Desde Olot, donde han impulsado un ‘workshop’ internacional de paisaje y arquitectura, crean una obra universal que en 2015 protagonizará una magna exposición en el Palau Robert.Desde Olot, donde han impulsado un ‘workshop’ internacional de paisaje y arquitectura, crean una obra universal que en 2015 protagonizará una magna exposición en el Palau Robert.
Publicado el miércoles 1 de octubre de 2014 en EL MUNDO
VANESSA GRAELL | El paisaje de la Garrotxa, las piedras volcánicas, los bosques otoñales… Olot tiene una nueva marca: la de RCR Arquitectes. Desde que salieron de la facultad, Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta trabajan juntos en un estudio que ha cruzado fronteras: este año han inaugurado el Musée Soulages y ya tienen un pie en la palmera de Dubái. «Si todo va bien» proyectarán el próximo restaurante de Ferran y Albert Adrià en Barcelona, avalados por el impecable diseño de Les Cols. En RCR proyectan sueños. Y los construyen.
Pregunta.– ¿Hasta qué punto el paisaje de Olot influencia su arquitectura?
Ramon Vilalta.– Estar aquí y sentir todo lo que nos rodea, nos hace entender, ser y ver de una manera. Tenemos una relación más directa con la topografía, la vegetación, la construcción más básica de la materialidad.
Rafael Aranda.– Además, nos ha ayudado a tener mayor proximidad con el artesano, con el industrial, a estar más cerca de la materia. En una ciudad es más difícil. Olot nos ha dado un cierto aislamiento. Nos hemos dedicado a trabajar con mucha ilusión y nuestra voz ha sido nuestra obra. Lo que nos interesa es imaginar y construir. Los arquitectos somos constructores de sueños.
P.– A finales de los 80, con la fiebre preolímpica y el boom de la construcción en Barcelona, ¿fueron a contracorriente al quedarse en Olot y abrir su propio estudio?
Vilalta.– La tradición era formarse en despachos de arquitectura. En unos años en que era bastante impensable, nosotros empezamos a compartir un camino de crecimiento entre los tres, sin pasar por ningún estudio. Venir a Olot tenía su problemática, no había precedentes. La gente que quería crecer se desplazaba a grandes capitales: Madrid, Barcelona, Valencia…
P.– Materia, tiempo, naturaleza, belleza… ¿Cómo se integran estos conceptos en su arquitectura?
Carme Pigem.– En un entorno pequeño, la presencia de la naturaleza se hace más importante. Y lo incorporamos a nuestra arquitectura. Para nosotros buscar la esencia de las cosas tiene que ver con el cielo, el paisaje, las piedras y, sobre todo, con el tiempo… El tiempo hace que por la mañana la luz sea muy diferente a la del atardecer. Y luego está el tiempo estacional, el verano, la primavera… La arquitectura no puede ser un elemento ajeno, tiene que participar de manera activa en este proceso.
Aranda.– Entendemos nuestros proyectos como un refugio ante todo lo que nos envuelve, ante la uniformidad. Son espacios en diálogo con la naturaleza, que te hacen sentir los valores esenciales. Continuamente nos preguntanmos cómo queremos que sienta la persona. Muchas obras nuestras no tienen fachadas exteriores. Siempre ha sido más importante la vivencia, la atmósfera, que no la imagen.
Vilalta.– Como arquitectos nos interesa la totalidad. Al proyectar pensamos en la pregunta que nos formulan, pero si la respuesta no es bella, seguimos buscando.
P.– En los últimos lustros se ha tendido a un tipo de arquitectura que uniformiza las ciudades…
Vilalta.– ¡Y a las personas! El sistema, el capital, intenta que todo sea muy homogéneo. En nuestras obras procuramos que, en cierta medida, la gente se reencuentre. La arquitectura tiene que aportar algo positivo, no edificios que simplemente son funcionales.
Pigem.– Se ha tendido a un mundo muy global. Y la red parece que lo globaliza más, pero en realidad es al contrario: lo está descentralizando. Los fenómenos pueden darse en cualquier parte. Desde cada punto concreto se puede intentar dar una respuesta única, diferente, que no hace falta que sea local. De alguna manera, la localización rompe la uniformización.
Vilalta.– Y en lo particular está lo universal.
P.– ¿Ha acabado la moda de los starchitects y de la arquitectura en vertical, icónica?
Pigem.– En los países viejos, como en Europa, se ha diluido, pero los emergentes no creo que se escapen.
Vilalta.– Pero en general, sí, ha acabado. Los iconos que aparentemente parecen únicos no pertenecen a ningún lugar, son del arquitecto que los pone en diferentes sitios.
Pigem.– Estos skylines de las grandes ciudades… Al final los confundirías todos…
P.– ¿Qué supone el Premio Tendències para su estudio?
Pigem.– La categoría de Creador Consolidado da mucho respeto, es una responsabilidad.
Vilalta.– El premio nos da una gran satisfacción porque no está vinculado al mundo de la arquitectura, que es muy endogámico. Es un reconocimiento de la sociedad.
P.– ¿La comunicación sigue siendo la asignatura pendiente de la arquitectura?
Vilalta.– Es la gran lacra de los arquitectos: no sabemos extrapolar a la sociedad el verdadero valor que tiene la arquitectura.
Pigem.– La arquitectura está en todas partes y no somos conscientes: donde vives, trabajas, paseas… Todos los espacios en que desarrollamos nuestra vida son espacios de arquitectura.
Foto portada extraida de EL MUNDO | Ramon Vilalta, Carme Pigem y Rafael Aranda en su estudio, que ellos mismos reformaron. / EDDY KELELE
Publicado el miércoles 1 de octubre de 2014 en EL MUNDO
VANESSA GRAELL | El paisaje de la Garrotxa, las piedras volcánicas, los bosques otoñales… Olot tiene una nueva marca: la de RCR Arquitectes. Desde que salieron de la facultad, Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta trabajan juntos en un estudio que ha cruzado fronteras: este año han inaugurado el Musée Soulages y ya tienen un pie en la palmera de Dubái. «Si todo va bien» proyectarán el próximo restaurante de Ferran y Albert Adrià en Barcelona, avalados por el impecable diseño de Les Cols. En RCR proyectan sueños. Y los construyen.
Pregunta.– ¿Hasta qué punto el paisaje de Olot influencia su arquitectura?
Ramon Vilalta.– Estar aquí y sentir todo lo que nos rodea, nos hace entender, ser y ver de una manera. Tenemos una relación más directa con la topografía, la vegetación, la construcción más básica de la materialidad.
Rafael Aranda.– Además, nos ha ayudado a tener mayor proximidad con el artesano, con el industrial, a estar más cerca de la materia. En una ciudad es más difícil. Olot nos ha dado un cierto aislamiento. Nos hemos dedicado a trabajar con mucha ilusión y nuestra voz ha sido nuestra obra. Lo que nos interesa es imaginar y construir. Los arquitectos somos constructores de sueños.
P.– A finales de los 80, con la fiebre preolímpica y el boom de la construcción en Barcelona, ¿fueron a contracorriente al quedarse en Olot y abrir su propio estudio?
Vilalta.– La tradición era formarse en despachos de arquitectura. En unos años en que era bastante impensable, nosotros empezamos a compartir un camino de crecimiento entre los tres, sin pasar por ningún estudio. Venir a Olot tenía su problemática, no había precedentes. La gente que quería crecer se desplazaba a grandes capitales: Madrid, Barcelona, Valencia…
P.– Materia, tiempo, naturaleza, belleza… ¿Cómo se integran estos conceptos en su arquitectura?
Carme Pigem.– En un entorno pequeño, la presencia de la naturaleza se hace más importante. Y lo incorporamos a nuestra arquitectura. Para nosotros buscar la esencia de las cosas tiene que ver con el cielo, el paisaje, las piedras y, sobre todo, con el tiempo… El tiempo hace que por la mañana la luz sea muy diferente a la del atardecer. Y luego está el tiempo estacional, el verano, la primavera… La arquitectura no puede ser un elemento ajeno, tiene que participar de manera activa en este proceso.
Aranda.– Entendemos nuestros proyectos como un refugio ante todo lo que nos envuelve, ante la uniformidad. Son espacios en diálogo con la naturaleza, que te hacen sentir los valores esenciales. Continuamente nos preguntanmos cómo queremos que sienta la persona. Muchas obras nuestras no tienen fachadas exteriores. Siempre ha sido más importante la vivencia, la atmósfera, que no la imagen.
Vilalta.– Como arquitectos nos interesa la totalidad. Al proyectar pensamos en la pregunta que nos formulan, pero si la respuesta no es bella, seguimos buscando.
P.– En los últimos lustros se ha tendido a un tipo de arquitectura que uniformiza las ciudades…
Vilalta.– ¡Y a las personas! El sistema, el capital, intenta que todo sea muy homogéneo. En nuestras obras procuramos que, en cierta medida, la gente se reencuentre. La arquitectura tiene que aportar algo positivo, no edificios que simplemente son funcionales.
Pigem.– Se ha tendido a un mundo muy global. Y la red parece que lo globaliza más, pero en realidad es al contrario: lo está descentralizando. Los fenómenos pueden darse en cualquier parte. Desde cada punto concreto se puede intentar dar una respuesta única, diferente, que no hace falta que sea local. De alguna manera, la localización rompe la uniformización.
Vilalta.– Y en lo particular está lo universal.
P.– ¿Ha acabado la moda de los starchitects y de la arquitectura en vertical, icónica?
Pigem.– En los países viejos, como en Europa, se ha diluido, pero los emergentes no creo que se escapen.
Vilalta.– Pero en general, sí, ha acabado. Los iconos que aparentemente parecen únicos no pertenecen a ningún lugar, son del arquitecto que los pone en diferentes sitios.
Pigem.– Estos skylines de las grandes ciudades… Al final los confundirías todos…
P.– ¿Qué supone el Premio Tendències para su estudio?
Pigem.– La categoría de Creador Consolidado da mucho respeto, es una responsabilidad.
Vilalta.– El premio nos da una gran satisfacción porque no está vinculado al mundo de la arquitectura, que es muy endogámico. Es un reconocimiento de la sociedad.
P.– ¿La comunicación sigue siendo la asignatura pendiente de la arquitectura?
Vilalta.– Es la gran lacra de los arquitectos: no sabemos extrapolar a la sociedad el verdadero valor que tiene la arquitectura.
Pigem.– La arquitectura está en todas partes y no somos conscientes: donde vives, trabajas, paseas… Todos los espacios en que desarrollamos nuestra vida son espacios de arquitectura.
Foto portada extraida de EL MUNDO | Ramon Vilalta, Carme Pigem y Rafael Aranda en su estudio, que ellos mismos reformaron. / EDDY KELELE