Inopinadamente, la Covid19 ha abierto el escenario para tener ciudades con menos contaminación, menos ruidos y más espacios libres
Publicado en La Vanguardia el 11 de mayo de 2020
Si en algo hay unanimidad, sobre cuál es la principal cuestión que se ha puesto encima de la mesa con esta crisis es, sin lugar a dudas, la salud. Es nuestro bien más preciado y mantenerla pasa por cómo vivimos y por lo que comemos, lo que bebemos, lo que respiramos y lo que sentimos.
Y en esta compleja ecuación la ciudad está en el centro del debate y en el foco de la discusión.
Cómo deben ser nuestras ciudades, cómo deben organizarse y cómo se deben diseñar, son algunas de las preguntas que están ahora en la mente de sus responsables, tanto políticos como técnicos.
Y, en este debate, cada vez con más intensidad, el conjunto de la ciudadanía está tomando un papel protagonista.
Estos días se habla mucho de que las decisiones que tomaremos en los próximos uno o dos meses van a ser clave para el desarrollo de los años a venir (una década, o más, quien sabe).
A la vez, observamos que la paz y la tranquilidad que se respira en nuestras ciudades en este período de confinamiento, vienen acompañadas de una gran reducción de la contaminación atmosférica y del ruido urbano.
Estamos respirando, como nunca, un aire de calidad
Estamos viendo, como nunca, la atmósfera limpia; estamos respirando, como nunca, un aire de calidad; y estamos viendo cómo, sin hacer nada en especial, se ha iniciado un proceso de renaturalización de la ciudad, que mira tú por donde, es el gran reto del siglo XXI. Una ciudad más saludable, significa una ciudad más solidaria con el conjunto de sus habitantes.
Y la causa directa de este escenario es la disminución del tráfico de vehículos, que ha descendido drásticamente, quedando, en el caso de Barcelona, en un tercio del de un día normal.
¿Por qué no aprovechamos esta oportunidad única y buscamos la manera para regular mejor la movilidad?
Y uno se pregunta ¿qué habría que hacer para que esto continuara así pasado el confinamiento?, ¿por qué no aprovechamos esta oportunidad única y buscamos la manera para regular mejor la movilidad y el acceso a la ciudad de vehículos contaminantes?
¿por qué no aprovechamos para ganar en ambiente saludable y calidad de vida, dando un gran paso adelante?
De todas las medidas que se han propuesto en la ciudad sobre la solución de la movilidad, el proyecto de las supermanzanas es la que ha dado un paso más allá, un paso avanzado y evolucionado a su tiempo, anticipando cuál debe ser la respuesta en la ciudad del futuro. La apuesta por una movilidad coherente con la calidad del aire pasa por tres niveles jerárquicamente ordenados:
Primero: la movilidad activa y saludable: movilidad a pie o en bicicleta
En primer lugar, la movilidad activa y saludable: movilidad a pie o en bicicleta. Activa porque nos hace mover y saludable porque mejoramos la salud, la nuestra y la del planeta. Es la apuesta por esta ciudad de 15 minutos, que empieza a extenderse por todas las sociedades avanzadas, como un modelo de ciudad de servicios próximos y más saludable.
En segundo lugar, el transporte público, con preferencia por el menos contaminantes y más eficiente en términos de población servida y energía consumida. Los transportes en base al hierro: tren, metro y tranvía y no a la goma, transportes con neumáticos. Aunque también, el autobús eléctrico, con una buena frecuencia y con la base de la red ortogonal configura un sistema muy eficiente de transporte.
En tercer y último lugar, el vehículo privado, que debe ser siempre eléctrico y preferentemente compartido, con una apuesta clara y contundente por la racionalización necesaria de la distribución de las mercancías, tanto las tradicionales como la que ya está generando el e-comercio.
El plan de supermanzanas, aprobado por el plenario del consistorio barcelonés en marzo de 2015, permitiría la expulsión del tráfico de paso en el 70% de la red viaria
El plan de supermanzanas fue aprobado por el plenario del consistorio barcelonés en marzo de 2015 y su implantación, en una primera fase, se podría ejecutar de manera inmediata con soluciones tácticas y no estructurales (mediante señalética, pintura, vallas y conos) y con una inversión muy modesta.
Los resultados que se obtendrían con la expulsión del tráfico de paso en el 70% de la red viaria serán:
1.- Se ganarían siete millones de metros cuadrados de espacio público, muy necesarios para el desconfinamiento y el distanciamiento social
2.- Se reduciría de manera drástica la contaminación atmosférica.
3.- Se reduciría de manera significativa la contaminación por ruido.
Ante esta propuesta la pregunta obligada es si el plan tendrá efectos negativos para la economía de la ciudad, o del país.
La respuesta es, no: es una solución que permite un gran cambio, pero manteniendo la funcionalidad y la organización urbana.
Más allá de todo el mal que ha traído la pandemia de la Covid-19 también ha abierto nuevos escenarios, hace bien poco tiempo impensables, y es un buen momento para cambiar el ritmo e intentar hacer de este conflicto una oportunidad.
Guim Costa – Arquitecto
Sebastià Jornet – Urbanista y arquitecto
Salvador Rueda – Ecólogo urbano