Este pionero y visionario sigue en la búsqueda constante de la simplicidad funcional, con ingenio y elegante calidez. A sus 93 años, es historia viva del diseño español
Publicado en La Vanguardia el 21 de marzo de 2024
Miguel Milá nos mira sentado desde el confortable sofá Chester de su casa entre dos retratos de mujeres. En un marco oval de moldura dorada, su madre pintada al óleo por Félix Mestres a inicios del siglo XX. Al otro lado, la madre de su esposa plasmada con trazos de acrílico a inicios del XXI por el pintor Lucas Milá, su hijo.
Su mirada como diseñador hoy nos infunde la tranquilidad de los objetos que perduran. Y nosotros como espectadores y usuarios contemplamos asombrados sus lámparas y muebles imaginados hace más de medio siglo, hoy con plena vigencia y modernidad. Es más, disfrutando de su gran época dorada.
Pionero en el desarrollo del diseño en nuestro país, el retrato de Miguel Milá (Barcelona, 1931) en su hogar, incorpora la perspectiva de su extensa saga familiar, una burguesía aristocrática imbricada con el mundo cultural y artístico. (A su tío Pedro Milá Camps se debe el encargo a Gaudí de la célebre Casa Milá, más conocida como La Pedrera). Fue su bisabuela quien mando construir en el siglo XIX tres casas para sus tres hijas (una de ellas la abuela del diseñador) en una gran finca con jardines en Esplugues de Llobregat, municipio colindante a Barcelona. Es en esta finca familiar donde Miguel Milá ha pasado buena parte de su vida y desarrollado su carrera profesional como diseñador.
En un legado de interiores neoclásicos y modernistas, acontecía su paso por la Universidad de Arquitectura de Barcelona, en los años cincuenta, donde imperaba un funcionalismo de herencia Bauhaus y grandes anhelos de modernidad. Allí encontró a uno de sus principales referente, el arquitecto José Antonio Coderch. Junto a los arquitectos Alfonso Milá (su hermano) y Federico Correa, que marcaron el inicio de su trayectoria como diseñador.
Tras aparcar la carrera de arquitectura, Miguel Milá comenzó a idear con esmero un nuevo universo de objetos, apostando por la belleza que emana de la simplicidad y de un sagaz enfoque funcional. En el año 1961, su lámpara TMC –hoy convertida en pieza de culto y un long-seller– era galardonada con el Delta de Oro ADI-FAD, una asociación recién creada en Barcelona para promover esa nueva disciplina del diseño industrial naciente. El FAD valoró su innovación multifuncional e ingenio: estirando el propio cordón del enchufe se enciende y apaga la lámpara (unificaba así dos elementos), y además puede accionarse estando sentado. Su pantalla, regulable en altura y rotante, proporciona tanto luz de lectura hacia abajo, como general hacia arriba. Poco después, otra de sus luminarias estrella, la Cesta, se hacía con nuevo galardón. En 1987 Miguel Milá mereció el premio Nacional de Diseño, en su primera edición. Y en el 2008, el Compasso D’Oro del ADI italiano que reconocía su trayectoria en el panorama internacional.
Ahora el Madrid Design Festival le rinde homenaje, dedicándole la mayor retrospectiva hecha a su trabajo, como una de las exposiciones centrales del festival. Comisariada por su hijo y también diseñador industrial Gonzalo Milá, y por Claudia Oliva, lleva por título Miguel Milá, Diseñador (pre)industrial. El adjetivo quiere indicar el momento y rol pionero que jugó en la introducción de la disciplina del diseño en nuestro país. Aunque también, una convicción a lo largo de su dilatada carrera de que los procesos artesanos y los industriales son igual de válidos y no excluyentes en el desarrollo de un diseño.
‘Un profesional de diseño debe mantener una postura racional desde una formación humanista’
Milá fue precursor en su visión de la artesanía, hoy tan reivindicada. Explican los comisarios de la muestra su colaboración estrecha con pequeñas industrias y talleres semiartesanales que aún trabajaban manualmente. “Adoptó un enfoque único al revalorizar las tradiciones artesanales existentes, fusionándolas con la cultura y forma de vida mediterráneas, interpretadas desde la modernidad”. Por su parte Miguel Milá afirma: “Mi defensa de la artesanía y del proceso artesanal no tiene otra finalidad que la de defender el deseo que el hombre tiene de participar en los procesos de las cosas”.
La búsqueda de simplicidad ha sido el motor de su carrera profesional. También la economía de recursos y el rechazo de la ostentación y el despilfarro. “Diseñar es ver la vida con lupa”, sintetiza Miguel Milá. Con ese artilugio de aumento, sobre cada objeto susceptible de ser recreado, inicia un meticuloso análisis, aunque también da vía libre a la intuición. Y aplica su triada: función, ingenio y tecnología para llegar hasta la forma depurada y bella.
En su visión austera del diseño, sin embargo, no falta nunca el factor confortable, quizás su principal herencia burguesa familiar. Así sucede en todas las lámparas, actualmente editadas por Santa&Cole, en la silla Salvador, reedición de Trenat o la mesa Altar recientemente incorporada al catálogo de Kettal. La mayoría de sus piezas han surgido de autoencargos y necesidades planteadas en su entorno. Es el modo de trabajar con el que se ha sentido más libre e inspirado. El taller en su casa de Esplugues es su pequeño santuario para la experimentación, la manufactura artesana y una creación dinámica.
“Un profesional de diseño – opina Milá- debe mantener una postura racional desde una formación absolutamente humanista. Se debe enriquecer la intuición cultivándola y después resolver los problemas de la manera más racional posible porque así las soluciones serán espontáneas y humanas”.
La exposición Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial reúne más de 200 piezas, prototipos, planos y dibujos originales. Los comisarios de la muestra puntualizan que no solo se expone la mayor cantidad piezas, sino que “se la acompaña de una voz muy personal acerca de quién es Miguel Milá, para hilar el recorrido de su vida y obra”. Puede verse hasta el 31 de marzo del 2024, en Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, Plaza de Colón, 4, en el marco del Madrid Design Festival.