¿Cabezonería? ¿Idealismo? ¿Avaricia? ¿Convicciones? Son varios los motivos que llevan a los propietarios a negarse a vender. Cuando esto ocurre, los nuevos edificios conviven con las resistentes huellas del pasado y convierten las ciudades en lecciones de historia. A veces, también de ética
Publicado en El País el 21 de noviembre de 2020
Aunque en el mundo actual cueste creer que no todo tenga un precio, hay propietarios que se niegan a vender cuando una empresa constructora intenta demoler su propiedad para construir un edificio mayor –bloque de viviendas u oficinas-. En China, esos reductos de resistencia se conocen como “casas clavo”. En inglés se llaman hold outs y en Nueva York y en Londres hay algunos muy famosos. Los reductos –como se llaman en castellano– siempre encierran una historia de profundas convicciones, obcecada cabezonería, estrategia económica o enorme idealismo. En Manhattan organizan tours para mostrarlos y explicar esas historias.
El 249 de West End Avenue de Manhattan es un caso de idealismo. La familia Cook lo compró de la familia Powell a principios del siglo XX. Ferdinand Huntting Cook era el director del New York College of Dentistry [Escuela de Odontología] y su mujer una licenciada en Columbia que fue nombrada Defensora del Departamento de Parques y Jardines por sus conocimientos de botánica.
Tenían cinco hijos y en enero de 1913 el señor Cook salió de casa para hacer unas compras y nunca regresó. Tom Miller cuenta en el blog Daytonian in Manhattan que le cayó una rama de un árbol y un mes después murió. Poco después, las casas vecinas se fueron vendiendo. Y la señora Cook organizaba bodas para poder pagar los estudios de sus hijos. Para 1924 los había enviado a todos a la universidad. También había organizado sus bodas en casa. Murió en 1932. Su casa ya era un anacronismo, un reducto entre dos grandes torres de apartamentos. Durante una década, la casa se convirtió en la galería de arte Uptown y llegó a exponer a Mark Rothko. Hoy la casa está dividida en apartamentos. Pero se mantiene firme, resistente, casi como un recuerdo de la señora Cook.
La historia de la señora Cook todavía se repite por medio mundo. La dibujante Julia Wertz dibujó unos cuantos en su maravilloso libro sobre la Manhattan desconocida Barrios, bloques y basura (Errata Naturae). Entre ellos, la autora conoció este insólito reducto en la Tercera Avenida, entre las calles 21 y 22.
Las casas clavo de China no son un asunto del pasado sino una resistencia muy actual. La mayoría de los propietarios que se resisten a vender lo hacen por cuestiones económicas y algunos han llegado a resistir en sus viviendas en medio de una nueva carretera. Los propietarios de dos casas en Taiyuan (Shanxi) se negaron a vender al precio que lo hicieron sus vecinos para construir una zona de oficinas. Y permanecen en el descampado en un reto digno de un buen thriller.
Lo mismo sucedió con esta casa autoconstruida en Nanning, al sur de China. Corría el año 2015 cuando los dueños se negaron a aceptar la indemnización por demolición que ofrecía la empresa constructora. La vivienda quedó clavada en medio del nuevo barrio residencial. Pero fue por poco tiempo. No hay una ruta de las casas clavo chinas. La mayoría de propietarios no resiste la presión inmobiliaria y terminan por ceder. Y vender. Desaparece así su casa, su inversión y una capa de historia de la ciudad.