Muchas ciudades diseñan nuevos barrios con criterios de máxima eficiencia mientras en España se mantiene la planificación urbanística del siglo XX
Pulicado en La Vanguardia el 8 de noviembre de 2020 | Sílvia Angulo y Ramon Suñé
Muchos son, por ahora, una maqueta, pero otros ya han empezado a construirse y pronto serán una realidad. Son los barrios del siglo XXI, algunos de ellos con una estética tan futurista que parecen más un escenario de ciencia ficción que a una zona residencial. Los nuevos ensanches acogerán a miles de ciudadanos en edificios de madera o de materiales biológicos y crearán vecindarios menos contaminantes que puedan generar su propia energía y sean autosuficientes. Están
rodeados de zonas verdes, tienen huertos urbanos para autoabastecerse y en los peatones y las bicicletas son los que mandan y el resto de vehículos son autónomos o eléctricos. Algunos de estos nuevos incluso están pensados con criterios para hacer frente a las pandemias y situaciones de confinamiento.
Las ciudades buscan cómo afrontar a escala de barrio los grandes conflictos urbanos, medioambientales, habitacionales, sanitarios, sociales… que se plantean en tiempos de emergencia climática. Lo hacen respetando la idiosincrasia del lugar y fomentando la mixtura de usos para evitar la temida especialización o la desertización. Una forma de entender la metrópolis y de construirla con criterios de máxima eficiencia para la que no hay una única receta. Por eso, algunos priman la naturaleza, el regreso a la vida rural desde la gran ciudad. Otros tienen, en cambio, una visión eminentemente tecnológica, con un predominio de sensores, ingeniería e inteligencia artificial, y también los hay que aúnan los dos modelos.
No todas las iniciativas en proceso llegarán a buen puerto. La crisis del coronavirus será responsable de algunos fracasos, como ya ha sucedido con el barrio de Google en el Quayside de Toronto. Pero esta misma crisis será un punto de inicio para repensar los nuevos desarrollos urbanos. No es una cuestión menor: en el 2030 se prevé que el 60% de la población mundial resida en ciudades, que son las principales causantes de la contaminación y del consumo de los recursos.
Mientras muchos países ya han comenzado a poner en marcha proyectos innovadores, adaptados a los nuevos tiempos, en España aún se desarrollan planes urbanos antiguos. Aprobados hace más de 20 años y paralizados como consecuencia de la anterior recesión, se recuperan ahora como si nada hubiera cambiado, respondiendo a criterios del siglo pasado. Aquí todavía se construyen las casas como hace 100 años. Con todo, de manera incipiente, se planifican edificios residenciales en altura hechos de materiales ecológicos y se adoptan medidas para reducir las emisiones contaminantes de los inmuebles y apostar por energías renovables.
París: Villa olímpica y, después, vecindario
El año pasado arrancaron las obras de construcción de la villa olímpica que acogerá a 15.000 atletas en los Juegos de París del 2024 y que estará ubicada en los barrios de Saint-Ouen y de la Ile Saint-Denis, a orillas del Sena. El proyecto, en el que participan Dominique Perrault y Agence Ter, entre otros, se abordará en dos fases y no está exento de oposición vecinal por el derribo de ciertos equipamientos. Durante los Juegos residirán los deportistas y, una vez finalizados, la villa se reconvertirá en un barrio de 3.000 viviendas construidas con materiales biológicos. Uno de los elementos centrales es la recuperación del Sena para la práctica deportiva y de actividades recreativas. Los edificios utilizarán energías renovables y dedicarán los tejados a la agricultura urbana. El equipo de arquitectos se ha marcado como objetivo seguir los criterios del acuerdo de París y de la Agenda Urbana 2030 para reducir la emisión de elementos contaminantes de las construcciones y limitar al máximo la movilidad privada.
Friburgo: Pisos asequibles y ecológicos
En un referéndum organizado el año pasado en la ciudad alemana de Friburgo los vecinos decidieron que en el barrio de Dietenbach se construyan 6.500 viviendas asequibles con equipamientos y espacios comerciales y de servicios siguiendo criterios ecológicos. Se trata de 60 hectáreas que pasarán a formar parte de un barrio climáticamente neutro, un proyecto que está asociado con el C-Track 50, organismo financiado con fondos europeos que planifica junto a los municipios la manera de que estos sean menos contaminantes. En esta zona de Friburgo se espera fomentar la movilidad activa y las opciones de coche compartido. Los edificios se abastecerán de energía solar y fuentes de calor alternativas procedentes del aprovechamiento de los residuos, se fomentarán las fachadas verdes y se aprovecharán los espacios abiertos y naturales del entorno.
Copenhague: Siete mil vecinos en casas de madera
El equipo del arquitecto Henning Larsen es el encargado de convertir el antiguo vertedero de Copenhague en el que será el único barrio de viviendas construidas con madera de Europa. La zona residencial de Faelledby, en el área metropolitana de la capital danesa, aspira a ser un lugar en el que converja la naturaleza, su fauna y flora, con la llegada de nuevos vecinos, una moderna combinación de vida urbana y rural. El proyecto se lleva a cabo de la mano de ingenieros ambientales que definen la estrategia para reducir la contaminación y la emisión de gases invernadero. Se ejecutará en tres fases, tres núcleos que crecerán y quedarán unidos por caminos y conectados con transporte público.
Xiong’an: Vivienda pospandemia
El confinamiento ha obligado a muchas familias a mirar al interior de sus viviendas. Encerrados en un piso, añoramos la naturaleza. El arquitecto Vicente Guallart ha ganado un concurso para desarrollar un proyecto de casas a 100 kilómetros de Beijing que responde a esta nueva necesidad. Se trata de un conjunto de viviendas modulares, construidas con madera, cuyos terrados están cubiertos de placas fotovoltaicas que generarán energía y esconderán huertos para el autoabastecimiento de los residentes. Los edificios se organizan en manzanas de mayor tamaño que las del Eixample barcelonés. Dentro de los pisos se prevé la construcción de terrazas con el propósito de crear colchones térmicos que reduzcan el consumo de energía, un elemento que no es común en las construcciones chinas y que permite organizar las casas, la vida laboral y convivencial entorno a estos espacios abiertos. Los edificios se han planificado como lugares en los que vivir, trabajar y producir (en las plantas bajas se instalarán impresoras 3D para fabricar objetos). Una ciudad autosuficiente y resiliente a unas pandemias que pueden marcar un antes y un después en la concepción de los edificios residenciales.
Woben City: IA junto al monte Fuji
La empresa japonesa Toyota prevé construir una nueva ciudad en la falda del monte Fuji. Bautizada con el nombre de Woven City (ciudad entrelazada) se ha concebido como un laboratorio en el que probar tecnologías relacionadas con la autonomía, la robótica, la movilidad personal, los hogares inteligentes y la inteligencia artificial (IA). Ocupará unas 70 hectáreas y alojará a residentes e investigadores que podrán desarrollar nuevos proyectos. El arquitecto danés Bjarke Ingels dará forma a la ciudad e integrará en ella nuevos modelos urbanísticos con edificios de madera –fabricados en carpintería tradicional y robótica–para reducir la huella de carbono. Las azoteas captarán la energía fotovoltaica, que se sumará a la generada por pilas de combustible de hidrógeno. El interior de las casas estará dotado de inteligencia artificial y sistemas robóticos que ayudarán en las tareas domésticas. Los desplazamientos serán con vehículos sin emisiones y autónomos.
Barcelona: Tímidos avances hacia otro modelo
En Barcelona se está todavía lejos de proyectar un barrio como los descritos anteriormente. El plan para convertir Vallbona en un ecobarrio sigue en un cajón desde el 2009, año en el que se aprobó. La Marina del Prat Vermell, que ha sufrido la parálisis provocada por la crisis, acabará siendo un barrio de estilo tradicional, al igual que las viviendas proyectadas en el entorno de Sagrera. Son proyectos, algunos con planeamiento aprobado, que hoy parecen desfasados. Sin embargo, queda algún motivo para la esperanza y para arrancar un nuevo modelo de construcción de ciudad con edificios menos contaminantes. La cooperativa La Borda inició este camino con la edificación de un bloque de pisos de madera y ahora el Ayuntamiento ha organizado un concurso para levantar cinco promociones de alquiler público en las que prima la reducción de emisiones contaminantes por encima de la oferta económica. En Roquetes, por ejemplo, se construirá un edificio de viviendas de madera de ocho plantas (el más alto de esta tipología en España) en cesión de uso. Barcelona deberá reconstruir sus barrios con estos criterios o, en su defecto, liderar la transformación del área metropolitana.
Toronto: La pandemia desanima a Google
En mayo se conoció la decisión de Alphabet, la compañía matriz de Google, de no construir en el Quayside de Toronto, un área portuaria-industrial muy degrada por el abandono de la actividad, el que debía ser el primer barrio 100% smart . El gigante tecnológico había invertido ya muchos millones de dólares en un proyecto de ciudad conectada a internet, autónoma y con pretensiones de crear hasta su propio microclima que generaba no pocos recelos en la población de Toronto. La crisis archiva la aventura, aunque dada la ambición de sus promotores nadie puede atreverse a afirmar que no vuelvan a intentarlo.
Oceanix City: Con el aval de la ONU
Puede parecer un fantasioso escenario de ciencia ficción y tal vez lo sea, pero Oceanix City, el proyecto de ciudad flotante y 100% sostenible que firman el MIT Center for Ocean Engineering y el estudio del danés Bjarke Ingels, uno de los divos de la arquitectura actual, ha sido tomado muy en serio por la ONU, que ha incorporado el proyecto a su programa Hábitat. Oceanix City no tiene un emplazamiento prefijado pero no le faltarán ubicaciones habida cuenta que cerca del 50% de la población mundial vive en zonas costeras.
Una ciudad desmontable y ampliable, formada por vecindarios de dos hectáreas, distribuidos en seis barrios que podrían llegar a abarcar 75 hectáreas sobre el mar y albergar hasta 10.000 residentes en casas hechas con materiales como el bambú y con un máximo de siete alturas. Una ciudad protegida de las tempestades marinas que apuesta por la energía eléctrica y renovable (prohíbe todo transporte con fuentes combustibles), y que produce sus propios alimentos (agricultura vertical y cultivos oceánicos bajo las plataformas).