La previsión del sector es que una de cada diez viviendas se construyan con el nuevo sistema dentro de seis años, el porcentaje ahora no llega al 1%
Publicado en La Vanguardia el 3 de noviembre de 2024 | David Guerrero | Foto: ‘Un bloque de pisos recién construido en la calle Pallars’ Mané Espinosa
Los dos bloques de pisos, una vez acabados y vistos uno al lado del otro, no presentan grandes diferencias más allá de los acabados estéticos. Su construcción, en cambio, fue radicalmente distinta. Mientras el primero se levantó a base de hormigón siguiendo los mismos procedimientos de las últimas décadas, en el segundo se ensamblaron como si fuesen piezas de un puzle los distintos paneles y módulos fabricados previamente a unos cuantos kilómetros de la obra.
Esta innovadora manera de construir se ha quitado la etiqueta de experimental con la que ha cargado durante los últimos años y se empieza a convertir ya en una solución llamada a generalizarse en las ciudades inteligentes. La necesidad acuciante de construir más vivienda pública para dar respuesta a las necesidades habitacionales de la sociedad española se ha convertido en el trampolín definitivo de la construcción industrializada.
El sistema modular con distintos materiales se usa para hospitales, oficinas y hoteles
Sirva como ejemplo la última promoción de vivienda pública entregada por el Ayuntamiento de Barcelona, en la calle Pallars. Se trata de un edificio de siete plantas y 42 viviendas de alquiler social con una estructura construida íntegramente a partir de 1.103 piezas de madera contralaminada entre forjados, muros, dentellones, vigas y peldaños. El hormigón solo se utilizó en los pilares de la planta baja, a partir de los cuales se sostienen el resto de elementos hechos a partir de madera de abeto rojo de bosques explotados de forma sostenible.
La obra, que de haber seguido el método constructivo habitual hubiese tardado unos dos años, ha permitido entregar las llaves tras unos trabajos de alrededor de año y medio. “Es la mejor manera de construir en poco tiempo, se pueden llegar a reducir los plazos de construcción hasta un 40%”, asegura Francisco Diéguez, director general del Instituto de Tecnología de la Construcción (ITEC). Uno de los motivos que explica ese ahorro de tiempo es la posibilidad de trabajar en cadena e ir avanzando por fases con distintas partes de la vivienda a la vez, como si se tratase de una línea de producción automovilística. Nada que ver con la obra in situ, donde no se puede empezar a construir la segunda planta hasta que no tienes hecha la primera.
La previsión del sector es que una de cada diez viviendas se construya con el nuevo sistema dentro de seis años, el porcentaje ahora no llega al 1%
El ahorro de tiempo es a día de hoy la mayor virtud de este método. Aún no representa ahorros económicos respecto al sistema tradicional, aunque las proyecciones del sector apuntan que cuando haya más demanda y masa crítica se irán reduciendo los costes. Será entonces, en un futuro que no creen tan lejano, cuando entrará la robotización y se dará pie a una mayor evolución tecnológica de un proceso que sigue siendo muy manual pese a haberse industrializado.
La apuesta por este sistema de trabajo también ayuda a sortear la escasez de mano de obra especializada que sufre el sector de la construcción. “Permite atraer a trabajadores que no quieren ir a la obra por las duras condiciones en las que se trabaja, pero que sí están interesados en hacerlo desde un taller de montaje”, asegura Diéguez.
Balcones añadidos para una rehabilitación más eficiente
De lejos parecen el piso muestra de alguna nueva promoción de viviendas de alto standing, pero en realidad son tres prototipos de construcción industrializada pensados para rehabilitar viejos edificios de los barrios del Besòs. Se trata de las soluciones ganadoras de un reto de innovación urbana lanzado por el Ayuntamiento de Barcelona de la mano de la fundación Bit Hàbitat enmarcado en el programa de regeneración urbana de esta zona. Mediante la creación de unos módulos industrializados pensados para acoplarse a las fachadas existentes, se pretende hacer un lavado de cara de estas viviendas, aumentar su confort al dotarlas de unos preciados metros cuadrados más y mejorar la eficiencia y el ahorro energético. Este último es un aspecto fundamental ya que las construcciones originales levantadas hace varias décadas se hicieron con materiales de mala calidad que disparan la factura eléctrica tanto en invierno como en el cada vez más insoportable verano en la ciudad.
Además de la mejora directa de un nuevo espacio para los vecinos –en unos casos pensado para las viviendas directamente, otros como espacios comunitarios–, incorporan también placas fotovoltaicas e indicadores de consumo. De este modo, los vecinos tendrán un control a partir del conjunto de sensores instalados, que también analiza ahora todos los parámetros para sacar las correspondientes conclusiones e ir adaptando el sistema a las necesidades de cada momento.
La Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), estudios de arquitectura, centros de investigación de materiales y empresas del sector de la construcción se han implicado en este proyecto que se inspira en una acción similar llevada a cabo en Francia. Los tres prototipos erigidos temporalmente en un solar, se mejorarán y se instalarán luego en unas viviendas a modo de prueba piloto para darle un uso real. La intención de los responsables del proyecto es que, si se cumplen las expectativas, el modelo sea replicable en otros puntos del área metropolitana de Barcelona.
Perfiles más calificados como los especialistas en cálculos estructurales también se incorporan a los talleres en los que se diseñan bajo techo todas las piezas que luego se montan en la obra. Un efecto colateral del auge de este tipo de construcción es la inclusión de la mujer en un sector tradicionalmente ocupado por hombres en su totalidad. Un referente en el sector en este sentido es la empresa PMP, una de las pioneras del sector con más de 15 años de experiencia, dirigida por Montse Pujol y con mayoría femenina en uno de sus centros de trabajo en Lleida. Otro aspecto beneficioso de la construcción industrializada es su menor impacto ambiental. “El hormigón genera siete veces más CO2que la madera y el consumo de agua y la generación de residuos disminuye casi por completo”, destaca Xavier Llopis, director de espacios urbanos de Sorigué, grupo al que pertenece la empresa constructora del bloque de pisos de vivienda social de la calle Pallars.
El plazo de entrega de las obras se puede reducir hasta un 40% del tiempo con el uso del método modular
“La madera no tiene ninguna limitación técnica, el principal problema es formativo, apenas se habla de ello en algunos másteres especializados”, lamenta Irene Jimeno, arquitecta y fundadora de la plataforma digital especializada Toca Madera. Para demostrar que la casa de madera no va a salir volando como en el cuento de los tres cerditos ni se va a incendiar fácilmente, Jimeno se dedica a divulgar las posibilidades de un material que “no es la panacea, pero tiene que ser el futuro”. En parte ya es presente, como demuestra un mapa que ha recopilado en el que ya hay más de mil proyectos hechos con madera alrededor del mundo. Los puntos en el mapa van desde los arcos y bóvedas de madera del mercado de Santa Caterina, de Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, hace ya unos cuantos años, al reciente edificio de oficinas T3 en el 22@, firmado por Batlleiroig, pasando por edificios de viviendas como el de la Borda en el distrito de Sants.
Las empresas locales comparten apuesta por esta tendencia al alza junto a las divisiones de grandes compañías multinacionales como Siemens o Samsung, el gigante coreano que pese a ser conocido por sus productos electrónicos también tiene una filial dedicada a la construcción. Su sistema modular ya ha alumbrado viviendas, hoteles y oficinas en Corea, los países árabes y los países nórdicos. Las condiciones climáticas extremas –por calor en unos lugares y frío en otros– se evitan así con el proceso de fabricación modular bajo techo, lo que también facilita el cumplimiento de los plazos y solo deja a merced del tiempo la parte que se realiza in situ.
Los materiales empleados por las grandes corporaciones van mucho más allá de la madera. Se utilizan componentes tradicionales como el hormigón pero ya prefabricado, así como otros procesos más disruptivos. Fue el caso de los contenedores marítimos empleados para construir viviendas de emergencia social, primero en el Raval y luego en la plaza de las Glòries.
La experiencia completamente innovadora resultó satisfactoria a nivel habitacional, pero dificilmente se repetirá debido a las limitaciones de altura y tamaño marcadas por los propios contenedores, que también tiene una vida útil más corta. Sin tantos condicionantes, la rápida evolución del sistema de construcción modular prefabricado invita a apostar más por la unión y encaje de piezas en la obra.
El dióxido de carbono emitido al optar por la madera es hasta un 70% menor que con el hormigón
Sea con unos materiales u otros, todos ellos cumplen con los estándares de eficiencia energética que se requieren a una vivienda de nueva construcción. En algunos casos, incluso los mejoran y dan pie a viviendas pasivas donde el consumo de energía es mínimo. Y cuando se debe recurrir a ella, el sector intenta aportar soluciones que utilizan la energía solar o por sistemas de aerotermia.
La vivienda es la necesidad más urgente y es hacia donde se dirige el sector. El objetivo marcado es alcanzar un ambicioso 10% del total de la obra nueva en España, un crecimiento exponencial teniendo en cuenta que todavía es algo casi anecdótico en el ámbito residencial. No tanto en otros campos. La construcción modular se ha aplicado durante los últimos años a otro tipo de edificios. El ejemplo más visible fueron los pabellones de hospitales que se construyeron durante la pandemia. En pocos meses se alzaron cinco edificios junto a centros sanitarios como el de Bellvitge con estructuras prefabricadas de hormigón. En otros lugares del mundo se utiliza mucho para oficinas y hoteles porque las empresas disponen de unos elementos básicos y, a partir de ellos, van haciendo una configuración a medida del cliente.
Al mismo tiempo, empiezan a aparecer empresas emergentes relacionadas con soluciones concretas para todo este tipo de necesidades y la omnipresente inteligencia artificial también hace acto de presencia. Los algoritmos entrenados a partir de los usos y costumbres de los habitantes de una vivienda se combinan con las posibilidades de la ya menos novedosa domótica para hacer que la vivienda reciba a sus habitantes con la temperatura que más les gusta en cada momento o la combinación más idónea para el ahorro energético. Para ello también sirven los gemelos digitales, otra de las cuestiones más en boga. En este caso se aplica durante el proceso de construcción, con la recreación exacta de todos y cada uno de los detalles para planificar al milímetro el montaje, y luego para poder afrontar con todas las garantías y más conocimiento el posterior mantenimiento.