El Tancredo de la arquitectura de BCN | Carles Cols

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Publicat el dijous, 8 de maig del 2014, a El Periódico

La Monumental entró en el Catálogo de Patrimonio Arquitectónico casi al ‘pito, pito…’ con las Arenas y desde entonces pena por elloPublicado el jueves, 8 de mayo del 2014, en El Periódico

La Monumental entró en el Catálogo de Patrimonio Arquitectónico casi al ‘pito, pito…’ con las Arenas y desde entonces pena por ello

Hay una historia jamás contada de la Monumental, lo cual tiene su qué, porque de ella mucho se ha escrito. En el año 1979 se decidió que el Catálogo de Patrimonio Arquitectónico de Barcelona tenía que incluir al menos una de las dos plazas de toros de la ciudad que seguían

en pie. Había habido hasta tres. Hacerlo con las dos aún en pie parecía un exceso en una ciudad en la que la afición taurina iba ya de capa caída, así que si había que decantarse por una u otra la decisión no era fácil. Aquello podía haberse decidido por el pito pito…, porque si el criterio tenía que ser meramente arquitectónico la balanza no terminaba de inclinarse. El estilo neoárabe que surgió como un champiñón en la España de finales del siglo XIX y principios del XX era una rareza de gusto a menudo cuestionable. «Se decidió que fuera la Monumental porque entonces las Arenas no tenía problemas de público. No se vislumbraba ningún nubarrón en el futuro de las Arenas». Así lo cuenta un exalto cargo del Ayuntamiento de Barcelona al que un día le confesaron ese secretillo municipal.

Lo de las Arenas ya se sabe como ha acabado. Para gustos, colores. Pero la Monumental, gracias o por culpa de aquella decisión de incluirla en el catálogo del patrimonio, se ha quedado ahí en pie, quieta como un Tancredo, un lance taurino que tal vez conviene explicar.

El Trancredo es un personaje de la tauromaquia cuyo papel consiste en subirse a un pedestal, preferentemente vestido de forma cómica, y esperar inmóvil a que cuando el astado salga de toriles no repare en él y pase de largo. Que el Tancredo salga por piernas se supone que causará risas en el tendido. Pero la Monumental no puede. Es una pieza que la ciudad ha decido preservar. Salvo que se decida desandar el camino de la protección, algo inusual o imposible, es toda una manzana del Eixample sin fácil solución. No solo hay que preservar sus muros y cúpulas de las mil y una noches, sino que además está calificado como equipamiento.

El edificio está al lado de lo que Ildefons Cerdà dijo que iba a ser el centro de Barcelona: la plaza de las Glòries. Pasados 100 años, parece evidente que en ese pronóstico falló. Pero ello no fue obstáculo para que la Monumental se hiciera un hueco en la ciudad más allá de los capotes. Era enorme. Tenía una capacidad de público que ningún otro recinto de la ciudad era capaz de ofrecer. Los Beatles actuaron en esa plaza de toros no por su acústica, deplorable, no sino por sus más de 20.000 asientos. Pero los tiempos cambian.

Hubo un tiempo en que las grandes manifestaciones obreras de Barcelona se convocaban en la calle Nou de la Rambla, Conde del Asalto aún para muchos. La razón

no era otra que durante un tiempo fue la calle más larga de la vieja ciudad. La Monumental encontró a veces su sitio como la mayor sala de conciertos y espectáculos de Barcelona prácticamente hasta la celebración de los Juegos Olímpicos.

De todo menos consenso

El pasado mes de abril, EL PERIÓDICO le dedicó varias entregas al centenario de ese coso taurino. Hay más edificios en Barcelona que cumplen 100 años, pero este tal vez merece una mirada más entretenida por todo cuanto ha sucedido en los últimos años, como la prohibición de las corridas en Catalunya, por ejemplo. Para la elaboración de aquellas páginas se recabaron opiniones entre especialistas de distintas disciplinas para que sugirieran qué hacer con la Monumental. Un parque, una biblioteca, nada, ponerle una cubierta, dejarla descubierta, demolerla… Hubo de todo menos consenso, lo cual permite anticipar que encontrarle un destino final no será sencillo.

En realidad, es un solar en barbecho. La Monumental está a dos pasos de la plaza de las Glòries, en plena fase de obras, no para convertirse en el centro de Barcelona que predijo Cerdà (eso ya no se lo cree nadie) sino como mínimo para poner orden en un lugar que, al menos sobre el mapa, parece estratégico. Tal vez entonces la Monumental encontrará su sitio.

Hay una historia jamás contada de la Monumental, lo cual tiene su qué, porque de ella mucho se ha escrito. En el año 1979 se decidió que el Catálogo de Patrimonio Arquitectónico de Barcelona tenía que incluir al menos una de las dos plazas de toros de la ciudad que seguían

en pie. Había habido hasta tres. Hacerlo con las dos aún en pie parecía un exceso en una ciudad en la que la afición taurina iba ya de capa caída, así que si había que decantarse por una u otra la decisión no era fácil. Aquello podía haberse decidido por el pito pito…, porque si el criterio tenía que ser meramente arquitectónico la balanza no terminaba de inclinarse. El estilo neoárabe que surgió como un champiñón en la España de finales del siglo XIX y principios del XX era una rareza de gusto a menudo cuestionable. «Se decidió que fuera la Monumental porque entonces las Arenas no tenía problemas de público. No se vislumbraba ningún nubarrón en el futuro de las Arenas». Así lo cuenta un exalto cargo del Ayuntamiento de Barcelona al que un día le confesaron ese secretillo municipal.

Lo de las Arenas ya se sabe como ha acabado. Para gustos, colores. Pero la Monumental, gracias o por culpa de aquella decisión de incluirla en el catálogo del patrimonio, se ha quedado ahí en pie, quieta como un Tancredo, un lance taurino que tal vez conviene explicar.

El Trancredo es un personaje de la tauromaquia cuyo papel consiste en subirse a un pedestal, preferentemente vestido de forma cómica, y esperar inmóvil a que cuando el astado salga de toriles no repare en él y pase de largo. Que el Tancredo salga por piernas se supone que causará risas en el tendido. Pero la Monumental no puede. Es una pieza que la ciudad ha decido preservar. Salvo que se decida desandar el camino de la protección, algo inusual o imposible, es toda una manzana del Eixample sin fácil solución. No solo hay que preservar sus muros y cúpulas de las mil y una noches, sino que además está calificado como equipamiento.

El edificio está al lado de lo que Ildefons Cerdà dijo que iba a ser el centro de Barcelona: la plaza de las Glòries. Pasados 100 años, parece evidente que en ese pronóstico falló. Pero ello no fue obstáculo para que la Monumental se hiciera un hueco en la ciudad más allá de los capotes. Era enorme. Tenía una capacidad de público que ningún otro recinto de la ciudad era capaz de ofrecer. Los Beatles actuaron en esa plaza de toros no por su acústica, deplorable, no sino por sus más de 20.000 asientos. Pero los tiempos cambian.

Hubo un tiempo en que las grandes manifestaciones obreras de Barcelona se convocaban en la calle Nou de la Rambla, Conde del Asalto aún para muchos. La razón

no era otra que durante un tiempo fue la calle más larga de la vieja ciudad. La Monumental encontró a veces su sitio como la mayor sala de conciertos y espectáculos de Barcelona prácticamente hasta la celebración de los Juegos Olímpicos.

De todo menos consenso

El pasado mes de abril, EL PERIÓDICO le dedicó varias entregas al centenario de ese coso taurino. Hay más edificios en Barcelona que cumplen 100 años, pero este tal vez merece una mirada más entretenida por todo cuanto ha sucedido en los últimos años, como la prohibición de las corridas en Catalunya, por ejemplo. Para la elaboración de aquellas páginas se recabaron opiniones entre especialistas de distintas disciplinas para que sugirieran qué hacer con la Monumental. Un parque, una biblioteca, nada, ponerle una cubierta, dejarla descubierta, demolerla… Hubo de todo menos consenso, lo cual permite anticipar que encontrarle un destino final no será sencillo.

En realidad, es un solar en barbecho. La Monumental está a dos pasos de la plaza de las Glòries, en plena fase de obras, no para convertirse en el centro de Barcelona que predijo Cerdà (eso ya no se lo cree nadie) sino como mínimo para poner orden en un lugar que, al menos sobre el mapa, parece estratégico. Tal vez entonces la Monumental encontrará su sitio.