El fundador y director del estudio de arquitectura Baas subraya el cambio de usos de los edificios durante su vida útil y aboga por repensar la disciplina desde una sostenibilidad abierta a la polivalencia de los espacios públicos
Publicado en DiarioDesign el 31 de enero de 2024
El Premio Ciudad de Barcelona en 2010 o el puesto de finalista del premio Mies van der Rohe 2019 son dos de los reconocimientos que acompañan la trayectoria de Jordi Badia. El arquitecto barcelonés fundó en 1993 el estudio de arquitectura Baas, tras el que se esconden proyectos como el distrito Vall d’Hebron o las oficinas para el Disseny Hub Barcelona. El arquitecto reflexiona sobre la importancia de potenciar edificios con más de un uso para favorecer una sostenibilidad que ayude a generar un impacto positivo sobre la sociedad.
Pregunta: ¿Su arquitectura siempre se ha orientado hacia el servicio público?
Respuesta: He trabajado en diferentes estudios de arquitectura durante mi trayectoria, entre los que destaca la asociación con Tonet Sunyer. Sin embargo, en 1993 me decidí a poner en marcha una estructura bajo el nombre de Baas. Si al principio me dedicaba a construir viviendas y diseño de interiores, desde que fundé Baas he buscado trabajar con obras públicas, con equipamiento público. Me interesaba por dos motivos: porque puedes trabajar con dimensiones mucho más grandes y por los usos que permite desarrollar. Es una arquitectura que me motiva porque está más orientada al servicio público.
P.: ¿La funcionalidad de la arquitectura para favorecer este diálogo social sigue estando patente hoy en día?
R.: No, ya no lo es. La funcionalidad ha dejado de ser un eje fundamental: ya no estructura la propuesta porque los usos son cambiantes. Es decir, la mayoría de los edificios cambian de uso a lo largo de su vida útil. Por ejemplo, pienso en la Pedrera: si bien fue diseñada como un edificio de viviendas, ahora se ha convertido en un museo, y debe funcionar igual. La durabilidad de un edificio es mucho más larga que la de sus programas. El edificio, en primer lugar, debe tener sentido por sí mismo respecto a su contexto, sobre cómo se inserta dentro de una ciudad o un paisaje. Y después, la arquitectura construida debe ser polivalente, que pueda adaptarse a los cambios de uso que cada vez son más rápidos.
P.: ¿Esta polivalencia es la herramienta que tiene la arquitectura para generar un impacto positivo en la sociedad?
R.: Actualmente, existe un tema que todos debemos tener en cuenta, y es el de la sostenibilidad: la mejor sostenibilidad es aquella que hace que un edificio tenga una durabilidad muy larga. Deberíamos partir de la base de que un edificio debe durar siglos. Es importante que cuando se diseñe, se haga de una manera que piense en este futuro cambiante, que tenga en cuenta la polivalencia que vendrá. Es decir, que el edificio no se desmonte cuando cambien sus usos.
P.: ¿Existe una continuidad entre las escuelas de arquitectura y el mundo profesional que abogue por este futuro cambiante?
R.: Ahora es más complicado montar un despacho y desarrollar tu propio negocio. Pero sí que es verdad que las escuelas de arquitectura siguen formando muy bien: son escuelas politécnicas, y no hay muchos países del mundo en los que estos centros tengan un nivel de profesionalidad tan alto como el que hay en España.
P.: ¿Cataluña ejemplifica esta realidad arquitectónica?
R.: En referencia al contexto, esta manera de trabajar en la que se analiza el lugar en el que se emplazará el edificio, que tiene en cuenta cómo es su entorno y qué características tiene a escala material o formal es, sin duda, propia del territorio. En segundo lugar, otro rasgo que caracteriza a la arquitectura catalana es que la forma de los edificios está muy relacionada con la manera en que están construidos. Es decir, la decisión sobre qué estructura escoger y con qué material construir es la que acaba marcando, de alguna manera, la forma de esta arquitectura.
P.: ¿Cómo valora la transformación de Barcelona por querer sumar espacio público?
R.: La mayoría de las ciudades europeas se están transformando en espacio más amables para el ciudadano. Las ciudades cada vez tienen más gente: existe una alta densidad como consecuencia de la globalización y de la reducción de los costes de viajes. Las ciudades europeas se están adaptando para que el ciudadano de a pie tenga un mayor peso. La situación de Barcelona es la misma que en el resto de Europa: es una transformación global. En esta dirección, la peatonalización de algunas calles del Eixample sigue esta línea y es el camino que debe seguir.
P.: ¿La arquitectura puede ser entendida como arma social?
R.: Es una disciplina que está al servicio del ciudadano y, por lo tanto, es un arma social poderosísima. La arquitectura busca crear escenarios para la vida que sean más cómodos y confortables, tanto si hablamos del ámbito doméstico, laboral, comercial o de equipamiento público. Siempre se busca esa comodidad. Desde este punto de vista, sí que es una herramienta muy importante de transformación social.