La Escola Industrial conserva una gran sala hipóstila con decenas de cúpulas y columnas que es uno de los escasos trabajos del arquitecto en Catalunya, que triunfó en EE.UU. con su sistema evolucionado de la ‘volta’ catalana
Publicado en La Vanguarda el 27 de septiembre de 2020 | Xavi Casinos
Rafael Guastavino fue un arquitecto valenciano que triunfó en Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX gracias a su perfeccionamiento de las cúpulas tabicadas, un sistema de construcción popularmente conocido como volta catalana. Pero previamente experimentó este método en Barcelona. La antigua Escola Industrial conserva una impresionante sala hipóstila subterránea con decenas de este tipo de bóvedas sostenidas por columnas de hierro donde se ubicaron los telares de la fábrica Can Batlló.
Tras unos años de aprendizaje en Valencia, Guastavino se trasladó a Barcelona. Por sorpresa pero también gracias a los contactos de su tío, en 1868, con tan solo 26 años, ganó el concurso para la construcción de la fábrica Can Batlló. Pese a su juventud, demostró un gran talento a la hora de hallar soluciones constructivas rápidas y eficaces.
Uno de los elementos emblemáticos de la fábrica es la citada sala hipóstila. Se trata de un espacio de 79 por 100 metros. La combinación de bóvedas con columnas de hierro supuso una gran innovación de la época. La sala es subterránea y unas oberturas a lo largo de la superficie superior aportan gran cantidad de luz. La vida de la fábrica fue efímera. Cerró en 1895 y en 1904 los terrenos fueron adquiridos para convertirse en campus de la Escola Industrial. Pero para entonces, Guastavino ya había desaparecido de Barcelona.
En 1881, el arquitecto decidió repentinamente dejar España con rumbo a Estados Unidos. Lo hizo con su hijo menor. Su matrimonio se había roto tras una historia de infidelidades y su esposa y sus otros tres hijos partieron a Argentina. Para financiar el viaje recurrió a una estafa con pagarés, de modo que la partida no tenía retorno. Ya en Nueva York, Guastavino no sabía inglés ni conocía a nadie, pero se las arregló para patentar su bóveda.
En realidad se trataba de una forma de construcción artesana habitual en el Mediterráneo desde hacía siglos que el arquitecto evolucionó tanto desde un punto constructivo como estético. Consistía en armar cúpulas mediante ladrillos o baldosas de cerámica sin usar ni vigas ni grandes andamiajes. Las bóvedas eran de construcción rápida y fácil, ignífugas, ligeras y muy resistentes, con un grueso de apenas cinco centímetros.
Nueva York y todo Estados Unidos se llenaron de cúpulas de Guastavino, más de un millar. Los trabajos más conocidos son la neoyorquina estación Grand Central, el Great Hall de la isla de Ellis y parte del puente de Queensboro, que une Long Island con Manhattan.
Una de las particularidades de la sala hipóstila de la Escola Industrial es que las bóvedas están recubiertas de yeso, cuando una de las características de las más emblemáticas de Guastavino es que eran de obra vista. Sin embargo, en la antigua sala de telares de Can Batlló es posible observar su técnica en algunas catas en las que se ha retirado el yeso. Can Batlló es una de las escasas obras que Guastavino dejó en Barcelona y Catalunya. Otra de ellas es el teatro La Massa, en Vilassar de Mar.
Pese que revolucionó la construcción, Guastavino fue un gran olvidado. No apareció en una historia de la arquitectura hasta 1972.