Publicado el sábado, 20 de junio del 2014, en EL PAIS
Recopilación de proyectos actuales que respetan el medio ambiente y el entorno natural y social en el que se encuentran.
Publicado el sábado, 20 de junio del 2014, en EL PAIS
Recopilación de proyectos actuales que respetan el medio ambiente y el entorno natural y social en el que se encuentran.
Nueva Zelanda: un templo de temporal a permanente:
Catedral anglicana Christchurch, de Shigeru Ban. Entre las 185 muertos por el terremoto que en 2011 sacudió Christchurch, 18 eran estudiantes japoneses. La antigua catedral neogótica del centro de la ciudad quedó destrozada y la congregación decidió llamar a Shigeru Ban. Tras pedir perdón por no haber llamado —estaba ocupado con la reconstrucción de los daños causados por el tsunami que azotó su país—, el nipón se ofreció, como siempre tras una catástrofe, a trabajar sin cobrar. Un mes después presentó los primeros planos. Propuso la estructura más sencilla, trabajar con tubos de cartón y reciclar, en una gran vidriera, los fragmentos destrozados de la vieja catedral. Dijo que el edificio podría estar listo para 2012. Cuentan quienes han viajado hasta Christchurch que, con el paso de los meses, lo más desolador de la ciudad no era la enorme destrucción que causó el terremoto, sino la lentitud con la que se abordaba la reconstrucción. La catedral de Ban, que fue diseñada como un edificio temporal —con capacidad para 700 personas y firmeza para no tener que restaurarse en 50 años—, se retrasó un año. En ese tiempo, el templo pasó de efímero a permanente. Inaugurada finalmente en agosto del año pasado, es ya el nuevo icono de la ciudad, flamante símbolo de su reconstrucción: una muestra ejemplar del potencial de las reconstrucciones, no solo para reparar edificios, sino también para indicar otras maneras de lidiar con la arquitectura, el dinero y la espiritualidad.
Tailandia: bambú mejor que hormigón:
Foto:Pasi Aalto
Casa de baños en el orfanato de Ban Tha Song Yang (Tailandia), de Tyin. El estudio noruego Tyin (Andreas Grondtvedt y Yashar Hanstad) levantó con la ayuda de los habitantes del pueblo unos baños ventilados en un orfanato de niños de etnia karen refugiados en Tailandia, junto a la frontera birmana. El baño mejoró el drenaje de las instalaciones al sustituir el hormigón —donde se acumulaban los líquidos y, con ellos, los focos de infección— por una base de grava cubierta con lamas de teca y al ventilarlo gracias a los paramentos de bambú. El proyecto costó 2.979 euros.
Bangladesh: escuela de adobe y a mano:
DESI, escuela para electricistas en Rudrapur (Bangladesh), de Anna Heringer. Esta alemana viajó a Bangladesh en 1997 para trabajar un año como cooperante. Convertida en arquitecta, su proyecto de fin de carrera fue una escuela de adobe hecha a mano por los habitantes de Rudrapur y para la que ella misma reunió el dinero. Se levantó en 2006. No lejos del colegio, este centro para formar electricistas es su segundo proyecto. Fue construido sin máquinas, con adobe y bambú, por los miembros de la comunidad. Gracias a su estabilidad, es el primer edificio de barro del pueblo que tiene luz eléctrica.
Colombia: una mejora sin imposición:
Foto:Sergio Gómez
Escuela Santo Domingo Savio en Medellín, de Plan B Arquitectos. Felipe y Federico Mesa levantaron un parvulario en este barrio de Medellín ya transformado gracias a la llegada del metrocable, a una escuela de Obranegra Arquitectura y a la popular Biblioteca España, de Giancarlo Mazzanti. Lejos de imponerse, la guardería atiende a la forma en que se ha levantado el barrio: con viviendas de ladrillo autoconstruidas que siguen la topografía, y desgranan sus volúmenes sin imponerse unas a otras. Así, los arquitectos tuvieron en cuenta el hacer local para mejorarlo con patios y miradores para los niños, y diferenciando la escuela con revoco azulado.
Perú: caña y sombra en el desierto:
Escuela Santa Elena, caserío de Piedritas, de Carlos Andrés Restrepo y Elizabeth Milagros Añaños. Fueron los habitantes del caserío de Piedritas, en el bosque seco de Talara, al norte de Perú, quienes explicaron a los arquitectos del Estudio Cotidiano las dificultades de vivir en un lugar desértico. Restrepo y Añaños debían arreglar y ampliar los pabellones existentes y reconciliarlos con la aridez. Lo hicieron con caña brava y reciclando materiales metálicos —que añadían memoria y sostenibilidad— para favorecer la presencia de sombra. Además de sus ideas, los usuarios aportaron también su trabajo.
Nueva Zelanda: un templo de temporal a permanente:
Catedral anglicana Christchurch, de Shigeru Ban. Entre las 185 muertos por el terremoto que en 2011 sacudió Christchurch, 18 eran estudiantes japoneses. La antigua catedral neogótica del centro de la ciudad quedó destrozada y la congregación decidió llamar a Shigeru Ban. Tras pedir perdón por no haber llamado —estaba ocupado con la reconstrucción de los daños causados por el tsunami que azotó su país—, el nipón se ofreció, como siempre tras una catástrofe, a trabajar sin cobrar. Un mes después presentó los primeros planos. Propuso la estructura más sencilla, trabajar con tubos de cartón y reciclar, en una gran vidriera, los fragmentos destrozados de la vieja catedral. Dijo que el edificio podría estar listo para 2012. Cuentan quienes han viajado hasta Christchurch que, con el paso de los meses, lo más desolador de la ciudad no era la enorme destrucción que causó el terremoto, sino la lentitud con la que se abordaba la reconstrucción. La catedral de Ban, que fue diseñada como un edificio temporal —con capacidad para 700 personas y firmeza para no tener que restaurarse en 50 años—, se retrasó un año. En ese tiempo, el templo pasó de efímero a permanente. Inaugurada finalmente en agosto del año pasado, es ya el nuevo icono de la ciudad, flamante símbolo de su reconstrucción: una muestra ejemplar del potencial de las reconstrucciones, no solo para reparar edificios, sino también para indicar otras maneras de lidiar con la arquitectura, el dinero y la espiritualidad.
Tailandia: bambú mejor que hormigón:
Foto:Pasi Aalto
Casa de baños en el orfanato de Ban Tha Song Yang (Tailandia), de Tyin. El estudio noruego Tyin (Andreas Grondtvedt y Yashar Hanstad) levantó con la ayuda de los habitantes del pueblo unos baños ventilados en un orfanato de niños de etnia karen refugiados en Tailandia, junto a la frontera birmana. El baño mejoró el drenaje de las instalaciones al sustituir el hormigón —donde se acumulaban los líquidos y, con ellos, los focos de infección— por una base de grava cubierta con lamas de teca y al ventilarlo gracias a los paramentos de bambú. El proyecto costó 2.979 euros.
Bangladesh: escuela de adobe y a mano:
DESI, escuela para electricistas en Rudrapur (Bangladesh), de Anna Heringer. Esta alemana viajó a Bangladesh en 1997 para trabajar un año como cooperante. Convertida en arquitecta, su proyecto de fin de carrera fue una escuela de adobe hecha a mano por los habitantes de Rudrapur y para la que ella misma reunió el dinero. Se levantó en 2006. No lejos del colegio, este centro para formar electricistas es su segundo proyecto. Fue construido sin máquinas, con adobe y bambú, por los miembros de la comunidad. Gracias a su estabilidad, es el primer edificio de barro del pueblo que tiene luz eléctrica.
Colombia: una mejora sin imposición:
Foto:Sergio Gómez
Escuela Santo Domingo Savio en Medellín, de Plan B Arquitectos. Felipe y Federico Mesa levantaron un parvulario en este barrio de Medellín ya transformado gracias a la llegada del metrocable, a una escuela de Obranegra Arquitectura y a la popular Biblioteca España, de Giancarlo Mazzanti. Lejos de imponerse, la guardería atiende a la forma en que se ha levantado el barrio: con viviendas de ladrillo autoconstruidas que siguen la topografía, y desgranan sus volúmenes sin imponerse unas a otras. Así, los arquitectos tuvieron en cuenta el hacer local para mejorarlo con patios y miradores para los niños, y diferenciando la escuela con revoco azulado.
Perú: caña y sombra en el desierto:
Escuela Santa Elena, caserío de Piedritas, de Carlos Andrés Restrepo y Elizabeth Milagros Añaños. Fueron los habitantes del caserío de Piedritas, en el bosque seco de Talara, al norte de Perú, quienes explicaron a los arquitectos del Estudio Cotidiano las dificultades de vivir en un lugar desértico. Restrepo y Añaños debían arreglar y ampliar los pabellones existentes y reconciliarlos con la aridez. Lo hicieron con caña brava y reciclando materiales metálicos —que añadían memoria y sostenibilidad— para favorecer la presencia de sombra. Además de sus ideas, los usuarios aportaron también su trabajo.