ALEX STEFFEN | Periodista y “futurista planetario”ALEX STEFFEN | Periodista y “futurista planetario”
Publicado el domingo, 16 de noviembre de 2014, en EL PAÍS EXTRA
CAMILO S. BAQUERO| Entre 2003 y 2010 la revista digital Worldchanging fue una de las publicaciones más influyentes en temas de sostenibilidad y de innovación social delmundo. En sus siete años de vida llegó a albergar 12.000 artículos, todos de referencia en el debate sobre el futuro del planeta. Llegó a tener una audiencia de ocho millones de usuarios únicos. Detrás de ella estaba el periodista norteamericano Alex Steffen. Más allá de esa publicación, Steffen ha publicado varios libros y es consultor. En su último trabajo Carbon Zero: Imagining Cities That Can Save the Planet hace una advertencia clara: la única manera de reducir a cero las emisiones que producen el cambio climático es a través de la reinvención de las ciudades. Y para el periodista, uno de los mayores problemas de las urbes es que cada vez son menos asequibles para sus vecinos. Es uno de los conferenciantes más esperados en el Smart City World Congress, que se celebra esta semana en Fira de Barcelona. Pregunta. El problema de la vivienda es un asunto global, que afecta incluso a las sociedades avanzadas. ¿Qué está pasando? Respuesta. Todas las ciudades exitosas tienen ahora problemas de vivienda: el precio de compra es muy elevado o los alquileres son excesivamente caros. El gasto en vivienda es tal vez el más elevado de los hogares. La falta de oferta y la
altísima demanda termina por expulsar de la ciudad a la gente con ingresos que podríamos llamar medios, por no decir los que son realmente bajos. Estos ciudadanos, en muchos casos jóvenes recién emancipados, terminan viviendo en las afueras, obligados a destinar el dinero que podrían invertir en su bienestar o en la educación de sus hijos en pagar más por transporte, dejando su tiempo en largos recorridos para ir al trabajo y, en definitiva, perder calidad de vida. Solo con más construcción estabilizaremos los precios. En un planeta de ciudades, asequibilidad es justicia social.
P. ¿Y tener viviendas cómo repercute, por ejemplo, en la lucha contra el cambio climático?
R. Una apuesta decidida por la construcción permite que resolvamos problemas de manera integral. Se trata de hacer los hogares más autosuficientes y que gracias a la tecnología vivir en ellos sea más económico. Pero todo tiene que ser a gran escala y con gran densidad. A las Administraciones les da temor, pero incluso las mejores ciudades del mundo tienen áreas suceptibles de ser transformadas
P. En España la experiencia con la construcción no ha sido buena. Algunos cálculos hablan de medio millón de pisos vacíos…
R. En Estados Unidos se penaliza a los dueños de propiedades abandonadas. También hay movimientos sociales que han logrado poner la presión para que esto se lleve a cabo. Insisto, una mayor oferta hace que los precios bajen. Las Administraciones tienen que facilitarle la actividad al constructor, que quiere hacer negocio, por ejemplo agilizando las licencias. Pero, en contrapartida, imponiéndole altas condiciones de calidad y sostenibilidad o, por ejemplo, obligándoles paralelamente a construir vivienda de alquiler social.
P. ¿Se trata de un problema de mentalidad sobre la vivienda?
R. El actual ritmo de construcción no es suficiente para acabar con el déficit de vivienda que sufren muchas ciudades en el mundo. La situación es muy grave en sitios como Londres o San Francisco, donde muchos millonarios tienen casas que a duras penas utilizan dos o tres veces al año. La manera como vemos la propiedad tiene mucho que ver con los paradigmas de los grandes terratenientes y la concentración de capital del siglo pasado. Estos son debates que se tienen que asumir democráticamente en el seno de las ciudades.
P. ¿Las Administraciones no han ido tan rápido como la sociedad?
R. Seguimos planeando la ciudad con ideas del siglo pasado. En Estados Unidos, por ejemplo, cuando se construye una vivienda se tiene que asegurar que esta cuenta con al menos una plaza de aparcamiento. Esto se impuso por parte de la Administración como una manera de asegurar que la falta de sitios para aparcar no fuera un problema en el futuro. Ahora que la utilización del coche en muchos sitios está en entredicho y el despliegue de las redes de transporte público es una solución atractiva es una norma obsoleta. Y no es solo un tema de espacio. Económicamente una plaza de aparcamiento puede costar unos 30.000 dólares. ¡Más que un coche! Esto carece de sentido.
P. ¿Qué ciudad cree que lo está haciendo mejor en lo que respecta a políticas de vivienda?
R. No creo que haya aún un ejemplo a seguir, aunque hay experiencias individuales que son muy remarcables. En cada lugar del mundo se está haciendo algo bien pero falta una visión más integradora, holística. Los países escandinavos, por ejemplo, tienen las mejores políticas de vivienda pública. En Australia, en cambio, sobresalen los incentivos de las Administraciones locales para construir casas en las ciudades. En Europa y en Norteamérica sobresalen los proyectos individuales, edificios maravillosos, no solo bellos sino también revolucionarios en términos de sostenibilidad. A la hora de elaborar sus planes, las ciudades marginan algunos de los aspectos porque lo ven más complicado, pero entonces los planes cojean. Hay que ser más ambiciosos.
P. También hay un tránsito general entre el paradigma de poseer al paradigma de compartir…
R. Eso está pasando a una velocidad sorprendente. Uber y otros servicios de carsharing son los paradigmas de esta revolución. Estamos compartiendo más información que nunca, especialmente en las ciudades. La economía colaborativa digitaliza bienes físicos, lo que la convierte en una manera mucho más efectiva y menos cara para tener las mismos servicios.
P. ¿Cree que la economía colaborativa trae consigo algún riesgo?
R. Vuelvo a la idea de los debates que tenemos pendientes como sociedad. Surgen muchas preguntas. ¿Puede Uber llegar a ser el mayor proveedor de transporte de una ciudad como San Francisco? Esto sucede sólo porque la gente ha decidido usar esa aplicación, puesto que la empresa no es la dueña de los vehículos. Como sociedad nos tenemos que preguntar si queremos estar supeditados a que una app nos solucione el transporte. ¿Es más justo? ¿Es más democrático?
Foto portada extraida de wemedia
Publicado el domingo, 16 de noviembre de 2014, en EL PAÍS EXTRA
CAMILO S. BAQUERO| Entre 2003 y 2010 la revista digital Worldchanging fue una de las publicaciones más influyentes en temas de sostenibilidad y de innovación social delmundo. En sus siete años de vida llegó a albergar 12.000 artículos, todos de referencia en el debate sobre el futuro del planeta. Llegó a tener una audiencia de ocho millones de usuarios únicos. Detrás de ella estaba el periodista norteamericano Alex Steffen. Más allá de esa publicación, Steffen ha publicado varios libros y es consultor. En su último trabajo Carbon Zero: Imagining Cities That Can Save the Planet hace una advertencia clara: la única manera de reducir a cero las emisiones que producen el cambio climático es a través de la reinvención de las ciudades. Y para el periodista, uno de los mayores problemas de las urbes es que cada vez son menos asequibles para sus vecinos. Es uno de los conferenciantes más esperados en el Smart City World Congress, que se celebra esta semana en Fira de Barcelona. Pregunta. El problema de la vivienda es un asunto global, que afecta incluso a las sociedades avanzadas. ¿Qué está pasando? Respuesta. Todas las ciudades exitosas tienen ahora problemas de vivienda: el precio de compra es muy elevado o los alquileres son excesivamente caros. El gasto en vivienda es tal vez el más elevado de los hogares. La falta de oferta y la
altísima demanda termina por expulsar de la ciudad a la gente con ingresos que podríamos llamar medios, por no decir los que son realmente bajos. Estos ciudadanos, en muchos casos jóvenes recién emancipados, terminan viviendo en las afueras, obligados a destinar el dinero que podrían invertir en su bienestar o en la educación de sus hijos en pagar más por transporte, dejando su tiempo en largos recorridos para ir al trabajo y, en definitiva, perder calidad de vida. Solo con más construcción estabilizaremos los precios. En un planeta de ciudades, asequibilidad es justicia social.
P. ¿Y tener viviendas cómo repercute, por ejemplo, en la lucha contra el cambio climático?
R. Una apuesta decidida por la construcción permite que resolvamos problemas de manera integral. Se trata de hacer los hogares más autosuficientes y que gracias a la tecnología vivir en ellos sea más económico. Pero todo tiene que ser a gran escala y con gran densidad. A las Administraciones les da temor, pero incluso las mejores ciudades del mundo tienen áreas suceptibles de ser transformadas
P. En España la experiencia con la construcción no ha sido buena. Algunos cálculos hablan de medio millón de pisos vacíos…
R. En Estados Unidos se penaliza a los dueños de propiedades abandonadas. También hay movimientos sociales que han logrado poner la presión para que esto se lleve a cabo. Insisto, una mayor oferta hace que los precios bajen. Las Administraciones tienen que facilitarle la actividad al constructor, que quiere hacer negocio, por ejemplo agilizando las licencias. Pero, en contrapartida, imponiéndole altas condiciones de calidad y sostenibilidad o, por ejemplo, obligándoles paralelamente a construir vivienda de alquiler social.
P. ¿Se trata de un problema de mentalidad sobre la vivienda?
R. El actual ritmo de construcción no es suficiente para acabar con el déficit de vivienda que sufren muchas ciudades en el mundo. La situación es muy grave en sitios como Londres o San Francisco, donde muchos millonarios tienen casas que a duras penas utilizan dos o tres veces al año. La manera como vemos la propiedad tiene mucho que ver con los paradigmas de los grandes terratenientes y la concentración de capital del siglo pasado. Estos son debates que se tienen que asumir democráticamente en el seno de las ciudades.
P. ¿Las Administraciones no han ido tan rápido como la sociedad?
R. Seguimos planeando la ciudad con ideas del siglo pasado. En Estados Unidos, por ejemplo, cuando se construye una vivienda se tiene que asegurar que esta cuenta con al menos una plaza de aparcamiento. Esto se impuso por parte de la Administración como una manera de asegurar que la falta de sitios para aparcar no fuera un problema en el futuro. Ahora que la utilización del coche en muchos sitios está en entredicho y el despliegue de las redes de transporte público es una solución atractiva es una norma obsoleta. Y no es solo un tema de espacio. Económicamente una plaza de aparcamiento puede costar unos 30.000 dólares. ¡Más que un coche! Esto carece de sentido.
P. ¿Qué ciudad cree que lo está haciendo mejor en lo que respecta a políticas de vivienda?
R. No creo que haya aún un ejemplo a seguir, aunque hay experiencias individuales que son muy remarcables. En cada lugar del mundo se está haciendo algo bien pero falta una visión más integradora, holística. Los países escandinavos, por ejemplo, tienen las mejores políticas de vivienda pública. En Australia, en cambio, sobresalen los incentivos de las Administraciones locales para construir casas en las ciudades. En Europa y en Norteamérica sobresalen los proyectos individuales, edificios maravillosos, no solo bellos sino también revolucionarios en términos de sostenibilidad. A la hora de elaborar sus planes, las ciudades marginan algunos de los aspectos porque lo ven más complicado, pero entonces los planes cojean. Hay que ser más ambiciosos.
P. También hay un tránsito general entre el paradigma de poseer al paradigma de compartir…
R. Eso está pasando a una velocidad sorprendente. Uber y otros servicios de carsharing son los paradigmas de esta revolución. Estamos compartiendo más información que nunca, especialmente en las ciudades. La economía colaborativa digitaliza bienes físicos, lo que la convierte en una manera mucho más efectiva y menos cara para tener las mismos servicios.
P. ¿Cree que la economía colaborativa trae consigo algún riesgo?
R. Vuelvo a la idea de los debates que tenemos pendientes como sociedad. Surgen muchas preguntas. ¿Puede Uber llegar a ser el mayor proveedor de transporte de una ciudad como San Francisco? Esto sucede sólo porque la gente ha decidido usar esa aplicación, puesto que la empresa no es la dueña de los vehículos. Como sociedad nos tenemos que preguntar si queremos estar supeditados a que una app nos solucione el transporte. ¿Es más justo? ¿Es más democrático?
Foto portada extraida de wemedia