Estamos condenados a ser contemporáneos. La ciudad es igual que una bicicleta: puedes ir lento o rápido, pero si no pedaleas te caes

Javier López Rivera

Estamos condenados a ser contemporáneos. La ciudad es igual que una bicicleta: puedes ir lento o rápido, pero si no pedaleas te caes

Javier López Rivera
Publicat el 27 de gener de 2014 a El Mundo – Sevilla
La arquitectura, más que poner cosas, consiste en quitarlas
Nació en Ayamonte pero siempre ha vivido entre Huelva, Cádiz y Sevilla, aunque se define como habitante de la Baja Andalucía. Cree en el mestizaje. Le gustan los molinos y la fotografía, materia a la que dedicó una excelente tesis doctoral donde analiza las relaciones de la imagen con la arquitectura. Profesor de la Hispalense, comparte con Ramón Pico la dirección del estudio ACTA y  un premio FAD. Desde la calle Imagen trabajan para el mundo. Interior día.
PREGUNTA.- ¿Pensar es perder el tiempo?
RESPUESTA.- Al contrario, es ganarlo. Yo enseño dibujo, pero intento que mis alumnos aprendan a pensar. El dibujo expresa ideas y los arquitectos somos vendedores de ideas. No sólo hay que tenerlas, sino comunicarlas.
P.- Perdone la impertinencia. ¿Todos los arquitectos saben dibujar?
R.-Tienen carencias. Sobre todo, los alumnos. Con el ordenador el dibujo y la maqueta parece que sobran y que el lápiz ya no es moderno. No es así. Las escuelas de arquitectura europeas están llenas de maquetas. En Sevilla, salvo casos contados, no ocurre esto. La maqueta es la aproximación más real que existe a la arquitectura. Te permite controlar el espacio.
P.- ¿Qué virtudes tiene el lápiz?
R.-La inmediatez: con él capturas rápidamente una idea y te ayuda a definir la proporción, que es diferente a la escala. Los alumnos quieren que cada línea sea la definitiva, no una prueba. No les gusta dar pasos en balde.
P.-¿No tienen paciencia?
R.- Lo ven inútil. Pero en arquitectura, y en cualquier disciplina, lo que hay que hacer es probar y analizar hasta dar con la solución adecuada. Ellos quieren que lo que dibujan vaya a misa y eso sólo le pasa a los genios. Hay que probar y desechar. La arquitectura, más que poner cosas, consiste en quitarlas para quedarte con lo básico.
P.-¿Es un problema de educación?
R.- La educación consiste en decir no. Decir que sí es sencillo, pero no te hace aprender. Debemos educar para asumir el fracaso, que en la vida te llegará antes o después. La vida consiste en superar dificultades.
P.-Mucha gente piensa en la arquitectura como una factoría de imágenes, de iconos.
R.- Con intenet también se ha dejado ir a los sitios donde vas a construir, pero así nunca controlas la escala. Las imágenes engañan.
P.-¿La arquitectura ahora es virtual?
R.- La maqueta del Parasol que llevaron al MoMA evita reproducir el entorno de la Encarnación. No es casual. Vivimos una tiranía del render. La arquitectura es más de lo que una fotografía puede representar. Es espacio y luz. Y la luz cambia el espacio.
P.-¿Nuestra mirada sobre las cosas no está condicionada por nuestra cultura?
R.-Nuestra mirada siempre es cultural. No podemos reducir la arquitectura a imágenes. No se pueden contar tus ideas con imágenes prestadas. Imitar lo hemos hecho todos, pero se trata de captar las esencias, no las formas.
P.-¿Por qué en las revistas de arquitectura los edificios se fotografían sin gente?
R.-Un edificio es como un hijo: lo fotografías cuando nace; después pierdes el control.
P.-Si la arquitectura no es una imagen supongo que una ciudad no es una postal.
R.- La ciudad es un proceso histórico en el que cada cultura deja su huella. No es un objeto, que nunca cambia y al que sólo puedes hacerle fotos. La ciudad es una vivencia, no un parque temático.
P.-Parece que ese es el modelo de muchas ciudades, Sevilla entre ellas.
R.- El problema radica en que los tiempos de la política son diferentes a los tiempos de la ciudad. Para una ciudad cuatro años no son nada. La Catedral de Cádiz tardó 15 años en construirse y tuvo hasta cuatro arquitectos.
P.-¿Sevilla es intocable?
R.- Yo vivo cerca de la ronda. El Domingo de Ramos veo a la gente que viene al casco histórico con sus mejores galas esperando encontrárselo igual que un año antes, como si fuera un decorado para las cofradías.
P.-Esa mentalidad niega el propio concepto de ciudad.
R.- Borges decía que estamos condenados a ser contemporáneos. Ya no nos vestimos como en el siglo XVIII. Cuando se hacen cosas como el Parasol yo entiendo a los que dicen: así no. Yo también lo digo, pero eso no implica que las cosas no cambien. Hay que transformar con buena arquitectura.
P.-La arquitectura sevillana se basa en la sucesión, no en la pureza
R.-La arquitectura debe responder al lenguaje del momento. Es la historia la que nos enseña que siempre ocurre así, igual que demuestra que las transformaciones urbanas no son aceptadas por las generaciones que las viven, sino por las posteriores. No es nuevo: a Hernán Ruiz lo quisieron quemar. El tiempo es el único juez.
P.- De todas formas hay cambios que la gente sencillamente no quiere asumir.
R.- El hombre es un animal de costumbres y una de las más intensas es la memoria visual. Lo más difícil de reformar es la plaza mayor de un pueblo. Todo el mundo tiene su propia imagen en la retina.
P.- Pero estamos condenados al cambio.
R.- Josep Acebillo [que trabajó con Bohigas en Barcelona] dice que una ciudad es como una bicicleta. Puedes pedalear más rápido o más despacio, pero si no lo haces te caes. Una ciudad nunca está hecha, se hace día a día. Sevilla es la suma de un montón de cosas.
P.- Nuestra imagen turística se basa en lo mismo de siempre.
R.-¿Qué ofrece Sevilla que no ofreciera hace diez años? Quienes vinieron no tienen motivos para volver. Fíjate en los museos: hacen exposiciones temporales y reducen las permanentes para que la gente no deje de ir. Lo que no tiene lógica es que, si entendemos la ciudad como un museo, cosa que no es, no hagamos lo mismo.
P.-¿Por qué la arquitectura contemporánea no se valora en Sevilla?
R.-Emocionan otras cosas. La arquitectura contemporánea requiere predisposición. Los arquitectos tampoco hemos querido hacemos entender. Pensábamos que sólo nos podía comprender gente con formación.
P.-¿El problema no es que la implantación de la arquitectura contemporánea en Andalucía fue una decisión política?
R.-Somos una región pobre. No es bueno ni malo, sino nuestra realidad. Hemos actuado como si no lo fuéramos. Los maestros de obra sabían muy bien que, más que crecer, Sevilla debía transformarse. Era una comunidad sabia: conocía sus limitaciones.
P.- Ya no nos quedan demasiados sabios.
R.-En Sevilla lo que hace falta es viajar más. Viajar te ayuda a saber la justa medida de lo que tienes. Aprendes a valorarlo y te das cuenta que puede ser mucho mejor.
P.-¿Sevilla tiene remedio?
R.- No se puede ser un llorica y poner siempre la mano. Hay que proponer cosas y lanzar ideas. La calle Regina es un buen ejemplo. Los comerciantes no piden, hacen cosas. La ciudad la creamos entre todos. No debemos dejar que la hagan sólo los políticos.

Publicado el 27 de enero de 2014 en El Mundo – Sevilla
La arquitectura, más que poner cosas, consiste en quitarlas
Nació en Ayamonte pero siempre ha vivido entre Huelva, Cádiz y Sevilla, aunque se define como habitante de la Baja Andalucía. Cree en el mestizaje. Le gustan los molinos y la fotografía, materia a la que dedicó una excelente tesis doctoral donde analiza las relaciones de la imagen con la arquitectura. Profesor de la Hispalense, comparte con Ramón Pico la dirección del estudio ACTA y  un premio FAD. Desde la calle Imagen trabajan para el mundo. Interior día.
PREGUNTA.- ¿Pensar es perder el tiempo?
RESPUESTA.- Al contrario, es ganarlo. Yo enseño dibujo, pero intento que mis alumnos aprendan a pensar. El dibujo expresa ideas y los arquitectos somos vendedores de ideas. No sólo hay que tenerlas, sino comunicarlas.
P.- Perdone la impertinencia. ¿Todos los arquitectos saben dibujar?
R.-Tienen carencias. Sobre todo, los alumnos. Con el ordenador el dibujo y la maqueta parece que sobran y que el lápiz ya no es moderno. No es así. Las escuelas de arquitectura europeas están llenas de maquetas. En Sevilla, salvo casos contados, no ocurre esto. La maqueta es la aproximación más real que existe a la arquitectura. Te permite controlar el espacio.
P.- ¿Qué virtudes tiene el lápiz?
R.-La inmediatez: con él capturas rápidamente una idea y te ayuda a definir la proporción, que es diferente a la escala. Los alumnos quieren que cada línea sea la definitiva, no una prueba. No les gusta dar pasos en balde.
P.-¿No tienen paciencia?
R.- Lo ven inútil. Pero en arquitectura, y en cualquier disciplina, lo que hay que hacer es probar y analizar hasta dar con la solución adecuada. Ellos quieren que lo que dibujan vaya a misa y eso sólo le pasa a los genios. Hay que probar y desechar. La arquitectura, más que poner cosas, consiste en quitarlas para quedarte con lo básico.
P.-¿Es un problema de educación?
R.- La educación consiste en decir no. Decir que sí es sencillo, pero no te hace aprender. Debemos educar para asumir el fracaso, que en la vida te llegará antes o después. La vida consiste en superar dificultades.
P.-Mucha gente piensa en la arquitectura como una factoría de imágenes, de iconos.
R.- Con intenet también se ha dejado ir a los sitios donde vas a construir, pero así nunca controlas la escala. Las imágenes engañan.
P.-¿La arquitectura ahora es virtual?
R.- La maqueta del Parasol que llevaron al MoMA evita reproducir el entorno de la Encarnación. No es casual. Vivimos una tiranía del render. La arquitectura es más de lo que una fotografía puede representar. Es espacio y luz. Y la luz cambia el espacio.
P.-¿Nuestra mirada sobre las cosas no está condicionada por nuestra cultura?
R.-Nuestra mirada siempre es cultural. No podemos reducir la arquitectura a imágenes. No se pueden contar tus ideas con imágenes prestadas. Imitar lo hemos hecho todos, pero se trata de captar las esencias, no las formas.
P.-¿Por qué en las revistas de arquitectura los edificios se fotografían sin gente?
R.-Un edificio es como un hijo: lo fotografías cuando nace; después pierdes el control.
P.-Si la arquitectura no es una imagen supongo que una ciudad no es una postal.
R.- La ciudad es un proceso histórico en el que cada cultura deja su huella. No es un objeto, que nunca cambia y al que sólo puedes hacerle fotos. La ciudad es una vivencia, no un parque temático.
P.-Parece que ese es el modelo de muchas ciudades, Sevilla entre ellas.
R.- El problema radica en que los tiempos de la política son diferentes a los tiempos de la ciudad. Para una ciudad cuatro años no son nada. La Catedral de Cádiz tardó 15 años en construirse y tuvo hasta cuatro arquitectos.
P.-¿Sevilla es intocable?
R.- Yo vivo cerca de la ronda. El Domingo de Ramos veo a la gente que viene al casco histórico con sus mejores galas esperando encontrárselo igual que un año antes, como si fuera un decorado para las cofradías.
P.-Esa mentalidad niega el propio concepto de ciudad.
R.- Borges decía que estamos condenados a ser contemporáneos. Ya no nos vestimos como en el siglo XVIII. Cuando se hacen cosas como el Parasol yo entiendo a los que dicen: así no. Yo también lo digo, pero eso no implica que las cosas no cambien. Hay que transformar con buena arquitectura.
P.-La arquitectura sevillana se basa en la sucesión, no en la pureza
R.-La arquitectura debe responder al lenguaje del momento. Es la historia la que nos enseña que siempre ocurre así, igual que demuestra que las transformaciones urbanas no son aceptadas por las generaciones que las viven, sino por las posteriores. No es nuevo: a Hernán Ruiz lo quisieron quemar. El tiempo es el único juez.
P.- De todas formas hay cambios que la gente sencillamente no quiere asumir.
R.- El hombre es un animal de costumbres y una de las más intensas es la memoria visual. Lo más difícil de reformar es la plaza mayor de un pueblo. Todo el mundo tiene su propia imagen en la retina.
P.- Pero estamos condenados al cambio.
R.- Josep Acebillo [que trabajó con Bohigas en Barcelona] dice que una ciudad es como una bicicleta. Puedes pedalear más rápido o más despacio, pero si no lo haces te caes. Una ciudad nunca está hecha, se hace día a día. Sevilla es la suma de un montón de cosas.
P.- Nuestra imagen turística se basa en lo mismo de siempre.
R.-¿Qué ofrece Sevilla que no ofreciera hace diez años? Quienes vinieron no tienen motivos para volver. Fíjate en los museos: hacen exposiciones temporales y reducen las permanentes para que la gente no deje de ir. Lo que no tiene lógica es que, si entendemos la ciudad como un museo, cosa que no es, no hagamos lo mismo.
P.-¿Por qué la arquitectura contemporánea no se valora en Sevilla?
R.-Emocionan otras cosas. La arquitectura contemporánea requiere predisposición. Los arquitectos tampoco hemos querido hacemos entender. Pensábamos que sólo nos podía comprender gente con formación.
P.-¿El problema no es que la implantación de la arquitectura contemporánea en Andalucía fue una decisión política?
R.-Somos una región pobre. No es bueno ni malo, sino nuestra realidad. Hemos actuado como si no lo fuéramos. Los maestros de obra sabían muy bien que, más que crecer, Sevilla debía transformarse. Era una comunidad sabia: conocía sus limitaciones.
P.- Ya no nos quedan demasiados sabios.
R.-En Sevilla lo que hace falta es viajar más. Viajar te ayuda a saber la justa medida de lo que tienes. Aprendes a valorarlo y te das cuenta que puede ser mucho mejor.
P.-¿Sevilla tiene remedio?
R.- No se puede ser un llorica y poner siempre la mano. Hay que proponer cosas y lanzar ideas. La calle Regina es un buen ejemplo. Los comerciantes no piden, hacen cosas. La ciudad la creamos entre todos. No debemos dejar que la hagan sólo los políticos.

- Entrevista a Javier López Rivera | Carlos Mármol -