectos de larga trayectoria más reconocidos en nuestro país. Y, también, uno de los que atesora una espléndida serie de viviendas unifamiliares. “Yo siempre hablo de autoconstruir al habitante, es decir, ayudarle a construir la casa que él haría”. Y resalta la particularidad de este tipo de proyectos: al no existir intermediación entre el arquitecto y el usuario final, que es el habitante, se pueden convertir en un laboratorio de experimentación de la arquitectura y ensayar soluciones que permitirán innovar en otros. Aunque, en su caso, siempre desde una voluntad de realismo, eficacia, y un racionalismo atemperado adaptado a los contextos.

“En un proyecto, siempre vacío el centro y luego lo inundo de luz”

Ferrater ha reunido, asimismo, su pequeña colección particular de casas unifamiliares de otros autores a lo largo de su vida, en diferentes viajes y visitas, de la que nos brinda una selección: la casa Schröder (1924), donde destaca “la extraordinaria relación entre el arquitecto Gerrit Rietveld y la propietaria, que llevó a ambos a poder adaptar la casa a las diferentes situaciones familiares en el tiempo”. La casa Stennäs (1937) de Gunnar Asplund, con “un pequeño movimiento en la planta que trasciende lo obvio y la convierte en una pieza única”. 

La casa Barragán en México DF (1948) “que recoge la tradición vernácula”. Y un ejemplo complejo de casa-estudio y pequeña escuela de arquitectura: la Taliesin West de Frank Lloyd Wright (1937). “Me produjo una gran emoción conocerla en pleno desierto de Arizona, donde la relación entre un exterior duro y su confortable interior con usos comunitarios, trasciende el programa de una vivienda tradicional”. 

Para el arquitecto una casa de vacaciones deber ser un lugar para estar relajado y convivir con la familia. Con espacios que permitan la soledad y otros que inviten a compartir (Joan Guillamat)

Hasta llegar a las casas de Coderch en Catalunya: la Ugalde, la Catasus o la mencionada Senillosa, todas de los años cincuenta. “De hecho fue esta casa, que pude habitar durante un fin de semana, la que me hizo decidir por la arquitectura”.

Chimenea del arquitecto Coderch y balancines tradicionales de Baleares (Joan Guillamat)

En el año 2005, Carlos Ferrater junto con sus hijos también arquitectos, Lucía y Borja, y otros colaboradores (Xavier Martí, Núria Ayala y Alberto Peñín), fundó el estudio OAB, que define como un plataforma trasversal que les ha permitido encontrar nuevas vías de experimentación desde la socialización del trabajo proyectual. En su larga trayectoria, sin embargo, hay dos componentes esenciales inmutables: el vacío y la luz. “Cuando empiezo un proyecto, siempre vacío el centro. Al recibir el encargo te dan datos, números: un hospital con tantas camas, un edificio de tantas viviendas… A partir de ahí, el arquitecto es quien elabora el programa organizando socialmente esos datos. Al hacerlo, todas las piezas del proyecto quieren ir a centro, aspiran a estar en la posición de privilegio. Todas las tensiones gravitan sobre el centro así que… quita el centro y desaparecerán todas las tensiones. Cuando se genera ese vacío, todo empieza a fluir, fluye la sección, fluye la planta y cada pieza va tomando su lugar. Y ese centro que has vaciado inúndalo de luz”.

Ferrater es un defensor del lápiz, o bolígrafo, como único instrumento que va a la velocidad del pensamiento. “Creo que en muchas ocasiones el germen de un proyecto nace a partir de una idea aleatoria de manera intuitiva –afirma-. Y el primer dibujo, un primer esbozo, únicamente puedes hacerlo con el lápiz. Luego ya se instrumentará geométricamente y con los medios técnicos de cada momento”. Declara haber seguido a rajatabla lo que decía otro de sus grandes referentes, el arquitecto Alejandro de la Sota: “Ni una raya en el plano hasta no tenerlo en la cabeza”. Y señala como “pasados unos años y con el proyecto ya terminado puede comprobarse que ese dibujo que se hizo en un minuto recogía toda la esencia de lo que luego sería el resultado”. Otra indudable influencia en la que se espeja es la de Mies van der Rohe: “Es orden, es rigor, es estructura, es sintaxis pura: la fachada es la forma final”.

La nueva piscina fue construida entre los tradicionales muretes de piedra menorquines (Joan Guillamat)

Carlos Ferrater es uno de esos arquitectos que, como Coderch, si tienes la fortuna de habitar en alguno de los edificios de viviendas que ha proyectado (ya no digamos unifamiliar), te hace sentir profundo bienestar cuando de vuelta a casa miras la fachada. O como transeúnte, orgullo de ciudad. Premio Nacional de Arquitectura, entre otros galardones, durante muchos años Ferrater ha ejercido como profesor Catedrático de proyectos arquitectónicos en la UPC, en contacto permanente con las nuevas generaciones. Así responde a la pregunta ¿qué le recomendarías hoy a un arquitecto joven que acabe de salir de la universidad?: “Uno no se convierte en arquitecto sólo por tener un título. El arquitecto siempre está en continua evolución. Para ello hace falta ilusión, curiosidad, espíritu de sacrificio, inquietudes y ambiciones intelectuales y ganas de experimentar mediante el proyecto”.

El pabellón de invitados de Menorca representa, para Carlos Ferrater, un refugio de disfrute vacacional para su familia y allegados. Pero también es el lugar donde ha preparado sus cátedras, escrito la mayoría de sus libros y textos, y proyectado algunos de los que considera sus mejores edificios. Un pabellón muy bien aprovechado.