Los técnicos debaten cómo las grandes urbes se adaptarán al post virus
Publicado en La Vanguardia el 24 de mayo de 2020
Todo empieza y acaba en las pequeñas cosas.
Así lo cree Camilo José Vergara, fotógrafo, documentalista de lo cotidiano, etnógrafo urbano y autor de varios libros y exposiciones.
Durante este periodo de confinamiento light en Nueva York (se permite salir a pasear), Vergara ha seguido haciendo lo de siempre. Colgarse su cámara y visitar otra vez esas esquinas que lleva décadas explorando para dejar constancia de su mutación.
“¿Por qué las flores son tan importantes estos días. Uno pensaría, siendo ésta una situación de emergencia, que la gente se va a preocupar en otras cuestiones y no de las flores, que están por todas partes”, reflexiona Vergara después de unas semanas de hacer camino por Harlem, el Bronx, Queens o Brooklyn.
“Lo que capta mi curiosidad es lo que está pasando, los detalles, que los junto y observo en que dirección va esto. Quiero documentar la adaptación”, subraya.
Lo que capta mi curiosidad es lo que está pasando, los detalles, que los junto y observo en que dirección va esto. Quiero documentar la adaptación” | CAMILO JOSÉ VERGARA, FOTÓGRAFO
Ha visto la evolución del ecosistema en el paréntesis ciudadano. Cómo los trabajadores sanitarios se hicieron sus propios uniformes para protegerse; cómo los establecimientos se han fortificado con mamparas de plástico; cómo los vendedores de fruta en la calle han ampliado sus stocks con mascarillas, guantes y desinfectante para manos; o como muchos de sus vecinos del Upper West Side han desaparecido. “En el edificio de enfrente, uno muy alto, casi no hay luces por la noche y da la sensación de una imagen de fin del mundo”, constata.
“El futuro no me importa. Lo que me atrae es el conjunto de circunstancias. Se está inventando una manera de vivir”, aclara.
A pie de acera, Vergara reflexiona sobre un asunto que la distancia social pone a debate. Su cámara certifica que el coronavirus ha transformado la existencia urbana, aunque sea de manera temporal. La ciudad, en general, ha sido el epicentro del contagio y ahora, con la progresiva vuelta a la normalidad, afronta su destino en la era post pandemia.
La ciudad no ha muerto
No es una defunción” dicen los urbanistas, pero predomina la idea de diversificar
Hay quien se pregunta, incluso, si esta crisis supone la muerte de la ciudad densificada. “No es su defunción. La ciudades cambiarán como han cambiado a lo largo de la historia”, sostiene Bruce Katz, director y fundador de Nowak Metro Finance Lab en la Universidad de Drexel.
“Lo que se requiere es un nuevo modelo de negocios y de instrumentos financieros para el tipo de instituciones que reclama la ciudad”, matiza. “La respuesta que demos tendrá un enorme efecto en cómo serán las ciudades en el futuro”, dice. Su teoría se centra en que aminorar la cercanía humana ha de conducir a unos usos mixtos –las ciudades más vulnerables son las que dependen de una industria– que determinarán qué negocios sobreviven y cuales prosperan.
“Muchos no sobrevivirán. Si queremos reclamar la ciudad, se ha de pensar en formar distritos de negocios y corredores comerciales que reemplacen a los establecimientos que no regresarán”.
Su propuesta consiste en utilizar lo que denomina “generadores para el Main Street” (calle principal), con apoyo económico del gobierno federal, de cara a facilitar servicios compartidos que abaraten costes y permitan, de una forma rápida, ocupar los escaparates vacíos y potenciar los sectores económicos que compensen la pérdida de otros.
“Las ciudades son complejas. Tienen capas y hemos de hacer de arqueólogos para entender esos diferentes estratos. Disponemos de grandes espacios pero me fijo más en lo granular. Trato cada vez más de concentrarme en las secuelas de esta crisis a partir de lo que es realmente la ciudad íntima, de vecindario, con diferentes usos y actividades que faciliten la recuperación psicológica y económica”, reitera Katz.
Joel Kotkin, de la Chapman University y director del Urban Reform Institute, tercia que la gente ya marchaba de las metrópolis –la Gran Manzana, Los Angeles, Chicago– antes del coronavirus. “En los medios no se explicaba porque no quieren oír hablar de esto. Puede ser conflictivo para las publicidad inmobiliaria”, asegura. Pero recuerda que las ciudades ya se asearon y perdieron población a primeros del siglo XX por el efecto de la gripe. “Manhattan se despobló, de 2,5 millones pasó a 1,5 millones. Esto sucedió en las principales ciudades, en Londres, en París. Los centros de esas urbes perdieron valor residencial porque tenían más habitantes y más posibilidades de contagio”, recalca.
Periferia o más de lo mismo
Si unos creen que habrá un gran cambio, otros replican que “el sol volverá a salir”
“No es que las ciudades no hayan cambiado, sino que nos hemos hecho incondicionales de un modelo de ciudad, en particular Nueva York, que es muy vulnerable a las pandemias”. Esto lo achaca a una clase de urbanistas, a los que tilda de “fundamentalistas”, que “son adictos a la idea de densidad, contra más densidad y más transporte, mejor. Esa es una tarea de bobos y hay que replantearse el desarrollo”.
Sugiere que esta es la ocasión para estimular el crecimiento en la periferia y descentralizar las metrópolis. La tecnología permite el trabajo en casa e impulsa una proximidad de desplazamientos más propicia a la bicicleta que al metro. ¿Efecto? La vivienda sería más asequible, precisa.
Esta receta se aproxima al planteamiento de Nan Ellin, decana de Arquitectura y Planificación de la Universidad de Colorado. En su ciudad, en Denver, está realizando un proyecto para ocupar calles y desplegar zonas públicas con un importante peso de bares y restaurantes. “No queremos perder nuestro terreno público, sino que sea seguro”, indica. Si París estableció un moderno sistema de alcantarillas tras la epidemia de cólera y construyó las grandes avenidas, Ellin deduce que esa diversificación en ciudades de densidad media o baja resulta asumible mediante la innovación del teletrabajo.
“Después de una catástrofe, es previsible que el sol volverá a salir”, apostilla Thomas J. Campanella, profesor de planificación urbana en la Cornell University de Nueva York. “Las ciudades son una de las entidades más resistentes que ha forjado el hombre. En el periodo moderno, no hay ninguna gran ciudad que no haya vuelto”, afirma.
“Las ciudades nos son inmutables a estas catástrofes ¿Nos da una oportunidad para corregir la desigualdad. Sí, ¿Cómo se puede hacer? No lo sé”, se cuestiona.
Para Campanella, la ciudad hoy es un enfermo en recuperación, que va con su bolsa de fluidos y empieza a caminar poco a poco.
“A corto plazo –pronostica– no habrá normalidad, pero con el tiempo llegaremos al 95% de antes”. Y prevé que mucha gente correrá por regresar a la oficina: “Somos criaturas sociales”.
Las ciudades nos son inmutables a estas catástrofes ¿Nos da una oportunidad para corregir la desigualdad. Sí, ¿Cómo se puede hacer? No lo sé”
THOMAS J. CAMPANELLA, PROFESOR DE PLANIFICACIÓN URBANA EN LA CORNELL UNIVERSITY DE NUEVA YORK