Publicat el dimecres, 14 de maig del 2014, a La Vanguardia
Actualmente, distintas consellerías de la Generalitat y la Alcaldía de Barcelona estan discutiendo la posibilidad de crear un museo de la arquitectura de Catalunya. Publicado el miércoles, 14 de mayo del 2014, en La Vanguardia
Actualmente, distintas consellerías de la Generalitat y la Alcaldía de Barcelona estan discutiendo la posibilidad de crear un museo de la arquitectura de Catalunya.
Paul Goldberger es poco conocido en Europa pero en Estados Unidos ha sido la voz más influyente de la crítica arquitectónica de los últimos años, primero en The New York Times y después en The New Yorker. Estos dos medios, no especializados en arquitectura, han acogido los conceptos claros y el lenguaje transparente en el que se expresa Goldberger.
Me gustaría reproducir algunas frases suyas, como introducción adecuada para hablar del Museo de la Arquitectura: “La arquitectura empieza a importar cuando hace algo más que protegernos de los elementos, cuando empieza a decir algo sobre el mundo… podríamos decir que la arquitectura es lo que sucede cuando la gente construye, con la conciencia de estar haciendo alguna cosa que, al menos, va un poco más allá de lo práctico… Proyectar un edificio escolar es, en parte, estudiar Educación, proyectar hospitales es también estudiar Medicina. El vínculo entre la arquitectura y las cosas que contiene hace de esta algo diferente de cualquier otra. Ninguna otra cosa, podríamos decir, trata de todas las cosas…”. (Paul Goldberger, Por qué importa la arquitectura, Ivory Press).
Que un reputado crítico hable así de la arquitectura me da confianza para adentrarme en un tema tan interesante, pero quizás resbaladizo, como el del futuro Museo de la Arquitectura. Qué suerte que entre los rumores institucionales que corren parece que hay acuerdo en que para este futuro museo no se empiece construyendo o rehabilitando un edificio ad hoc sino que, previamente, se piense su contenido museológico. Este contenido, aunque por descontado se basará en la potente colección documental que constituirá el activo patrimonial de la institución, tiene como objetivo desarrollar de forma abierta el relato pasado y futuro de la arquitectura como hecho cultural y social de interés público, emplazándolo en el escenario, histórico y contemporáneo, de la ciudad.
Será pues, un museo (o centro de investigación) en el que, mediante la arquitectura, se leerá, interpretará y proyectará la ciudad en un sentido proactivo y crítico: la ciudad por excelencia, Barcelona, y la ciudad- territorio, Catalunya, también denominada constelación de ciudades. Según cómo se mire, la propia ciudad es el museo, vivoy palpitante, lo cual asegura aquella definición de Baudelaire del “museo como cuerno de la abundancia”.
Barcelona, con un peso específico definitivo en el futuro museo, tiene una cualidad especial: la relación estrecha entre la arquitectura, los edificios y la forma estructural, urbana de la ciudad. Me gustaría ejemplarizar en tres etapas históricas de Barcelona la trascendencia de la huella arquitectónica sobre la definición del tejido urbano.
No es hasta el gótico civil de los siglos XIV y XV, sobre el trazado romano, cuando se fijan los primeros rasgos del carácter de la ciudad: el Tinell y la capilla de Santa Àgata definiendo la plaza del Rei y el Palau de la Generalitat anunciando la futura plaza Sant Jaume con la fachada de Marc Safont. La mejor iglesia gótica, Santa Maria del Mar, dibuja el eje del Bornyel perpendicular de Argenteria; los palacios de los Montcada permiten trazar la calle articuladora del extremo de Levante. Al otro lado, el Hospital de la Santa Creu, con su estructura de patios, prefigura la forma de desarrollar el Raval, y en los extremos sur y norte, las Drassanes y el Monasterio de Pedralbes continúan la lección con sus funciones laicas o religiosas. ¡Qué ciudad no se sentiría orgullosa de poseer estos siete monumentos, verdaderos huesos de la ciudad!
La ciudad nueva, el Eixample de Cerdà, tendrá en la arquitectura modernista la definición de su identidad. No puedo dejar de citar la manzana de la discordia con la escenificación de los tres grandes arquitectos y de los mismos, la Pedrera, la casa de las Punxes y la casa Fuster, como elementos fundamentales para imponer el tono en la ciudad moderna. Incluso el modernismo llega a construir ciudades dentro de la ciudad: elHospital de Sant Pau o la Escuela Industrial. En el perímetro de la ciudad el modernismo construye puntos de sutura tan importantes como el Café-Restaurant y el Umbracle en el recinto del 88, la fábrica Casarramona en poniente y la Casa Vicens, la extraordinaria obra primigenia de Gaudí, en el norte, mientras en el interior del centro urbano, hace detonar dos bombas con una fantástica carga simbólica: el Palau de la Música y el Palau Güell. En este caso, una docena de piezas urbanas que pocas ciudades europeas pueden exhibir.
El día que el gobierno alemán encargó a Mies van der Rohe su pabellón para la Exposición de 1929, la arquitectura contemporánea irrumpe en la Barcelona de los palacios academicistas de Montjuïc y contamina la ciudad que cinco años más tarde será irradiada con esta arquitectura: el Plan Macià se define con las obras del Gatcpac un punto de no retorno, aplazado por la Guerra Civil, pero continuado con las obras de los 50, las de los Coderch, Sostres, MBM y el resto del Grupo R. Creo que en esta tradición se reconocen los arquitectos que hicieron posible la reforma urbana de los Juegos Olímpicos, la de “revitalizar el centro; monumentalizar la periferia” según la afortunada frase de Oriol Bohigas.
Esta tradición arquitectónica contemporánea registra dos hechos fundamentales y complementarios, relacionados con la intenciónde este artículo y que, a mi entender, constituyen la semilla del futuro museu: el año 1968, Manuel de Solà-Morales funda el Laboratorio de Urbanismo de Barcelona, sentando la teoría de la interdependencia entre arquitectura y ciudad, mediante el proyecto urbano.
Unos meses después, en 1969, se crea el Archivo Histórico del Colegio de Arquitectos que, en varios emplazamientos físicos, ha atesorado los legados de los arquitectos que desde finales del XVIII hasta la actualidad han construido la ciudad. Desde los escritosy proyectos dibujados de Elies Rogent, Domènech y Montaner y Jujol, hasta la documentación profesional de Sostres, Bohigas y Manuel Solá-Morales, el Archivo-Biblioteca del Colegio se ha convertido en el alma máter de la arquitectura catalana.
Volvamos al principio: ante la crisis económica que ha socavado la tarea profesional de nuestro Colegio, los arquitectos tenemos esas dos anclas: el Archivo-Biblioteca del COAC y la estructura académica de la Escuela. Ambas son fundamentales ara construir el proyecto del nuevo Museo de la Arquitectura: si lo tiene que formular alguien, deben ser los historiadores y críticos arquitectos, operativos con sus libros y en la prensa diaria, autores de exposiciones, libros, guías y conferencias, basados en la incansable investigación centrada en la relación entre urbanismo y arquitectura, trabajada en base a los Archivos municipales y a la joya del Atlas de Barcelona de 1972.
Es lógico que las instituciones, sus políticos y gerentes debatan y negocien sobre el museo, pero es bueno que tengan confianza en los verdaderos depositarios del contenido del mismo, creando comisiones de estudio (en las que convivirán arquitectos, ingenieros, geógrafos, sociólogos, ecólogos, economistas que tengan que ver con la arquitectura de la ciudad cambiante) que sembrarán la semilla del futuro Museo de la Arquitectura.
Paul Goldberger es poco conocido en Europa pero en Estados Unidos ha sido la voz más influyente de la crítica arquitectónica de los últimos años, primero en The New York Times y después en The New Yorker. Estos dos medios, no especializados en arquitectura, han acogido los conceptos claros y el lenguaje transparente en el que se expresa Goldberger.
Me gustaría reproducir algunas frases suyas, como introducción adecuada para hablar del Museo de la Arquitectura: “La arquitectura empieza a importar cuando hace algo más que protegernos de los elementos, cuando empieza a decir algo sobre el mundo… podríamos decir que la arquitectura es lo que sucede cuando la gente construye, con la conciencia de estar haciendo alguna cosa que, al menos, va un poco más allá de lo práctico… Proyectar un edificio escolar es, en parte, estudiar Educación, proyectar hospitales es también estudiar Medicina. El vínculo entre la arquitectura y las cosas que contiene hace de esta algo diferente de cualquier otra. Ninguna otra cosa, podríamos decir, trata de todas las cosas…”. (Paul Goldberger, Por qué importa la arquitectura, Ivory Press).
Que un reputado crítico hable así de la arquitectura me da confianza para adentrarme en un tema tan interesante, pero quizás resbaladizo, como el del futuro Museo de la Arquitectura. Qué suerte que entre los rumores institucionales que corren parece que hay acuerdo en que para este futuro museo no se empiece construyendo o rehabilitando un edificio ad hoc sino que, previamente, se piense su contenido museológico. Este contenido, aunque por descontado se basará en la potente colección documental que constituirá el activo patrimonial de la institución, tiene como objetivo desarrollar de forma abierta el relato pasado y futuro de la arquitectura como hecho cultural y social de interés público, emplazándolo en el escenario, histórico y contemporáneo, de la ciudad.
Será pues, un museo (o centro de investigación) en el que, mediante la arquitectura, se leerá, interpretará y proyectará la ciudad en un sentido proactivo y crítico: la ciudad por excelencia, Barcelona, y la ciudad- territorio, Catalunya, también denominada constelación de ciudades. Según cómo se mire, la propia ciudad es el museo, vivoy palpitante, lo cual asegura aquella definición de Baudelaire del “museo como cuerno de la abundancia”.
Barcelona, con un peso específico definitivo en el futuro museo, tiene una cualidad especial: la relación estrecha entre la arquitectura, los edificios y la forma estructural, urbana de la ciudad. Me gustaría ejemplarizar en tres etapas históricas de Barcelona la trascendencia de la huella arquitectónica sobre la definición del tejido urbano.
No es hasta el gótico civil de los siglos XIV y XV, sobre el trazado romano, cuando se fijan los primeros rasgos del carácter de la ciudad: el Tinell y la capilla de Santa Àgata definiendo la plaza del Rei y el Palau de la Generalitat anunciando la futura plaza Sant Jaume con la fachada de Marc Safont. La mejor iglesia gótica, Santa Maria del Mar, dibuja el eje del Bornyel perpendicular de Argenteria; los palacios de los Montcada permiten trazar la calle articuladora del extremo de Levante. Al otro lado, el Hospital de la Santa Creu, con su estructura de patios, prefigura la forma de desarrollar el Raval, y en los extremos sur y norte, las Drassanes y el Monasterio de Pedralbes continúan la lección con sus funciones laicas o religiosas. ¡Qué ciudad no se sentiría orgullosa de poseer estos siete monumentos, verdaderos huesos de la ciudad!
La ciudad nueva, el Eixample de Cerdà, tendrá en la arquitectura modernista la definición de su identidad. No puedo dejar de citar la manzana de la discordia con la escenificación de los tres grandes arquitectos y de los mismos, la Pedrera, la casa de las Punxes y la casa Fuster, como elementos fundamentales para imponer el tono en la ciudad moderna. Incluso el modernismo llega a construir ciudades dentro de la ciudad: elHospital de Sant Pau o la Escuela Industrial. En el perímetro de la ciudad el modernismo construye puntos de sutura tan importantes como el Café-Restaurant y el Umbracle en el recinto del 88, la fábrica Casarramona en poniente y la Casa Vicens, la extraordinaria obra primigenia de Gaudí, en el norte, mientras en el interior del centro urbano, hace detonar dos bombas con una fantástica carga simbólica: el Palau de la Música y el Palau Güell. En este caso, una docena de piezas urbanas que pocas ciudades europeas pueden exhibir.
El día que el gobierno alemán encargó a Mies van der Rohe su pabellón para la Exposición de 1929, la arquitectura contemporánea irrumpe en la Barcelona de los palacios academicistas de Montjuïc y contamina la ciudad que cinco años más tarde será irradiada con esta arquitectura: el Plan Macià se define con las obras del Gatcpac un punto de no retorno, aplazado por la Guerra Civil, pero continuado con las obras de los 50, las de los Coderch, Sostres, MBM y el resto del Grupo R. Creo que en esta tradición se reconocen los arquitectos que hicieron posible la reforma urbana de los Juegos Olímpicos, la de “revitalizar el centro; monumentalizar la periferia” según la afortunada frase de Oriol Bohigas.
Esta tradición arquitectónica contemporánea registra dos hechos fundamentales y complementarios, relacionados con la intenciónde este artículo y que, a mi entender, constituyen la semilla del futuro museu: el año 1968, Manuel de Solà-Morales funda el Laboratorio de Urbanismo de Barcelona, sentando la teoría de la interdependencia entre arquitectura y ciudad, mediante el proyecto urbano.
Unos meses después, en 1969, se crea el Archivo Histórico del Colegio de Arquitectos que, en varios emplazamientos físicos, ha atesorado los legados de los arquitectos que desde finales del XVIII hasta la actualidad han construido la ciudad. Desde los escritosy proyectos dibujados de Elies Rogent, Domènech y Montaner y Jujol, hasta la documentación profesional de Sostres, Bohigas y Manuel Solá-Morales, el Archivo-Biblioteca del Colegio se ha convertido en el alma máter de la arquitectura catalana.
Volvamos al principio: ante la crisis económica que ha socavado la tarea profesional de nuestro Colegio, los arquitectos tenemos esas dos anclas: el Archivo-Biblioteca del COAC y la estructura académica de la Escuela. Ambas son fundamentales ara construir el proyecto del nuevo Museo de la Arquitectura: si lo tiene que formular alguien, deben ser los historiadores y críticos arquitectos, operativos con sus libros y en la prensa diaria, autores de exposiciones, libros, guías y conferencias, basados en la incansable investigación centrada en la relación entre urbanismo y arquitectura, trabajada en base a los Archivos municipales y a la joya del Atlas de Barcelona de 1972.
Es lógico que las instituciones, sus políticos y gerentes debatan y negocien sobre el museo, pero es bueno que tengan confianza en los verdaderos depositarios del contenido del mismo, creando comisiones de estudio (en las que convivirán arquitectos, ingenieros, geógrafos, sociólogos, ecólogos, economistas que tengan que ver con la arquitectura de la ciudad cambiante) que sembrarán la semilla del futuro Museo de la Arquitectura.